La bala que mató a un chico de 12 años

Ayer, Facundo Ferreira, un niño de 12 años que iba de acompañante en una moto junto a un amigo, fue asesinado de un balazo en la nuca luego de que la Policía de Tucumán los intentara detener por “circular de forma sospechosa”. Desde Revista Sudestada nos presentan un montón de interrogantes para pensar como es posible seguir sin Facundo. 

En la foto, un pibito de once años, tucumano, fusilado de un disparo policial. Fue ayer, en Tucumán, en la zona de El Bajo. ¿Importan los detalles? ¿Sirve apuntar la versión policial, la única que se difunde siempre, por otro lado? ¿Le interesa a alguien subrayar que ni siquiera la policía pudo justificar el disparo porque ni Facundo, el pibito que recibió un tiro en la cabeza, no los otros pibes que andaban con él moto, estaban cometiendo ningún delito? ¿Interesa saber que “desoyeron la voz de alto” o saber por qué la desoyeron, en un país donde los pibes pobres son el enemigo número uno del estado y de sus fuerzas de “seguridad”? ¿Acaso alguien puede contarnos qué se puede construir en un país que balea a sus pibes en la calle? ¿Quién se atreve a justificar a un Estado asesino de niños, manejado por una gestión de gobierno que aplaude a criminales con uniforme y los elogia públicamente, que alienta descaradamente a la policía a disparar primero y preguntar después? ¿Alguien tiene alguna duda que muchos miserables, en muchas zonas del país, festejan la muerte de un pibito de 11 años de un disparo en la cabeza? ¿Qué clase de “delito” se castiga en el mundo con un tiro en la cabeza? ¿El delito de ser pibe, de ser pobre, de ser negro, de andar caminando por el barrio o de andar en moto? ¿Qué se puede proyectar en una patria que naturaliza la imagen de un pibito de 11 años desangrándose en la calle?

Once años. Once años tenía Facundo. Un policía, un asesino a sueldo del Estado lo mató. Sí, señor indignado porque una vez le afanaron el celular: un asesino del Estado que usted financia a través de sus impuestos. Un asesino que ya se ganó un lugar entre los “justicieros” de un país que celebra el fusilamiento de un pibe o, al menos, lo naturaliza. ¿O qué? ¿Qué estaba haciendo Facundo y sus once años, y su gorrita, y su pobreza, y sus ganas de vivir, y sus amigos, y su historia de exclusión o de hambre, en la zona donde la policía es el brazo del terror de un estado criminal? ¿Dónde hay lugar para los pibes en el país que les dispara por la espalda, en el país que celebra al asesino y estigmatiza con su discurso de racismo, odio y xenofobia al “otro”, al pibe, al negro, al pobre, al que no llega, al que no se parece al tránsfuga que sale en la tele anunciando ajuste y miseria para todos y para todas. ¿Qué hacemos ahora, sin Facundo? ¿La bala que lo mató era de un policía o lo mató la bala de los medios fogoneando el odio racista, o lo mató la bala de los funcionarios que aplauden a los criminales, o lo mató la bala de un gobierno que hambrea y excluye y discrimina, o lo mató la bala de los vecinos del privilegio, que sonríen porque hay “uno menos”, o lo mató la bala de los indiferentes, de los que naturalizan crímenes como el de Facundo, de los que sólo se preocupan por ellos, de los que nunca levanta la voz ni molestan a nadie ni piensan que pertenecen a un colectivo de personas? ¿Qué bala le arrancó la vida a Facundo? ¿Qué país pensamos, ahora, sin Facundo?

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