El artista visual, fotógrafo y docente tucumano, Pablo Masino, expone “El agujero producto de una quemadura” hasta el 11 de abril en el microcentro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Reflexiones sobre cómo construir sentido desde el quehacer fotográfico.
La sala de exposiciones de Espacio Tucumán (Suipacha 140 – C.A.B.A.) abrió sus puertas el 22 de marzo pasado, para presentar el nuevo trabajo fotográfico del artista y docente de fotografía de la Escuela de Bellas Artes de la UNT, Pablo Masino.
El agujero producto de una quemadura se trata de una obra adaptada -desde su germen- para las instalaciones expositivas de Espacio Tucumán, cuya dirección cultural corre a cargo de la Lic. Mercedes Viegas.
Bajo la curaduría de Belén Romero Gunset, este trabajo se sustenta de una recopilación y montaje de fotografías asociadas al paisaje, producidas por el autor. Las mismas, representan entornos barriales y domésticos, como actos desencadenantes de una sucesión de ideas y paralelismos, asociados al acto fotográfico como práctica.
Durante el proceso de creación de ‘El agujero’, su autor sostuvo que el resultado de “estas fotografías subvierten la idea de acción, y el registro de los rastros se sostiene en la noción de desapego. De esta manera, se da lugar a una forma diferente de habitar los espacios, de implicarse durante un cierto tiempo en la observación del lugar de los objetos, de guiarse, estrictamente, por la luz y lo que se puede hacer con ella cuando se opera el aparato fotográfico. Como puntos de una constelación, estas fotografías son el registro impreciso de las experiencias de quien quedó implicado detrás de cámara”.
Pablo Masino (1989) participó de diversas exposiciones individuales y grupales, entre las que se destacan Nobleza en el Museo de la Universidad Nacional de Tucumán (2013 – individual) y Liva en los Encuentros Abiertos del Festival de la Luz (2010 dentro de la muestra colectiva Migrantes), en el Consejo Federal de Inversiones de C.A.B.A.
Entre su formación, Masino señaló la influencia de Alejandra Mizrahi, Guadalupe Miles, Javier Soria Vázquez, Solana Peña, entre otros. Además, incursionó en algunos proyectos del campo audiovisual como fotógrafo fijo, camarógrafo y director de fotografía. Es Técnico Universitario en Fotografía, egresado de la Facultad de Artes de la UNT.
Actualmente, Masino forma parte del equipo docente de la Escuela de Bellas Artes de la UNT, a cargo de las asignaturas de Fotografía y Audiovisual, desde el año 2015. También, fue docente y co-gestor de Tamañoficio desde su inicio en 2014 hasta agosto de 2018. Durante 2013 formó parte del equipo de gestión de El Rancho Relámpago.
“El agujero producto de una quemadura”
Paisaje. Un barrio sin ostentaciones, la misma esquina en distintos horarios, verde, plantines y desperdicios, pórtico y frentes reveladores del paso del tiempo. Tiempo. De día, de noche, de interiores que contienen otras fotografías y objetos. Se trata de una serie de elementos, traducidos a una sumatoria de píxeles subyugados, uno por uno, al frenesí del retoque en laboratorio digital en manos de Pablo Masino, pero aquí hay algo más. De hecho, bastante más.
De acuerdo a lo propuesto por el semiólogo, Eliseo Verón, en su texto La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad, no se puede explicar ni describir un proceso significante, sin antes explicar sus condiciones sociales productivas. A su vez, todo fenómeno social es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso de producción de sentido. Este doble fenómeno planteado por Verón, se traslada –desde luego– a la interpretación de las representaciones visuales, y se exacerba en la complejidad del lenguaje fotográfico. “Todavía insisto en la puja entre los límites y las capacidades del medio fotográfico, respecto a la explicación de la realidad”, señaló Masino, sobre una de las constantes de significación que opera en su obra.
“¿Qué dimensión debe tener cada imagen?
¿Qué imágenes deben estar lo más separadas posible?
¿Qué imágenes deben estar lo más juntas posible?”
“El lugar que la fotografía ocupa en el espacio, es un aspecto determinante en la naturaleza de mi producción”, agregó Masino. “Tal es así que desde 2015 comencé a experimentar con diversas formas de instalar las imágenes en un contexto determinado. La propuesta actual insiste en esta pregunta”, indicó.
La fotografía desprende múltiples capas de sentido, y Masino, en esta oportunidad, sumó una serie de decisiones constitutivas, con claras reminiscencias de una constelación visual, invitándonos a corrernos de la imagen acabada, íntegra e inmaculada que aún opera en nuestro inconsciente mimético, sobre cómo debe ser lo fotográfico en vinculación con las artes visuales.
En cada recorte y selección técnica, existen restricciones innegociables que, al combinarse, dan lugar a la disputa de sentido de Masino. “La manera de constelar las imágenes es arbitraria, y responde a un proceso de investigación interno, basado en la pregunta y la categorización, que también se puso en juego con las condiciones y limitaciones de la sala donde fueron montadas”, señaló.
“Al momento de imprimir, fue el ancho del rollo de papel disponible el que determinó los puntos de corte a lo ancho del plano de la constelación. El soporte elegido se sustentó de un papel liviano, que dio cuenta de su propia fragilidad, de un poco más de un metro de ancho”, agregó.
Paisaje casi, inhumano
Los inicios de Pablo Masino en la fotografía, y los siguientes diez años de producción, se basaron en “un intento de registro de experiencias compartidas con otros. Por entonces, las fotografías eran el producto de lo que para mí significaba oscilar entre la celebración y la desdicha, fruto de las relaciones humanas”, reflexionó.
“Con el tiempo, la construcción de cada encuadre, la intervención sobre la escena y el acto fotográfico en sí mismo, comenzaron a prescindir de las personas. Dicha situación, resultó en el proceso de recorrido y observación de contextos diversos y la configuración de un cotidiano, prácticamente, despojado de acciones, sostenido, estrictamente, en lo fotográfico y en la idea de habitar los espacios y permanecer implicado. Hacer de esa implicancia una experiencia y, al mismo tiempo, el objeto de estudio esencial de mi trabajo”, explicó Masino, el operador del dispositivo, que supo involucrarse, tautológicamente, con su propia representación en una de las fotografías de El agujero producto de una quemadura.
La contingencia en la fotografía es algo que parecería no poder existir, ya que disparar la foto se erige como un acto de necesidad. Pablo pone al lado necesidad y contingencia sin tomarlas cómo antagónicas. El plan funciona en la pantalla, que luego va a fragmentarse en la imprenta. Pablo tienta a la tecnología a fallar y, de esa falla, emerge el sentido. El agujero producto de una quemadura es eso; ese hueco que recorta una imagen. El agujero es el testigo de una acción, en este caso de una quemadura. El agujero es el pasaje a otro estadio, a otra dimensión, a la dimensión del no control.
Dra. Alejandra Mizrahi