El derecho a creer

En nuestra provincia nadie es ajeno a Semana Santa. Incluso para las personas que no practicamos ninguna religión, resulta imposible abstraernos de los viacrucis, los huevos de pascuas, el pescado, y una serie infinita de particularidades que acontecen estos días. Aunque no creo en Dios, sí creo que todas las personas tenemos derecho a creer. Revolotean en mi cabeza algunas ideas de Lohana Berkins, esa furiosa travesti salteña que reivindicó su derecho a ser todo lo que quería, a ser en sus propios términos, entre los cuales figura también el haber sido católica, creyente, con esas fuerza en su espiritualidad que “los del norte” conocemos muy bien.

Me decidí, entonces, a preguntar  como están pasando la semana santa tres personas que lucharon también por su derecho a creer. Luisa Paz, referente nacional de ATTTA, Carla Beartriz Gerez mujer trans católica apostólica romana, y Mónica Astorga Cremona, monja de la orden de las Carmelitas Descalzas.  Cada una de ellas vive de formar particular su espiritualidad, creen en lo que hacen y esas creencias a veces incomodan.

Luisa Lucia Paz, santiagueña como el mistol, es creyente y encuentra en las prácticas religiosas de su pueblo la aceptación que se le niega en el Estado.

Somos de la religión popular, y creo también que somos aceptadas dentro de la cultura popular. Muchas veces escucho que dicen que nosotras no somos aceptadas culturalmente, cosa que niego y afirmo como una mentira. Porque a mí en la cultura popular me aceptan en todos lados, incluso en la religión. Donde no me aceptan es en lo institucional. Y que esos dispositivos le trasladan la responsabilidad a toda la cultura, pero no es así. Creo que la mayoría de las compañeras trans lo que aceptan es eso, la festividad  de la religión popular, y no todo lo que conlleva la religión católica apostólica romana.

En mi familia siempre fuimos de la religión popular. Aquí en Santiago hay mucha religiosidad popular. Por ejemplo el señor de Mailin, una festividad donde todos los años asisten más de 50 mil personas, donde se venera a un Santo adentro de un árbol, todo el mundo va a tocar el árbol. 

Yo me he ido el año pasado, es a 300 kilometros de la capital, tres días con toda la familia, llevando  los vagayos para quedarnos a dormir ahí. Está la iglesia ahí en el medio, hay baile y timba alrededor. Es una fiesta pagana, donde incluso muchas compañeras van a ese lugar a trabajar, a conseguir el mango para comer, en medio de semejante fiesta. Y además haciéndole honor al santo. Y lo mismo pasa con el gauchito gil, con la Virgen de Huachana, la virgen de la Piedad.”

Pero este camino espiritual no fue siempre vivido con la misma intensidad, hubo años en los que ni siquiera se podía dar el lujo de creer:

Entre los años 1985 y 1995 no tenía tiempo para la espiritualidad, porque tenía que tener toda la energía puesta en enfrentar la policía, tratar de no ir presa y tener 5 pesos para comer. Debo haber pasado más de 10 años así,  viviendo violencia institucional viviendo en Buenos Aires.

El transcurrir del tiempo, la lucha y el avance en materia de derechos modificó muchas vidas, Luisa se casó por civil y por iglesia:

Cuando estábamos haciendo incidencia para que se apruebe la ley de matrimonio igualitario, mucha gente que sabía que yo estaba en pareja hacía ya muchos años siempre me decía “vos vas a ser la primera en casarte”, yo nunca me lo había planteado como una necesidad personal. Siempre fue luchar por un derecho para el colectivo LGBT, no lo veía en mí. Entonces yo respondía que me iba a casar cuando salga la ley de identidad de género.

Luego salió la ley, y pensé que quizás era el tiempo. Le pregunté a mi compañero, sentí la necesidad por el lado de que el ranchito que construimos juntos sea de los dos. Yo le decía, que va a pasar en el caso que me pase algo a mí, quería que el también quede protegido. Entonces él me dice “yo acepto pero  no quiero ni un medio de comunicación”. Para mí eso era como decirme no, directamente. Entonces le dije “no se habla más del tema”, porque yo no podía salir a defender y a pedir que los demás casamientos salgan en los medios y justo yo voy a evitar eso. Meses después una amiga me dijo que conocía a un cura que estaba dispuesto a casarnos. Una noche estando solos, en la cama, viendo tele, le dije:

-José, quiero que hablemos de nuevo del casamiento. Porque me han preguntado si no quiero casarme por iglesia.

Entonces el me mira y me contesta automáticamente

-Si, si es por iglesia Sí.

-Pero mirá que si es por iglesia va a ir mucha gente-Le advertí.

