Feminismo no solo para blancas
El Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianxs, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersex y No Binaries tuvo su edición número 38 en la provincia de Corrientes. Mujeres e identidades de la diversidad sexual se juntaron allí para llevar adelante una extensa agenda de talleres, marchas y actividades culturales.
En este marco, y por quinta vez consecutiva, activistas antirracistas miembros de Identidad Marrón asistieron al encuentro facilitando un taller. Pasados algunos días, y con el objetivo de continuar debates, desde La Nota, decidimos charlar con ellas sobre la última experiencia. Conversamos con Chana Mamani, Sara Pérez y Ana Clara Moncada.
¿Cómo vivieron el taller del “pluri” en Corrientes?
Chana: En el taller había una presencia más intergeneracional entre mujeres que pertenecen y viven en territorios y comunidades indígenas de las naciones huarpe, mapuche, mocoví, wichi, qom, quichua, aymara y coya, y que se presentaban de esa manera también. Había jóvenes de 17 y de 6 y 8 años, y profesionales de primera generación. Se dio esta convivencia intergeneracional que me pareció muy potente. Asistieron algunas mujeres blancas, poquísimas, pero que venían puntualmente a saber qué hacer con esto: qué es para cada quien el racismo y cómo impacta. Se habló mucho sobre el cuerpo, sobre diferentes formas de abandono por parte del Estado y sobre lo que entienden por racismo. Había partidos políticos, pero eso fue lo de menos.
Sara: Lo más positivo es que el taller volvió a llenarse, como en la edición anterior, y pudimos escuchar a muchas mujeres de comunidades indígenas, que contaron cómo atraviesan el racismo en sus territorios y cómo siguen siendo usadas para campañas políticas o para el extractivismo cultural desde la mirada antropológica y blanca de la academia. Las problemáticas siguen siendo las mismas:las historias se repiten y la violencia racista hacia los cuerpos marrones continúa naturalizada.
Los encuentros son espacios donde surgen y se afianzan grandes causas políticas de las últimas décadas. La posibilidad de aunar voluntades e intercambiar experiencias de distintos territorios, compartir estrategias y movilizar en conjunto da cuenta un dinamismo político sin parangón por parte de los feminismos argentinos y latinoamericanos. ¿Cómo fue la experiencia de las marchas?
Chana: Lo más conmovedor para mí fue que las jóvenes del taller nos acompañaron a la marcha, movilizadas por esta búsqueda de identidad y por cómo transformar el dolor en orgullo. Como en todas las marchas, hicimos intervenciones públicas con carteles. Y en esta nos pasó algo inesperado: una situación violenta por parte de dos mujeres blancas, que estaban con mucha emoción contenida, gritando, vociferando, aludiendo a que éramos conflictivas, que ellas habían organizado todo durante el año y que nos estábamos “cagando” en eso. “Vuelvan a su provincia”, se escuchó decir de una de ellas. Esa situación nunca nos había pasado. Les explicamos que era una pequeña intervención, que íbamos a estar un rato y después nos corríamos, pero continuó agrediéndonos para que saliéramos de la fila.


¿Cómo leen estas situaciones dentro del movimiento? ¿les pasó alguna vez algo similar?
Sara: No así, como en esta marcha, pero la incomodidad siempre está. En el feminismo decimos que “lo que no se nombra no existe”, pero cuando nombramos nuestras problemáticas, incomodamos. Siento que algunas nos usan para legitimarse como plurinacionales y antirracistas, pero sin intención real de hablar de racismo. Somos un colectivo joven y sabemos que hay formas y formas, pero que nos griten o nos señalen, y que después digan que nosotras somos las violentas por hacer un cartel, muestra un tipo de feminismo que quiere ser amable con todas… menos cuando hacemos una crítica.
Chana: Había gente alrededor, pero nadie intervino. Nosotras, sin ninguna intención de generar nada, tratamos de apaciguar algo que, por la forma y el modo, fue muy violento. Y creo que eso también explica la necesidad de seguir planteando que el feminismo tiene que ser antirracista y preguntarse a sí mismo que es ser antirracista, acá en Argentina. No solo responder a lo que es el antirracismo en el norte global
Ana Clara: El cuestionamiento a las propias compañeras feministas es necesario. Mucho más cuando la vulnerabilidad nos atraviesa. Este año una de nuestras compañeras asistió al encuentro despedida de su trabajo de años en la provincia de Buenos Aires. Sin previo aviso, sin indeminizacion y sin las ultimas semanas pagadas y con mucho destrato por parte de otras mujeres que tambien son parte del movimiento feminista.
(Ana Clara se refiere a Wari Alfaro, despedida de la Secretaría de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual a cargo de Eva Molina del Municipio de Pilar.)
Sara: En la columna de Jujuy algunas compañeras también nos dijeron que éramos muy agresivas por los carteles, lo que vuelve a mostrar cómo opera el antirracismo. Al progresismo en general todavía le cuesta hablar de racismo. Aun así, lo positivo es que nuestro taller crece, cuestiona y va a seguir haciéndolo: no somos un adorno para legitimar la plurinacionalidad. Quieren lo indígena o lo marrón solo como decoración, no como sujeto político. Y eso se nota.


