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El Pacto de Mayo en julio: Ironías de la independencia bajo el gobierno de Milei

Por Nuria Anastasio

Siete meses han pasado desde la asunción del presidente Javier Milei. Cualquiera de nosotros podría pensar que este tiempo le ha sido suficiente para demostrar que las promesas de la libertad podían acercarnos a esa Argentina que tanto nos prometieron. Una Argentina cuya salud pública fuera más eficiente que la del gobierno anterior, cuya educación fuera más de excelencia, cuya inflación no tuviera entre las cuerdas a miles y miles de familias. Cuyos salarios se convirtieran en lo competitivos que se prometía. Que la dolarización, que los sistemas de vouchers, que los puestos de trabajo que traerían las grandes empresas que se instalarían. Que el ajuste lo iba a pagar la casta, que se cortaba un brazo antes de subir cualquier impuesto. Y la lista puede, lamentablemente, continuar. 

Nos encontramos, nuevamente, ante un fraude de campaña. Caímos en la trampa nuevamente como sociedad. Parece que fuera ayer cuando en 2015, quien sería electo presidente de los argentinos, otro blanquito de ojos color de cielo, nos venía a traer la idea de “pobreza cero”. Un slogan de campaña bastante ambicioso, incumplible e inalcanzable. Pero la mayor porción de la sociedad lo compró. “Ya es millonario. No nos va a robar” era lo que se escuchaba. Así pasamos de ser una patria desendeudada gracias a Néstor Kirchner, a contraer el préstamo más cuantioso que se recuerde, dejándonos con la soga al cuello por parte del Fondo Monetario Internacional durante decenas de años. Generaciones de argentinos y argentinas no presenciarán el “pobreza cero” y no vivirán dentro de esa Argentina próspera y abundante que nos vendieron. 

Los ideales de país se vendieron, los miles de millones de dólares que el Fondo Monetario Internacional nos prestó se fugaron gracias a la cintura financiera de la timba de quienes hoy manejan el Ministerio de Economía, junto a la par de docenas de las familias más ricas de este país. Muchas de las cuales ni siquiera residen acá. Nada nuevo bajo el sol. 

¿Y ahora? ¿Quién podrá defendernos?

El escenario se volvía más y más catastrófico. Como había anticipado Cristina Fernández de Kirchner, los resultados iban a ser en tres tercios. La balanza se iba a inclinar hacia el “anti-populismo”. Nunca a favor de una propuesta que incluya. No a favor de seguir mejorando lo que ya existe. La mayor parte del electorado empezaba a ver con cariño a la motosierra y a la licuadora, que traían promesa de cambio, de terminar con el curro, de frenar la inflación, de una Argentina mejor para “los argentinos de bien”. Y, ante la inminente derrota a nivel nacional, creímos necesario dejar el cuerpo en las calles militando por un gobierno provincial que nos proteja. Que pueda generar las tensiones necesarias para evitar que el cinturonazo de La Libertad Avanza se lleve puesto al pueblo. Teníamos que lograr que Juntos por el Cambio, de la mano de Roberto Sánchez, no llegue a sentarse en Casa de Gobierno, frente a Plaza Independencia. 

Creímos posible que Osvaldo Jaldo configuraría una esperanza real de protección ante la avanzada de la ultra-derecha que compone el gobierno nacional. Realmente lo creímos posible. Salimos a militar su campaña y al resultar ganador en las elecciones, también nos compramos el cupón que nos hacía sentir ganadores a nosotros y nosotras, el campo nacional y popular. Sensación que no duró tanto tiempo. Sobre llovido, mojado. La noche se avecinaba y el ocaso de nuestra esperanza cobraba vigor.

Hoy tenemos un gobernador que fue el primero en alinearse con Milei. Tenemos un mandatario provincial que se autoproclama “fanático” de la Ley Bases. Tenemos a intendentes del conjunto de los municipios firmando en conformidad cheques en blanco, poniéndose a disposición de un gobierno nacional que, lejos de darnos oxígeno, se regocija en el ahorque de nuestros pueblos. Tenemos juventudes justicialistas que siguen la línea de firmar en conformidad y poner sus nombres a favor de una tiranía que difícilmente podemos interpretar si es que la comprenden o si son rehenes de sus propias posiciones, de sus propios designios, de todo aquello a lo que no están dispuestos a renunciar si alzan la voz a favor de sus doctrinas y sus valores justicialistas y en contra de este gobierno que, a la vez que los tratan de ratas, no desacelera en quitarnos los derechos que tanta lucha nos ha llevado conquistar. 

Shampoo anticasta para el lavado de cabecitas y lobotomía histórica

Estamos a un día para que nos visite nuestro presidente a firmar en Tucumán el Pacto de Mayo (en julio). La fecha será en conmemoración de un nuevo aniversario de la Declaración de la Independencia de nuestra Patria. La fecha no podría ser más irónica. Un pacto para esperanzarnos en una Argentina renovada, reluciente, para todos los argentinos de bien, no para los orcos, no para los estudiantes, jubilados, trabajadores informales, infancias y adolescencias, mujeres y disidencias, víctimas de violencia de género, personas con discapacidad, jefes y jefas de hogar que se quedaron sin empleo y todos aquellos que hoy atraviesan la angustia de la posibilidad de perderlo. 

¿Qué festejamos? ¿La independencia de qué? ¿De quiénes? ¿Quiénes son esos argentinos de bien que no les conocemos los nombres? ¿Quiénes quedan incluidos dentro de ese pacto y quiénes quedan afuera de esa Argentina que, según ellos, no la vemos? ¿Será que la nueva ley de bases vendrá a componer algo de toda esta curva negativa que venimos viviendo desde diciembre? ¿Será que no hay plata para el hambre del pueblo, pero si para la gira mundial de nuestro mandatario? ¿Será que Jaldo si la ve? ¿Seremos lo suficientemente organizados para poner un freno, pedir respuestas, exigir que no nos desguacen o será que tendremos que esperar 40 años para ser Alemania?

El hambre no es tonto y tiene sus propios impulsos. Sabemos que es necesario organizar tanta bronca y construir la alternativa. El juego actual de salvarse quien pueda, deja a miles de militantes a la deriva de sus propias posibilidades. Pequeñas posibilidades. El germen del individualismo se percibe en las sillas de los ausentes. En el silencio y la mirada indiferente de aquellos que ayer nos pedían organización política para vencer al tiempo y hoy están en sus despachos calefaccionados y sus heladeras colmadas pidiéndonos que esperemos. Que sigamos esperando. La pregunta es ¿hasta cuándo? Y ¿cómo?

Un nuevo pacto es urgente. Un pacto que nos invite como sociedad a levantar la voz y exigir respuestas. Exigir acciones concretas para la protección de nuestra patria. Exigir que se modifique todo aquello que se diseñó estratégica y sistemáticamente para entregar hasta el último alfiler de nuestros recursos a intereses corporativos extranjeros mientras acá te cuentan las costillas a la vez que te pisotean en las plazas, te encierran por manifestar y te torturan en ese encierro. Para que lamentes haberte involucrado, para que no lo hagas más. Para que lo que te sucedió a vos, que estás ahí en una celda tirado y esposado, le sirva a cada persona que quedó afuera. Para poder contagiarnos del germen individualista, mirar para otro lado y fingir demencia mientras todo empieza a hacer juego con aquella época a la que juramos decirle “nunca más”.

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