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Netflix nos trae desde México una de las novedades más simpáticas, uno de los personajes más icónicos y una de las historias de un género clásico más abiertas y atrevidas del mercado latino. ¿La viste y te gustó? ¿No la viste y querés saber por qué deberías? Acá hay cinco razones aplicables como respuesta a cualquiera de esas preguntas. Por Sofía Gual
No hago spoilers pero sí hablo de elementos de la trama
1- Géneros clásicos, elementos novedosos
Puede resultar un poco confuso primero, es cierto. Cuando empezamos a ver La Casa de las Flores, inevitablemente no sabemos si estamos viendo el inicio de un dudoso culebrón o de una telecomedia. Es que en el primer capítulo, la tradicional y acomodada familia De la Mora prepara una fiesta en su florería por el cumpleaños del padre del clan, Ernesto, y en paralelo, una mujer dolida se suicida ahí como parte de un plan que busca poner en evidencia la hipocresía de esa familia que se muestra como perfecta. El punto de partida será la exposición de la doble vida que estaba llevando el padre de los De la Mora: la “colgada” era su amante y llevaban juntos un burdel con el mismo nombre de la florería familiar.
Pero todo eso que podría constituir un pesado melodrama no lo es: capítulos estructurados en media hora, personajes con gags y caracteres singulares así como un creciente número de enredos hacen de La Casa de las Flores una telecomedia que, como toda buena perteneciente al género, se burla de la novela tradicional. Y aunque la telecomedia forma parte del catálogo de clásicos latinoamericanos, La Casa de las Flores se distingue por el tono negro de su humor y un conjunto de elementos que son modernos para la comedia latinoamericana: transexualidad, marihuana, drag-queens, bisexualidad, entre otros, bienvenidos son.
2- Storylines desprejuiciados
La Casa de las Flores revisa tópicos clásicos de la narrativa novelesca: la infidelidad, la diferencia entre clases sociales, el amor prohibido, los hijos extramatrimoniales, la lucha entre seguir o romper con las tradiciones familiares. Pero afortunadamente lo hace más cerca de la burla que de la reflexión o la solemnidad. La sumatoria de temáticas nuevas y de rasgos atípicos a personajes que son arquetípicos hacen que la serie tome, además, caminos interesantes. En un ejemplo, del amor “prohibido” entre el joven consentido Julián De la Mora y el asesor financiero de la familia se desprende, además, el dilema por la etiqueta sobre su orientación sexual, ¿es gay? ¿es bisexual? ¿qué importancia tiene su identidad sexual?
En otro ejemplo, el reencuentro forzoso entre la hija mayor del clan, Paulina De la Mora, y su exmarido después de años de separación y la revisión de su truncada relación de pareja no sería en absoluto lo mismo si la separación no hubiese tenido que ver con que José María se sentía mujer y ahora regresa transformada completamente.
Que los personajes, con sus formas de pensar singulares, pongan en conversación este tipo de temas resulta al mismo tiempo hilarante y renovador. Además, como se dijo, la manera en que La Casa de las Flores aborda todo esto se da afortunadamente lejos del tono grave. Tan así que la serie solo falla cuando intenta ponerse demasiado seria al respecto.
3- Paulina De la Mora
Paulina De la Mora es indiscutiblemente la carta ganadora de La Casa de las Flores y, adicionalmente, la mejor publicidad de la serie porque es el personaje del que la gente habla en el boca en boca. La razón parece muy simple: la extraña manera en que Paulina habla y el registro de frases inolvidables que deja. Y aunque la forma de hablar de Paulina (que se atribuye a un medicamento para la ansiedad que el personaje toma) es aquello que la hace favorita para muchos, en verdad existen motivos más firmes para entender por qué Paulina es lo mejor de la serie.
Paulina De la Mora es la hija mayor y, como buena heredera de familia aristócratica, representa la tradición, los intereses y los supuestos valores de sus miembros. Arquetípicamente, Paulina es la hija orgullosa que se encarga de todo, inmutable, firme. Sin embargo, poco tiempo pasa en la serie hasta que nos damos cuenta de que Paulina es mucho más compleja de lo que aparenta: aunque sus gestos y su manera de hablar la dibujen como una estirada, Paulina es la menos escandalizada por lo que sucede, porque aunque no parezca, es abierta y desprejuiciada. Esa contradicción en su carácter deja momentos para la posteridad, como cuando conversa brevemente con un presidiario apodado ‘el cacas’ o cuando explica a su familia que su exmarido José María ahora es María José.
Pero además el personaje de Paulina tiene el arco dramático más rico e imprevisible de la serie, porque mientras su carácter responsable la empuja a hacer todo el tiempo lo que sea necesario para que su familia no se desmorone, a lo largo de la historia Paulina va recibiendo golpes que la empujan a empezar a pensar en sí misma y en lo que quiere ella, y esa búsqueda es siempre movilizadora en un personaje que parece siempre fuerte y seguro.
El éxito de Paulina como personaje puede resumirse en la dualidad alrededor de la cual se construye: entre lo quisquilloso y circunspecto de su personalidad por un lado y su extrema naturalidad y variedad de matices por el otro.
4- Elenco
Para que cualquier ficción funcione se sabe que los actores son importantes. Pero especialmente en las comedias los elencos deben funcionar ensamblados. Sin una buena interpretación, Paulina De la Mora no sería la mitad de lo que es. Es tan así que su manera cortada e inexpresiva de hablar fue resultado del trabajo entre el director Manolo Caro y la actriz Cecilia Fuentes, que, mientras filmaban, sentían que al personaje le faltaba algo.
En cuestiones de elenco, La Casa de las Flores cumple casi todo el tiempo. Destacablemente, Verónica Castro encaja perfecto interpretando a la matriarca manipuladora Virginia De la Mora, Cecilia Fuentes se apropia perfecto de Paulina y Darío Yazbek Bernal compone muy bien a un tierno e insoportable Julián.
5- Una serie bien lograda
Pero nada sería suficiente si La Casa de las Flores no tuviera buen trabajo en dirección y guion. Aunque a veces se dispersa y pierde intensidad, la serie tiene un desarrollo narrativo bien logrado y entretenido.
Las dinámicas entre algunos personajes funcionan muy bien, como aquellas entre Paulina y doña Carmela —una vecina chismosa que aparece en los momentos más inoportunos—, o entre los niños de la familia, que son menos mañosos que los adultos. El guion se encarga, a partir de esas dinámicas particulares, de construir situaciones y diálogos graciosos y ocurrentes, como cuando Virginia de la Mora lleva a la hija extramatrimonial de su esposo al psicólogo:
Tal como está escrita, con un final un tanto precipitado y algunas historias y personajes a medio camino, La Casa de las Floresfuncionaría mejor con el desarrollo de al menos una temporada más. El éxito de la serie mexicana nos hace pensar que probablemente esto sea posible, y si La Casa de las Flores continúa apostando por las líneas argumentales más imprevisibles, la escritura de historias audaces y el desarrollo de sus personajes más complejos, lo que venga podría dar incluso mejores frutos.
Segunda temporada
Según su creador, Manolo Caro, La Casa de las Flores fue pensada en principio para una temporada. Contento por las repercusiones de la serie, el director asegura que está preparado para seguir escribiendo la historia de la familia De la Mora si se lo piden. Aunque por el momento Netflix no confirmó una continuación, es probable que sepamos al respecto dentro de las próximas semanas.
Publicada en Temas de Cine
