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¿Cómo construimos los imaginarios de los espacios públicos? La artista tucumana, Lulú Lobo, propuso un modo de transitar instituciones, archivos y monumentos en Buenos Aires, su actual ciudad de residencia.
“Desde la voz, desde el cuerpo, desde la letra y, sobre todo, a través de la imagen impresa, Lulú Lobo activa episodios consecutivos en tres puntos significativos de la trama cultural de Buenos Aires: una sala del Museo Nacional de Arte Decorativo remite a la casa; el exterior de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno direcciona hacia la torre; el entorno de las Nereidas de Lola Mora en la Costanera Sur es el ámbito de la fuente“, expresó Silvia Dolinko en un texto sobre Imagen y semejanza, el último movimiento de Lobo, realizado semanas atrás en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Repetición y diferencia
“Vivo en Buenos Aires desde hace algunos años”, dijo Lulú, que pasó la mayor parte de su niñez y adolescencia entre caballos y montañas, en la zona calchaquí de Tafí del Valle, Tucumán. “Como no soy de aquí, no tengo aún un recuerdo”, agregó sobre su actual residencia.
Lulú Lobo es licenciada en Artes con especialidad en Grabado, recibida en la UNT. Hizo clínicas, talleres y residencias con referentes locales, nacionales e internacionales. También recibió premios, menciones y participó en varios salones de arte. Ante lo detallado, resulta evidente algo de su recorrido en los vastos terrenos del arte, pero, a pesar de que incurrió en el dibujo -y lo hace cada vez más-, Lulú podría cubrir el Glaciar Perito Moreno, la muralla China y el Palacio de Versalles con todas las estampas que grabó, multiplicó y que le quedan por grabar aún. Xilografías, monocopias e impresos digitales son algunas de las técnicas que abordó hasta ahora.
“Me interesa la incongruencia temporal del grabado como práctica que abre paso a una dimensión, para investigar la elaboración de matrices, estampas y edición en serie. Cada procedimiento es una revelación que despliega la multiplicación de un hacer en unidades singulares que pueden sucederse consecutivamente y reconfigurarse”, señaló Lobo. “También me interpela la capacidad de mutación, el registro de una repetición, las secuelas y fragmentos de alguna secuencia, el carácter único y múltiple, lo inquietante de la irregularidad, las posibilidades de vacíos, intersticios y fugas entre una cosa y otra…”, continuó.
Tres lugares; fábulas y convergencias
I LA CASA
“Siempre me interesó la relación entre la decoración y el arte. Hay una tensión muy fuerte entre ambos terrenos y un vínculo bastante siniestro. En este sentido, el Museo de Arte Decorativo es un palacio increíble, lujoso y responde a una exageración absoluta en el ámbito de la decoración. Los objetos se vuelven insoportables, intocables y el museo, íntegramente, da lugar a un circuito que está por fuera de lo contemporáneo y de posibles pensamientos vigentes alrededor de las producciones de arte actuales”, expresó Lulú.
“La xilografía es activada por una performer, la pieza gráfica procura jugar con el límite institucional, el museo vuelve a ser casa, la fantasía personal sobre esos espacios torsiona la historia y sale de lo privado para hacerse pública”.
II LA TORRE
“La Bilioteca Nacional Mariano Moreno (fundada en 1810) representa lo monolítico dentro de las construcciones de algunos saberes y conocimientos y es un gran foco de concentración. En el transcurso de la puesta (y construcción de las intervenciones), la idea basal fue mutando muchísimo, a raíz de ciertas investigaciones que hice y de algunos pensamientos que aparecieron”, continuó Lulú sobre el segundo episodio. “Puesto que no soy fiel a los métodos de investigación más ortodoxos de la ciencia, diría que fue un procedimiento poético, concebido desde mi sensibilidad y emoción para trasladarlas a este espacio y a los demás”, agregó.
“La leyenda que repartí en la biblioteca, forma parte de uno de los primeros libros impresos en territorio nacional, con ilustraciones de xilografía de los talleres de las misiones jesuitas en el Litoral”, compartió.
“Del panel al espacio de la ciudad: en su deriva gráfica urbana, Lulú sigue y va dejando pistas que son sendas y/o señales”.
III LA FUENTE
“Lola Mora, tucumana también, fue una mujer que despertó disputas de poder alrededor de su trabajo y modo de circular en el mundo, un siglo atrás. Además, me resultan encantadores algunos relatos construidos alrededor de ella y su obra”, dijo Lulú en relación a “La Fuente”
“En Imagen y semejanza, Lulú Lobo releva techos y rearma estructuras. Registra fragmentos y construye piezas. Convierte a la escultura en signo gráfico y a la palabra escrita en sonido al viento”.
