Resumen del contenido Mostrar
En el marco de la tragedia que se cobró la vida de al menos 23 personas intoxicadas tras consumir cocaína de alta toxicidad, el psicólogo Emilio Mustafa analiza lo que sucede en Tucumán, desde un conocimiento en territorio. Mustafa es especialista en adicciones y trabaja en diferentes barrios vulnerables de Tucumán, donde la droga y la pobreza están enlazadas y el narcomenudeo instalado como práctica cotidina y de subsistencia.
Por Emilio Mustafa, psicólogo matrícula profesional 1912
Las lamentables pérdidas de vida de 23 personas y las más de 80 personas intoxicadas, producto del consumo de cocaína de alta toxicidad, visibiliza la grave problemática de las adicciones por un lado, que afecta la salud de amplios sectores de nuestro pueblo, y por el otro el afianzamiento de narcotráfico y el narcomenudeo a lo largo y ancho de la argentina.
Desde ya que no es un problema de nuestro país solamente, sino que es un fenómeno mundial, en el actual contexto histórico- social, de hegemonía del sistema capitalista en fase monopólica imperialista, donde el consumo y producción de drogas encuentra tierra fértil para afianzarse, y desarrollarse en forma extraordinaria, convirtiéndose en uno de los negocios más importantes en el que se sostiene el sistema financiero.
Es precisamente por estos grandes beneficios económicos que se estructuran grupos económicos financieros internacionales, que generan vastas redes logísticas, tanto legales como ilegales para sostener el negocio del narcotráfico. Para ello cuentan con la complicidad en distintos países, de grupos criminales, que a la vez tienen contacto con sectores estatales y privados, acompañados de un aceitado mecanismos de corrupción que engloba a algunos sectores de las fuerzas de seguridad y la policía, de funcionarios políticos y judiciales, siempre al calor y la protección de las clases dominantes y de poder.
ARGENTINA
Volviendo a la Argentina, históricamente fue un país de paso en el tráfico de cocaína, hasta la década de los 80. Esto se modificó a mediados de los años 90, si bien el consumo de cocaína tiene una larga historia en nuestro país asociado a sectores de clase media y media alta, su consumo no tenía la masividad y la gravedad que sí se pudo observar a partir de la década del 2000 hasta la actualidad.
El ingreso de la cocaína en la Argentina se da desde la frontera norte del país, Salta y Jujuy, proveniente de Bolivia y Perú. Siguiendo su circuito hacia las ciudades importantes del centro del país hasta llegar a su destino principal que son los puertos más importantes de la Argentina, como ser Rosario y los distintos puertos del Paraná, Buenos Aires, y Patagonia. La cocaína que sale de la Argentina desde los puertos tiene como destino Europa. Y un porcentaje de ese tráfico es para consumo interno en las principales urbes del país.
A mediados de los 90 se detectaron en las villas de Buenos Aires los primeros consumos de pasta base de cocaína (Paco) comercializada por narcos peruanos. Es a fines de esa década que se organizan las primeras madres de jóvenes adictos que denuncian los graves problemas de adicción que sufren sus hijos en los barrios por el consumo de la pasta base. Este grupo de madres se comienzan a llamar “Las madres del Paco”.
Pero la verdadera explosión en la masividad del consumo de cocaína y de paco, fue después de la crisis social, política y económica que derivó en el argentinazo del 2001, dando lugar al agravamiento y la complejización de las adicciones y, poco a poco fue generando las condiciones para el fenómeno del narcomenudeo, que se fue instalando en el corazón de los barrios populares. Esto llevó que Argentina deje de ser un simple país de tráfico de cocaína hacia los puertos con destino a los países europeos, para pasar a una nueva etapa del narcotráfico en nuestro país: producir y acondicionar “laboratorios” precarios o cocinas, para el estiramiento de cocaína donde la producción de la pasta base que viene de Bolivia, Perú, y Colombia en menor medida, es procesada y estirada con el objetivo de generar el mayor volumen posible para su venta. Por ejemplo un kilo de pasta base que se compra en dólares en la frontera, los narcos en nuestro país a través del estiramiento y corte, pueden sacar hasta 5 kilogramos de cocaína de diversa calidad. Es tan redituable el negocio que venden hasta la basura que es el paco.
El negocio de los narcos es conseguir volumen. Cuanta más cantidad puedan obtener en el estiramiento y corte, mejor. Por eso es habitual que agreguen adulterantes como, benzocaina, cafeína, aspirinas, vidrio molido, harinas, bicarbonato de sodio, algunos tranzas agregan azufre rallado, venenos, como parantion que son utilizados para fumigar plantaciones, entre otros.
