Los programas de entretenimiento, en especial los formatos de preguntas y respuestas, han vuelto a ganar popularidad en la televisión argentina. Pasapalabra es emitido en canal Trece y en los últimos años ha ocupado diferentes horarios hasta ubicarse actualmente en la tarde con picos de rating de 8 puntos. Por su parte Telefé, presentó hace pocos meses la nueva versión de Quién Quiere Ser Millonario con la conducción de Santiago del Moro, obteniendo una muy buena recepción de los televidentes en la franja nocturna.
¿Cuál es el factor que atrae a las audiencias? En tiempos donde el streaming liderado por Netflix se apodera de la mayoría de las pantallas, resulta novedoso que los programas de entretenimiento mencionados estén en las conversaciones diarias de los televidentes. Y es que hay un elemento que las series no nos aportan: la cercanía con los pares en una sociedad cargada de ficción.
El entretenimiento y el desempeño intelectual de los participantes de estos programas logran captar la atención de los televidentes que también participan desde sus casas y en muchos casos con toda la familia. Al mismo tiempo conocen las historias de los participantes que se animan a contar los motivos de su presencia en el programa y cuál sería el destino del premio monetario en caso de ganar.
Las historias de vida contadas en la pantalla chica logran muchas veces conmover a las audiencias y empatizar con los participantes como fue el caso de Fito, un hombre de 59 años en situación de calle que en sus años de juventud trabajó como fotógrafo de reconocidas figuras del rock nacional. Para alegría de muchos televidentes el participante de Quién Quiere Ser Millonario ganó quinientos mil pesos.
Otra de las historias que tuvo mucha resonancia en esta emisión televisiva fue la de Marina Simiam, una investigadora del Conicet dedicada al estudio del cáncer de mama que recurrió a esta participación por la falta de fondos para investigar, luego de los recortes aplicados a estos programas por parte del Estado. Después de varias etapas del certamen, Simian también ganó quinientos mil pesos.
El lado B de estos premios son los montos reales que reciben los participantes luego de pagar los impuestos correspondientes a la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos). Los elevados porcentajes que se retienen al momento del cobro, en ocasiones llevan a los participantes a una demora en el reclamo del premio, ya que prefieren evaluar primero como declarar el ingreso y qué hacer con el dinero.
En los casos ganadores de los programas mencionados no se han conocido las cifras exactas que han cobrado pero el gravamen que deben pagar ronda el 30%. En el caso de los juegos de azar como la lotería por ejemplo, el impuesto aplicado es del 31% sobre un monto neto que representa el 90% del premio obtenido. Hay que tener en cuenta también el lugar geográfico donde se gana el premio ya que cada país, y a su vez cada provincia o localidad tiene su propia reglamentación.
Esta situación ha quedado expuesta con el caso de Thiago, el joven de 13 años que ganó 950 mil dólares en un campeonato de videojuegos en Estados Unidos. A partir de esta situación comenzó a debatirse e investigar si debía pagar impuestos tanto en Argentina como en Estados Unidos al cobrar el dinero del premio. Así también, se planteó una problemática bastante común con este tipo de ingresos acerca de cómo lo declararían los padres de Thiago. Esta es una situación que en ocasiones puede generarle conflicto a la persona ganadora. En San Diego por ejemplo, se conoció la situación de una mujer que ganó un premio de MegaMillions y lo reclamó meses después porque prefirió decidir cómo organizaría sus finanzas con este nuevo ingreso.
En conclusión, estos programas que han logrado atraer nuevamente la atención de los televidentes como lo habían hecho décadas anteriores, tienen sus aspectos positivos y negativos del premio económico para los participantes, ya que con los porcentajes que deben pagar en impuestos el premio se reduce bastante y en ocasiones se demora en el reclamo del mismo por ese motivo. En muchos casos supera las expectativas y aún con las retenciones aplicadas sirven para cumplir el objetivo de la participación.