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La sustancia: el cuerpo femenino como campo de batalla entre la perfección tecnológica y la realidad orgánica

La sustancia (2024), Coralie Fargeat.

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El ser humano se ha configurado de las maneras más diversas a través de la historia. Pero ha sido durante los últimos tres siglos que se ha inventado la gama más amplia de técnicas para modelar cuerpos y subjetividades. La sociedad actual pretende lograr mutaciones radicales para suprimir las enfermedades, el envejecimiento e incluso la muerte. El entrecruzamiento de biología e informática es el nuevo mecanismo de control del capitalismo. Un nuevo imperativo es interiorizado: el deseo de lograr la actualización y optimización permanente. 

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El cuerpo humano, en su anticuada configuración biológica, se vuelve obsoleto para la industria del espectáculo. Intimidados y seducidos por las presiones de un medio ambiente amalgamado con el artificio, los cuerpos contemporáneos no logran esquivar las tiranías y las delicias del upgrade

Llena de ironía y referencias, la película pone en primer plano cómo el cuerpo de las mujeres es objeto de manipulación, deseo y cosificación, especialmente en la industria del espectáculo. A través de una representación estética extrema, La sustancia critica el modo en que las mujeres se ven forzadas a asimilar discursos que las presionan para retener la juventud a cualquier costo.

Fargeat contrasta la belleza idealizada con lo grotesco y lo repulsivo, generando una tensión que incomoda y fascina. La exageración –exceso de sangre y deformaciones corporales– se convierte en una herramienta para denunciar las expectativas absurdas que recaen sobre el cuerpo de las mujeres. El uso del gore y lo grotesco no solo sirven como espectáculo, sino como una crítica incisiva a la deshumanización que acompaña a la búsqueda incesante de perfección física.

A pesar de los avances científicos y los esfuerzos del capitalismo por optimizar y prolongar la vida, el cuerpo orgánico, con todas sus imperfecciones, sigue siendo una realidad ineludible. La película refuerza esta idea al mostrar que, independientemente de cuánto dinero o tecnología se disponga, lo orgánico persiste y resiste a ser moldeado según los dictámenes del mercado. En este contexto, el envejecimiento aparece no solo como una etapa de la vida, sino como una forma de resistencia frente a la imposición de la juventud eterna. Envejecer es inevitable y nunca podremos engañar a las leyes de la naturaleza, ciertos asuntos pertenecen exclusivamente a los dominios divinos. La sustancia desarrolla esta problemática pero decide hacerlo a través de los horrores del cuerpo.

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Con un uso deliberado de colores fríos y cálidos que crean contrastes intensos, Fargeat sumerge al espectador en un espacio visual que es simultáneamente bello y repulsivo. Los ángulos inusuales de la cámara y la proximidad inmersiva refuerzan la sensación de incomodidad, acentuada por el uso del maquillaje y los efectos especiales. La película utiliza el cine como un medio para romper con lo racional, lo estético y lo normado, ofreciendo un deleite visual que, a través del exceso, logra transmitir un mensaje profundo sobre la fragilidad y la manipulación del cuerpo humano.

La sustancia cuestiona el objetivo último del proyecto científico moderno. Lejos de mejorar las condiciones de vida de la mayoría, la película sugiere que este impulso hacia la mejora constante del cuerpo humano está impulsado por intereses de mercado que buscan dominar y apropiarse de la naturaleza, tanto exterior como interior. El proyecto prometeico de controlar y superar los límites del cuerpo se revela como una utopía peligrosa, que ignora las barreras inherentes a la vida orgánica. En este sentido, La sustancia subraya que hay aspectos de la vida –como el envejecimiento y la muerte– que pertenecen a un dominio inalcanzable para la ciencia y que, a pesar de los avances tecnológicos, siguen siendo el destino de la condición humana.

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