Hablar de “cocaína adulterada” es una verdadera paradoja, ya que el procesamiento de las hojas de coca para la elaboración de cocaína requiere de precursores químicos tales como solventes, combustibles nafta o kerosene, pergamonato de potasio, ácidos clorhidratos, soda cáustica entre otros. Todos estos son altamente tóxicos para el organismo humano.
TUCUMÁN
Nuestra provincia no está ajena a este fenómeno. Entre el año 2006 -2007 aparece el consumo de paco en los barrios populares y en el año 2010 emergen las primeras organizaciones de madres de jóvenes adictos (Madres de la esperanza, Madres del pañuelo negro, entre otras) que denuncian el crecimiento de las adicciones afectando significativamente la salud de los chicos y chicas de los barrio.
A la vez, a partir del año 2013 se va afianzando el narcomenudeo en nuestra provincia hasta llegar hasta un alto desarrollo en la actualidad donde se observa el afianzamiento logístico y económico de los tranzas en los barrios, logrando a la vez a nivel simbólico cierta legitimación social en la venta de drogas, ante la grave situación social de pobreza estructural que viven muchos sectores de la población.
Es importante resaltar que este crecimiento exponencial del narcomenudeo fue acompañado por la complicidad de un sector de las fuerzas policiales, que muchas veces miran para otro lado, o mantiene una estrecha convivencia con los tranzas en los barrios. Pero hay que aclarar que esto es una parte de la red, porque el narcomenudeo es una estrategia de distribución y venta diseñada dentro de una estructura más grande, que requiere una logística económica, financiera, de distribución y producción a gran escala. El narcotráfico es esencialmente financiero y para ello necesita de las estructuras de bancos y financieras para el lavado y blanqueo de grandes volúmenes de dinero. Por eso, los que realmente manejan el negocio no viven en las villas ni en los barrios populares, sino en los lugares más exclusivos que el dinero puede pagar.
PANDEMIA Y AUMENTO DE CONSUMO EN TUCUMAN
La pandemia por Covid 19, desde marzo del 2020 hasta hoy, trajo aparejado el agravamiento de la crisis social, económica y sanitaria, generando un alto impacto en la salud mental en nuestra sociedad, como trastornos de pánico, crisis de ansiedad, depresiones, violencia contra las mujeres, y el aumento del consumo de sustancias psicoactivas y las adicciones.
El consumo de alcohol durante el primer año de la pandemia se disparó el doble en todos los sectores sociales. El alcohol hoy en Tucumán y Argentina es la principal sustancia de consumo, junto a los psicofármacos con una gran incidencia en la clase media y alta. La cocaína mantuvo un alto consumo en los distintos sectores sociales, si bien durante el primer año de pandemia se encareció su precio por el cierre de las fronteras por la cuarentena, en el año 2021 su distribución y consumo se restableció y estabilizó.
En los barrios populares de Tucumán se observó un agravamiento de la problemática de las adicciones y consumo de sustancias en jóvenes y adultos en barrios como la Costanera, los Vázquez, Alejandro Heredia, ARA San Juan, San Cayetano entre otros, registrándose una disminución en la edad de inicio de consumo en niños de 10 y 11 años. Este fenómeno fue observado incluso antes de la pandemia. Hasta el año 2017 la edad de inicio en estos barrios era de 15, 16 años.
La característica en estos sectores es el poli consumo: alcohol, psicofármacos como amplazolac, rivotril, donde cada pastilla el tranza la vende entre 50 a 60 pesos, marihuana, cocaína en su diversas formas, “alita de mosca” que en los barrios en la actualidad cuesta entre 400 y 500 pesos la bolsita, cocaína fumable, paco, crack, y durante la pandemia volvió el consumo de inhalantes como el pegamento, y naftas.
En el primer año de la pandemia en el barrio Costanera, por ejemplo, antes de marzo del 2020 un papel de paco costaba 25 pesos, y después de marzo aplicada las medidas de aislamiento y cuarentena , y cerradas las fronteras, el precio se cuadriplicó: en abril pasó a 50 pesos, en junio a 75 pesos y en agosto a 150 pesos el papel. Este fenómeno tuvo un alto impacto en los chicos y chicas en situación de adicción, teniendo en cuenta que un adicto al paco puede llegar a consumir entre 30 a 40 papelitos en un día, el efecto de una dosis dura entre 8 a 10 minutos. El paco sólo concentra un porcentaje mínimo del alcaloide, y el resto son diversas sustancias que utilizan los tranzas para dar volumen.
Esta situación llevó a que muchos chicos ante su alto nivel de compulsividad y desesperación por consumir, cometan hechos delictivos con el propósito de conseguir dinero para seguir consumiendo. A la vez los tranzas ante el encarecimiento de la cocaína y el paco, volvieron a vender pegamento a 70 pesos la cucharada sopera en envase de gaseosas descartables. Si bien hoy se volvió a restablecer la venta de paco y cocaína con mayor fluidez, se sigue vendiendo y consumiendo pegamento.
