Marea Emocional es un espacio de formación en la escritura narrativa coordinado por María José Bovi. En los talleres individuales la propuesta es de construcción de obra discursiva. En los grupales, se trabaja con diversas propuestas de escritura, entre ellas: Narrar Los Cuerpos, Prohibido No Mirar, Narrar Mi Memoria. En este espacio, compartiremos producciones escriturales de autores/as que se encuentran trabajando en dicho espacio.
Este texto, de Iris Fernando Aznar, fue escrito en el taller Marea Emocional: taller de escritura y edición de obra literaria, en el mes de febrero de 2024.
Tengo un plan
Iris Fernando Aznar
Aragón, España
“Tengo un plan, voy a escribir una Naturaleza Muerta y convertirme en ella. Si trabajo lo suficiente, puedo encontrar una sombra. Las sombras van a cuidarme, no debo temer, debo pensar que todo se puede acabar mañana, en efecto todo acabará mañana y, entonces, ya no tendré que llevar este dolor como amuleto a todas partes (…)”.
La anunciación de María Negroni.
Tengo un plan que no tiene plan. Prefiero pensarlo así, si no me desbordo. Me agobia tener uno definido, rígido, que tengas que llevarlo a raja tabla. Mi plan es la incertidumbre de la vida diaria. No sé que voy a hacer hoy, ni que haré mañana, sí que sé lo que me gustaría, pero puede que no suceda: tomaría un helado buenísimo de chocolate y, cuando voy a comprarlo, siempre me acabo comiendo una napolitana; leería todos los libros de mundo y recuerdo que tengo la plata justa para pagar el piso y la comida, así que me conformo con los que encuentro en el punto limpio*, entonces, termino leyendo una serie erótica de los años 50, o cómo hacer masajes en los pies, o qué plantas son comestibles o la guerra entre los moros y los cristianos; me encantaría comprarme una furgo y viajar por el mundo, pero el miedo me paraliza y ese sueño lo reduzco a viajar por sitios más cercanos e ir conociendo nuevos lugares.
¡Cómo cambia la vida cuando vives el constante presente! Pero, ¿alguien nos enseña a vivir así? Creo que no. Creo que es un discurso hippie y antisistema que nos venimos armando desde hace años. Es completamente imposible actuar solo desde el ahora. Hay un pasado que te afecta, te condiciona y es innegable que tus acciones van hacia un futuro incierto. Por ejemplo, tú vas al super y compras harina para pizza porque próximamente vas a querer una, incluso para esa misma noche. No quiere decir que sí o sí tengas que comer la pizza, pero ya tienes ingredientes para poder hacerla. Te quieres dedicar a hacer algo artístico así que, en un arrebato, te compras pinturas, pinceles, pirograbador, instrumentos musicales, para tocar todos los ámbitos y decidir cuál es el tuyo. Acabas haciendo nada y probando todo, pero ya lo tienes ahí para cuando te vuelva a dar un ataque de arte. Así con todas nuestras acciones.
La incertidumbre sí da miedo, desconcierta, nos cuesta encontrarnos en ella porque no tiene estructura. Es maleable, elástica, a veces, hay mucha oscuridad y caos; otras, luz y un caminito o algo que te indica que ahora es por ahí. No hay ni bien ni mal, solo estar, ser, pensar y hacer… Como si eso fuera poco.
Pero qué mal cuando el miedo se adueña de tí, de tu vida y te creas unas realidades que no son objetivas, aunque actúas de acuerdo a ellas. Acabas discutiendo y distanciándote con una de las personas que más te apoya, tomas decisiones de acuerdo a unas posibles necesidades que no son las tuyas, si no las de tu mejor amigo o alguien, pero, como no sabes ni lo que necesitas, te adueñas de ellas. Te compras ropa que no tiene nada que ver contigo porque es lo que se lleva ahora y la tuya es de la época pasada por muy cómoda que sea. Te apuntas a miles de cursos creyendo que por tener más conocimientos vas a sentir menos esos vacíos existenciales que tienes que aceptar y no solo llenarlo con actividades… Todo se vuelve pesado, no hay palabra de consuelo, ni de ánimo y estás paralizada. ¿Por qué será que las sombras propias tienen una connotación tan negativa? Si de alguna manera, son parte de nosotras, nos acompañan la mayor parte del día, nos proyectan, nos van escoltando (ya sea delante o detrás), siempre están presentes, nunca te atacan, no van contra tí. Como mucho, están contigo, bien pegaditas, y no se separan. Son grandes compañeras de vida y hasta pueden cuidarte de algunas personas y de las decisiones que sabes que no quieres tomar. Estás perdida en tu objetivo, pero tienes más claro que nunca a los lugares que no quieres volver. Si las sombras pesan tanto es porque pesa el alma.
Habitar el mundo es eso: estar en diferentes posiciones, perspectivas, tamaños, luminosidades, fluctuar de acuerdo a cómo y por dónde te vas moviendo… Vivir es fácil. El problema es que nos complicamos demasiado la existencia, o más bien, nos la complican. Nuestra cabeza es un arma de doble filo.
La vida tiene que ser más liviana. Todo el dolor, la angustia, la tristeza que sientes muy fuerte y no puedes negarla, mañana se verá desde otra perspectiva, tendrá otra sombra, será más pequeña, más lejana. No podemos negar que, hasta donde sabemos, la vida es una. Y están muy bien los discursos capitalistas y neoliberales: “¡Aprovecha tu vida!”, “¡Solo hay una!”, “¡No desperdicies ni un minuto!”. Pero, culiada, abajo la felicidad obligatoria, dejame rendirme ante la tristeza, dejame que no me levante de la cama, dejame ser sin dar explicaciones, dejame vulnerable, que eche una lloradita, si total… Me voy a levantar de nuevo.
*El punto limpio es un lugar donde la gente tira todas sus mierdas. En las ciudades son recintos cerrados. Pero, hay gente que está allí en la entradita y puedes dárselos a ellos, en vez de que se lo lleve el ayuntamiento y vaya a saber qué hacen. En los pueblos pueden ser contenedores. Tu casa puede estar armada por completo por cosas del punto limpio.