Y a los meses estábamos casados.  Siempre me preguntaron a mí por el casamiento, pero nunca a él. Para mí si fue sobre todo un hecho político y militante, pero para él fue algo más. Porque él y su familia si están atravesados por la religiosidad popular, y el casamiento significa una legitimidad familiar muy importante.

Luisa pasa las pascuas en familia, recuerda las ausencia de su madre, comparte con su hermana, con su cuñada y con sus ahijados. Desde ATTTA planea crear un espacio religioso para que las compañeras trans que sientan la necesidad puedan encontrarse.

Una cena con Dios

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Carla nació en el barrio porteño de Congreso, tiene 47 años. Es propietaria de un centro de estética y belleza. A los 9 años sus padres retornaron a Santiago del Estero, ciudad en la que todavía reside. Comenzó a transicionar a los 17 años de edad , estudió hasta cuarto año de medicina en la UNT, y tuvo que abandonar para cuidar a su madre. Su camino espiritual comenzó por su propia elección con la religión mormona, comunidad de la que luego se alejó.. Es devota de Jesus y de la virgen de Medalla Milagrosa.

Hace 10 años decidió entrar en la comunidad católica, recibió el bautismo, la primera comunión y confirmación. Asiste todos los sábados a misa, lleva sus minifaldas y sus vestidos. “Antes iba muy provocativa, con mi postura de que si alguien me decía algo, iba a pelear. Me criticaban por la forma en la que iba vestida, pero yo les decía que iba a la cena del señor, a su encuentro. Me vestía de esa forma porque no había festejo más grande que ir bella a la cena del señor.”

Ante la pregunta por estas pascuas dice que planea pasar con su hermana, con quien venía distanciada, pero que estos días son para ejercitar el perdón.

Por trabajo digno para las personas trans

La primera persona trans que se aceró a la hermana Mónica fue Romina, devota de la virgen de Lourdes. Ella  se acercó a la parroquia a dejar el diezmo. Cuando le preguntaron de qué trabajada ella dijo que de lo único que dejaban trabajar a las trans, la prostitución. A partir de ese momento, hace ya 12 años, la hermana Mónica emprendió un trabajo de acompañamiento a la comunidad trans, ayuda a las mujeres trans a dejar el consumo de drogas y a tener trabajos formales para salir de situación de prostitución.

Yo la invite a Romina y otras chicas al monasterio a rezar, y lo primero que me dijeron es “ a nosotras no nos dejan llegar a Dios” y la realidad es que sí, fueron y son expulsadas de las iglesias. Muchas me dijeron a mi “si nosotras cuando salimos a la calle no nos encomendamos a Dios, no estaríamos vivas”. No todas tienen fé, pero muchas sí y le permitimos participar en una iglesia y compartir con el resto.

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En su recorrido por distintas provincias, conoció a muchas mujeres trans que no son creyentes y ella lo primero que dice es: Yo no vengo a cuestionar tus creencias, no vengo a decirte que tenes que ser católica, vengo a decir que te amo y respeto así como sos, y  que Jesús y la virgen a quien yo amo, te ama y te respeta como sos.

 Personalmente para mí es muy fuerte la semana santa, sobre todo estos tres días. El jueves Santo es el día la última cena y el lavatorio de los pies. Y pienso en ellas, ¿Cuántas veces nos bajamos a lavarles los pies?, y en ese lavado de pies va el cuidado, la mirada compasiva, el decirles te acompaño, te respeto, no te condeno. En escuchar sus historias, que generalmente fueron expulsadas  desde muy corta edad de sus familias, y así empezaron a rodar por la vida, pasando de una mano en otra. Y muchas veces me cuestiono yo, cuantas veces me  postro ante sus pies a decirle “quiero sanar esas heridas, cuidarte.

El día viernes Santo, represeta la crucifixión, y me pregunto cuántas veces las estoy clavando en la cruz. Todos los latigazos y palabras que recibió  Jesús, las traslado a lo que vive una trans. La vigilia pascual y el sábado de gloria es lo que sueño para cada trans. Que llegue este día glorioso en la que las pueda ver de pie, con un trabajo digno, con una vida digna, que puedan caminar por la calle sin recibir mirada de rechazo. Que sea un día de luz para ella. Así vivo esta semana santa, trasladándolos a lo que yo acompaño. Y juego mi vida día a día por este colectivo trans.


No creo en Dios alguno, nunca estuve cerca de la religión aunque sí participo de prácticas religiosas en familia. No sé si alguna vez crea, pero si eso llegara a pasar, estoy seguro que elegiría creer en un Dios que no condena ni juzga a las personas por su orientación sexual ni identidad de género. Las travas y trans tienen derecho a todo, incluso a creer en Dios, le pese a quien a le pese.

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