Pensar el racismo en Argentina supone un esfuerzo por dejar de lado los preconceptos con los que fuimos educados, y también atrevernos a mirar nuestra historia cara a cara, cuestionarnos y volver a buscar. Ana Clara fue con esa intención particular al encuentro, y comparte una parte de una lucha que viene llevando adelante desde hace años, la lucha de su verdad biológica. La búsqueda por la identidad de millones de personas nacidas en democracia aún es una deuda de nuestro país, de cientos de miles de niños y niñas apropiados en democracia, sacados de sus familias marrones, campesinas, indígenas y que fueron asentados con partidas de nacimiento fraudulentas.
¿Estuvo presente la causa de la búsqueda de identidad en el tema?
Ana Clara. Si, pero creo que todavía falta hablar más de esto. Una de las razones por las que se eligió la provincia de Corrientes en este 2025 fue el caso de Loan, un niño que desapareció y del que aún no se sabe qué ocurrió: si su familia lo entregó, si lo robaron para venderlo o qué pasó realmente. Desde Identidad Marrón venimos planteando que existen millones de bebés y niñeces en situaciones similares. Las ONG especializadas estiman que 3 millones de personas nacidas en democracia no conocemos nuestra identidad de origen.
¿Qué situaciones construyen esa cifra? ¿Por qué millones de personas no conocen su identidad?
Ana Clara: En muchos casos hubo venta de bebés o situaciones en las que a las madres —siempre mujeres vulnerables, pobres y mayoritariamente marrones, muchas en zonas rurales— se les dijo que su hijo había muerto. Desde los grandes centros urbanos circulaba la idea de que una mujer que deseaba ser madre y no podía “tenía la solución” viajando a una provincia a buscar un bebé. Esto sigue ocurriendo hoy y no existe ningún mecanismo estatal que garantice el derecho a la búsqueda de identidad. Nunca lo hubo.
Si bien el CONADI (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad) permitía realizar pruebas de ADN en el Banco Nacional de Datos Genéticos a personas nacidas en determinados años cercanos a la dictadura, esto servía solo para descartar coincidencias. Si no había compatibilidad, no se tomaban otras medidas para continuar la investigación. Y eso sucedía incluso en una época en la que había consenso democrático en que el derecho a la identidad era fundamental.
¿Cuál es el planteo ahora desde Identidad Marrón?
Ana Clara: Creemos que la búsqueda de la identidad debe ser un derecho para todas las personas que desconocemos nuestro origen, niños y niñas marrones criados en familias blancas. El año pasado dijimos una frase que sigue vigente: Memoria sobre estos casos, justicia para que tengamos las mismas oportunidades de búsqueda y verdad sobre nuestro origen.
Empiezan a circular las conclusiones de cada taller y la experiencia de las miles de personas que, aun en un contexto de crisis económica, hicieron el esfuerzo de viajar y concretar un encuentro. Los feminismos están siempre organizándose, y en ese movimiento continuo algunas cosas parecen estar más en sincronía que otras.
Y es precisamente la obstinación profundamente política y liberadora de los feminismos la que viene evitando que como sociedad escondamos ciertos temas o los dejemos atrás. Las feministas marrones son cada vez más, y los encuentros son uno de los espacios clave para juntarse desde los territorios y desde las distintas historias que cada una encarnan.
Las reacciones se repiten como en otras esferas: acusar de violentos a los cuerpos racializados es muy parecido al epíteto de “histéricas” dirigido a las mujeres que reclaman sus derechos.
“La incomodidad” de la que habla Sara, es ya un primer paso para reconocernos como parte del problema. Puede que algunas personas intenten evitar, mirar hacia otro lado o incluso negarlas, pero en el movimiento estarán cada vez más las feministas antirracistas para evitar que eso suceda.
Fotos de Wari Alfaro



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