FORTALECER POLÍTICAS EN SALUD MENTAL Y ADICCIONES
Es importante abordar las adicciones como un problema de salud mental.
Entendemos que a las adicciones hay que abordarla como un fenómeno complejo, poli causal, es por ello que requiere un abordaje integral. Concebimos a las adicciones como una enfermedad que afecta al sujeto en su dimensión bio-psico-social, que afecta a todas clases sociales, pero sin embargo se manifiesta con mayor crudeza en los sectores bajos, al no tener resueltas las condiciones básicas de existencia, como ser salud, vivienda, trabajo, educación.
Es necesario dar batalla a la profunda estigmatización y discriminación hacia las personas con consumo problemático combatiendo discursos cargados de odio, acompañado de una profundo mirada de clase, ya que la discriminación no solo es a la condición de adicto, sino que se suma también su procedencia social.
Estos discursos son promovidos por el orden social dominante que difunden su ideología a través de herramientas comunicacionales masivas, discursos como por ejemplo “negro falopero”, “villero de mierda”, “tiene un plan social para drogarse”, “villero come polenta pipero”, “piquetero narcotraficante”, “se droga por que quiere” etc.
En Argentina sigue predominando el modelo prohibicionista en el abordaje de las adicciones y el consumo de sustancias. La ley 23.737 tiene una doble perspectiva: punitivista y sanitarista. Es decir, se trata al adicto como un delincuente y enfermo, y si no cumple con el tratamiento se lo vuelve a castigar, sin entender la complejidad de la dinámica de las adicciones que implican tratamientos largos de estabilización psicológica, donde son esperables las recaídas.
Es importante diferenciar al consumidor del narcotraficante, no criminalizar al adicto por su consumo requiriendo un abordaje de salud mental, y si atacar a las organizaciones narcotraficantes.
En Tucumán, si bien hubo pequeños avances en el abordaje de las adicciones por parte del Estado, todavía son insuficientes ante el avance de la problemática. Para ello es necesario que el Ministerio de Salud implemente una política de fortalecimiento en salud mental y adicciones, en la asistencia y estabilización orgánica, destinando presupuesto y recursos humanos en hospitales o policlínicas, con protocolos de asistencia en crisis y desintoxicación, creando equipos de abordaje territoriales para el seguimiento de los pacientes cuando salen del hospital. Estos equipos se tienen que articular con los CAPS del primer nivel de atención, articulando a la vez con los dispositivos territoriales de la Secretaría de Adicciones del Ministerio de Desarrollo Social, como ser CEPLAS, grupos terapéuticos barriales, etc, fortaleciendo a la vez redes con organizaciones sociales y religiosas que contienen a los jóvenes en los barrios como por el movimiento ni un pibe menos por la droga, casas parroquiales, etc.
Es urgente la creación de dispositivos para el abordaje de las mujeres en situación de consumo, quienes a nivel social son profundamente invisibilizadas. Tucumán no cuenta con comunidades terapéuticas estatales para mujeres. La dinámica de las adicciones en las mujeres implica un abordaje distintos que a los varones ya que sufren con mayor crudeza la violencia que ejercen los tranzas hacia ellas. Muchas chicas tienen que pagar su deuda de consumo prostituyéndose, con peligros de contraer enfermedades, y violencia física, sumado a la discriminación de la familia o del barrio por no cuidar a sus hijos, señaladas como malas madres.
Desde mi punto de vista el abordaje de las adicciones en nuestra provincia está muy fragmentado, la idea de prevención y asistencia. Si bien predomina la idea que solo el abordaje de las adicciones es trabajar la prevención con talleres deportivos, culturales y recreativos, que desde ya son importantes, si no está acompañado con una lógica de un plan de salud integral, que implique la posibilidad por parte los jóvenes en ganar una participación activa en la construcción de su proyecto de vida, asumiendo un protagonismo político en la resolución de sus necesidades de trabajo, vivienda, educación, si esto no se logra, estas acciones terminan siendo un parche de un sistema profundamente desigual.
Es importante abordar la prevención y la asistencia como una unidad dialéctica, porque a medida que un joven lucha por su recuperación, también está haciendo prevención. Es importante tener estrategias flexibles en el abordaje de la problemática, hay lugares donde hay una gran cantidad de jóvenes en consumo y requiere un abordaje primero desde la asistencia y una vez abordado esto avanzar hacia la prevención.
Pero para lograr cambios estructurales en esta problemática hay que atacar la desigualdad social que genera el sistema, a la vez se puede afirmar que al sistema en el que vivimos, el narcotráfico y las adicciones le son totalmente funcionales ya que opera como un verdadero mecanismo de control social para mantener su intereses.