El rol del Estado y la explotación animal en el zoológico de Tucumán

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Por Gabriela Cruz para La Palta / Fotos de Elías Cura

“¿Sabías que el único zoológico del norte argentino es el de San Pedro de Colalao?”, dice Diego Ortiz, biólogo encargado del área de rehabilitación y reintroducción de fauna de la reserva de Horco Molle. Y el dato, lejos de ser un motivo de orgullo para la provincia es muestra de la persistencia de prácticas antiguas y crueles que se cuestionan hace ya muchos años. Si bien en San Pedro se habla de  ‘Reserva’, el nombre es lo de menos. “Se puede llamar eco parque, bio parque o zoológico. Lo importante es lo que pasa adentro y si lo que pasa adentro es que se sigue teniendo a los animales en una jaula como un objeto para el divertimento de quien paga una entrada, como una especie de circo romano, está mal”, señala el profesional. 

Es por esto que muchos zoológicos se han cerrado o se han reconvertido en verdaderas reservas o espacios con otra lógica y otro objetivo. Entendiendo a los animales como sujetos de derechos y no como objetos para ser exhibidos. La tendencia es tener cada vez menos animales en cautiverios y devolverlos a su hábitat natural paulatinamente. En el norte argentino existen ejemplos como La Rioja que se encuentran en pleno proceso de reconversión. Los animales en cautiverio ya no están exhibidos al público y se trabaja para su reubicación en lugares apropiados o su paulatina liberación. 

Pero la decisión de cerrar los zoológicos y/o convertir esos espacios en lugares de reinserción es una decisión política y quien debe hacerse cargo es el Estado.  “Tiene que haber una intervención real, no una visita superficial. Ese lugar -por la reserva de San Pedro- no está funcionando como tiene que funcionar y que desde el Estado se haga un salvataje de esta manera me parece vergonzoso”, opina el especialista haciendo referencia a la visita al lugar y posteriores declaraciones de las autoridades provinciales. 

Y cuando afirma que el Estado es el responsable advierte que, independientemente de que el espacio sea propiedad y administración privada, quien habilita es la Dirección de Fauna -en este caso de la provincia-. “Si habilitaron la tenencia de dos osos, debería haber un control en la reproducción. De los dos osos fundacionales hoy hay seis u ocho. y es evidente que no hay un control y probablemente no hay un plan”, señala Ortíz haciendo hincapié en la falta de control en la reproducción de las especies en cautiverio.

Liberar los osos: de la dificultad a la posibilidad

“¿Qué hacés con seis osos pardos?”, se pregunta el biólogo y la respuesta parece obvia: hay que regresarlos a su ambiente natural. “Su ambiente natural es Canadá, entonces no pueden estar en San Pedro de Colalao con 40 grados de calor. Ahora, ¿cómo llevamos 6 osos a Canadá? ¿Cuánto sale llevarlos? ¿Quién los lleva?”, y el escenario se complejiza porque no es tan sencillo como cargar los animales en un medio de transporte y cruzar casi una decena de fronteras. 

La mayoría de los zoológicos que se han cerrado o reconvertido en el país pertenecen al Estado, eran de gestiones provinciales o municipales y allí la intervención estatal fue directa. En casos de lugares privados -como lo es el de San Pedro- la decisión y la inversión de recursos es de un o unos empresarios que responden a lógicas de lucro. Pero, como se señaló anteriormente, es el Estado el que debe regular y controlar. “Es muy costoso sacar esos animales que la mayoría de las veces ni siquiera son autóctonos porque esos zoológicos tienen osos, tigres. Ya con los animales autóctonos es costoso porque implica buscar lugares con planes de reintroducción de especies y trasladarlos ahí. Pero con los exóticos es otro el escenario”, comenta.