Pistas y reenvíos
En un juego de sutiles reenvíos –un poco a modo de cajas chinas, otro poco como movimiento circular– Lulú Lobo sostiene en Imagen y semejanza un recorrido guiado por la fantasía y la memoria emotiva. En su serie de intervenciones guionadas desde la intuición sensible, cada imagen refiere a un espacio específico que es evocado a su vez desde otro espacio: la imagen se hace elipsis, las referencias se triplican, la fluidez se convierte en estructura y el esquema se diluye.
Desde la voz, desde el cuerpo, desde la letra y, sobre todo, a través de la imagen impresa, Lulú Lobo activa episodios consecutivos en tres puntos significativos de la trama cultural de Buenos Aires: una sala del Museo Nacional de Arte Decorativo remite a la casa; el exterior de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno direcciona hacia la torre; el entorno de las Nereidas de Lola Mora en la Costanera Sur es el ámbito de la fuente.
A través de diversas acciones gráficas, la artista despliega un imaginario personal de tradiciones inventadas en torno a esos espacios reales. Las suyas son estrategias propias de una gráfica expandida: con xilografías, monocopias e impresos digitales sostiene intervenciones en diversos espacios de visibilidad urbana. El objeto se imbrica con el lugar y el momento: la xilografía como panel, el impreso como volante, la palabra impresa como voz en el aire forman parte del repertorio de recursos involucrados que amplían al multioriginal tradicional. Ciertas ficciones genealógicas entraman las tres instancias del proyecto: la xilografía es activada por una performer, la pieza gráfica procura jugar con el límite institucional, el museo vuelve a ser casa, la fantasía personal sobre esos espacios torsiona la historia y sale de lo privado para hacerse pública.
Del panel al espacio de la ciudad: en su deriva gráfica urbana, Lulú sigue y va dejando pistas que son sendas y/o señales. Por una parte, define y traza un camino con direccionalidad norte-sur, desde el museo en Palermo a la fuente de la Costanera; asimismo, direcciona un movimiento desde adentro (del museo) hacia afuera (la explanada de la biblioteca, las inmediaciones de la fuente). Por otra parte, fabrica y deja marcas o indicios en cada una de las tres instancias de su trabajo para ser registradas, recogidas, aprehendidas por los asistentes, transeúntes, el público casual y desprevenido. Sus “señalamientos caprichosos” a partir de preguntas y recuerdos abrevan a la vez en referencias de la historia cultural y del arte, desde Juan Yapari y el primer grabado en territorio local a la emblemática fuente de Lola Mora, desde principios del siglo XVIII a principios del XX.
No son éstos los únicos tránsitos puestos en juego en el proyecto: la intervención de Lulú es a través de impresos en movimiento. Las imágenes dan cuenta de otras mutaciones: de lleno a vacío, de lo virtual a lo real, del espacio al objeto. En las estampas, la recurrencia de la diagonal, de los romboides o trapezoides, remarcan la dominante de figuras irregulares que refuerzan la voluntad de dinamismo, de progresión de tensión de la forma, de ruptura de la estabilidad ortogonal en pos de una idea de movilidad. Esta voluntad surge ya desde la elección de la materialidad del cuerpo de la obra: tal es el caso del uso de papel de molde, con su posibilidad de delicado movimiento una vez montado como panel colgante, o del tarlatán como continente en lugar de la rigidez del enmarcado convencional.
En Imagen y semejanza, Lulú Lobo releva techos y rearma estructuras. Registra fragmentos y construye piezas. Convierte a la escultura en signo gráfico y a la palabra escrita en sonido al viento. Tantea genealogías y (re)crea (sus) memorias. Presiente, dimensiona y reconvierte líneas, planos, colores en nuevas variables de forma y materia, de tiempos y espacios. Juega con la ambigüedad y con lo alusivo a la vez que revisa patrones de estructura. Articula y tensiona planos y vínculos, plenos y vacíos, para componer y desarmar retículas a partir del indicio. En su reinvención de espacios y tradiciones asociadas al amplio proyecto moderno, Lulú sostiene sentidos entre la fantasía y el recuerdo en tres espacios emblemáticos de la cultura porteña.
Silvia Dolinko
Buenos Aires, agosto de 2018