El panorama no es tan apocalíptico como parece. Y si bien es un desafío costoso y lleva mucho más tiempo de lo que se estima a simple vista, lo primero que se necesita es voluntad política. Así lo demuestran no solo la experiencia de La Rioja, sino también la de Buenos Aires, Mendoza, La Plata, Santiago del Estero. “Se puede. De hecho se han llevado elefantes a un santuario en Brasil, se han llevado leones a Sudáfrica, del zoo de Mendoza se ha llevado osos a Canadá”, resume como antecedentes. Pero hay que tener en cuenta que existe una serie de pautas sanitarias y un largo proceso de adaptación.  “El traslado de los elefantes de Mendoza llevó casi dos años porque implicó entrenar a los elefantes, conseguir el permiso. Implica inversión”. 

El activismo, las denuncias y el accionar técnico

El martes, en la vereda de Casa de Gobierno, un grupo de activistas se disfrazaron de animales y se encerraron en jaulas de utilería. La imagen buscaba sensibilizar acerca de las condiciones en las que los animales se encuentran en el zoológico de San Pedro de Colalao y sostener una denuncia que, al decir de Diego Ortiz, termina siendo el paso necesario para que las autoridades intervengan y convoquen a quienes tienen una formación técnica específica. 

En Tucumán existen carreras que forman profesionales especializados en esta problemática en particular y que pueden dar vastos argumentos sobre el estado real de los animales que se encuentran en cautiverio. “Hay especialistas que estudian la conducta animal y en la facultad de Ciencias Naturales existe un espacio donde hay profesionales que estudian el comportamiento animal y que pueden hacer una evaluación completa que vaya más allá de ‘le veo el pelaje y se lo ve bien’”, remarca Ortiz y advierte los riesgos de reducir el concepto de bienestar animal a las características visibles y la condición física. “Se debe analizar no solo para cada especie sino también para cada individuo porque un individuo de la misma especie puede tener un comportamiento alterado porque ha pasado mucho tiempo en cautiverio”, ejemplifica. 

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FOTOGRAFÍA DE ELÍAS CURA | LA PALTA

Alternativas viables y respetuosas

Cuando se habla del cierre de los zoológicos, se habla también, en algunos casos, en su conversión en espacios donde se les brinde a los animales condiciones adecuadas. Por un lado, que tengan como principal objetivo la readaptación para su reinserción en su ambiente natural. Sin embargo, existe la posibilidad de que esos animales no puedan ser liberados y deban permanecer en cautiverio. En estos casos, corresponde evaluar si pueden ser o no exhibidos al público. “Hay animales que si los exhibimos se estresan, o que son de hábitos nocturnos”, señala como algunas de las razones por las que se puede decidir no mostrarlos. 

Pero en caso de que los animales en cautiverio se muestren, la lógica tiene que ser, ante todo, educativa.  “Esto significa que quien visite ese lugar vaya con alguien que indique qué se puede hacer y qué no. Que regule los tiempos de observación para respetar los tiempos de los animales. Que concientice sobre los animales como sujetos de derecho y que haga no solamente de guía sino también que brinde educación ambiental, es la clave”, señala profesional de la reserva de Horco Molle, donde se trabaja desde esa perspectiva. 

 “Cuando decimos que es un sujeto de derecho es porque no tenemos dudas de que es un ser pensante que siente dolor, que siente estrés, que siente el amor”, explica Ortiz. Y desde esa certeza, el biólogo deja claro que sea cual fuere el caso -que se decida exhibir o no a los animales- es imprescindible que las condiciones de cautiverio sean las mejores teniendo en cuenta su especie, sus hábitos, sus comportamientos. “Y aún cuando le brindamos las mejores condiciones y hacemos educación ambiental, el animal sigue estando cautivo”, remarca sobre el final. 

La necesidad de seguir exigiendo al Estado que intervenga en las condiciones del zoológico de San Pedro de Colalao es imperante. Hay sobradas muestras de que el cambio es posible siempre que la voluntad política acompañe. “Tengamos en cuenta que los zoológicos que se cerraron están en los grandes centros urbanos. En este caso es un recinto que se encuentra en un lugar alejado y las denuncias cobran fuerzas en enero, cuando van los veraneantes”, reflexiona Ortiz. Será momento de presionar al Estado y no dar tregua hasta conseguir que el único zoológico del norte argentino desaparezca. 

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