Cuerpos sin talles, acción colectiva

Un grupo de activistas de la diversidad morfológica realizó una acción colectiva y un conversatorio donde se debatió sobre los alcances de la ley nacional de talles que ya cuenta con media sanción, sobre el activismo gord_ en Tucumán, la industria de la moda y su vinculación con la industria de la dieta, y sobre las experiencias cotidianas de transitar la vida con un cuerpo que no entra en los estándares hegemónicos de “normalidad”.

Durante el mes de julio, en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Tucumán se llevó a cabo un estudio sobre para conformar la Primera Base de Datos de Medidas Antropométricas Nacional. El estudio consiste en la toma de medidas mediante un scanner de 360 y pesaje.

Anoticiados de esto, un grupo de personas que dialogamos en torno a activismo gordo, decidimos ir voluntariamente a realizar ese estudio y llevar a cabo un conversatorio luego de esa experiencia en la misma facultad, con el apoyo del Observatorio de Género y Diversidad de la casa de estudios.

El objetivo de este estudio es generar un sistema de talles homogéneo que sirva para establecer qué medidas tendría que tener, por ejemplo, un taller M, y cuánto medirá cada uno de los 8 talles que exigiría la Ley Nacional de Talles que espera media sanción en el Congreso de la Nación para ser aprobada.

Lo que pesa no es la masa corporal

El Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) lleva adelante el estudio antropométrico en dos etapas, la primera es una entrevista, y la segunda la toma de peso, altura, y el escaneo del cuerpo. La entrevista consiste en tomar datos sobre el tipo de vida que tiene cada persona rigiéndose por algunos datos similares a los que se preguntan en los censos nacionales que se realizan cada diez años: estudios alcanzados, si se es propietario o se alquila, tipos de servicios con los que se cuenta en el hogar, etc. A estos últimos se le agregan dos preguntas particulares: ¿haces ejercicio o deporte? Y¿consideras que tienes una alimentación saludable?. Luego de la entrevista el resto del estudio se lleva adelante estando en ropa interior, dentro de una suerte de vestidor de telas negras que impiden que se vea la desnudez.

El resultado es una hoja con un dibujo del contorno del propio cuerpo y un listado de información detallada que consiste en saber con extrema precisión cuánto mide cada parte de nuestro cuerpo. La experiencia en sí misma es incómoda, y para aquellas personas que cargamos en nuestra biografía con experiencias de discriminación sobre nuestros cuerpos, la incomodidad se asemeja mucho a la violencia.

Más allá de la vivencia personal de este estudio, existen algunos factores externos que nos permiten decir que claramente se están cometiendo errores para obtener como resultado medidas representativas. En primer lugar, colocar el escáner dentro de una institución universitaria produce un gran recorte por edad y por clase: ¿Cómo llegarían las personas que no fueron nunca a la universidad a ingresar a una facultad para realizar un estudio de modo voluntario? ¿Cuál es el promedio de edad de los cuerpos que circulan por las instituciones universitarias?.

La situación de falta de talles para vestirnos es compartida por millones de personas. Por ello, un estudio de este tipo debería estar instalado en la plaza principal de cada ciudad y en eventos de masiva concurrencia, y también debería haber mayor explicación sobre los criterios que se tienen para las preguntas que se realizan y para los datos que arroja el escáner.

Otro error tiene que ver con los supuestos de los que parte el estudio, propios del modelo médico hegemónico. Si se entiende por saludable aquello que marca IMC (Índice de Masa Corporal), estamos en problemas. El IMC ha impuesto la medida de lo saludable para los cuerpos, pero que se comprobó que un cálculo tan simple no representa el estado de salud de una persona, sino más bien, refuerza estereotipos sobre los cuerpos.

Como sociedad tenemos adiestrada la mirada para detectar “el sobrepeso” y relacionarlo con la idea de enfermedad. Sin embargo, como contrapartida, cuesta identificar un cuerpo flaco con falta de salud, aunque de hecho muchos indicadores biomédicos lo demuestran.

“Nunca se es demasiado rica ni lo bastante delgada” es una frase que se expandió en la industria de la moda, llegando a ser un mantra para millones de personas, sellando así esta falsa dicotomía: ser gordo es estar enfermo, ser flaco es ser saludable. Esta industria, que mira para otro lado cuando se trata de reproducir ideales de belleza inalcanzables y que también mira para otro lado cuando se trata de ver las condiciones en las cuales de fábrica la ropa, es uno de las principales factores que la Ley Nacional de Talles viene a regular.

Con una ley no alcanza

El conversatorio, luego de esta acción colectiva de pesaje, permitió entender que las experiencias de los cuerpos gordos son compartidas. Fernanda Rotonto explicó cómo desde la semiótica se puede entender el modo en el que el cuerpo es significado, hablado y normativizado. Los cuerpos gordos incomodan, y esa incomodidad se traduce en prácticas violentas incluso por parte de nuestras propias familias.

El imaginario social y las representaciones sobre lo gordo se cuelan hasta en las sabanas. “Lo que pesa es el deseo de asociar lo flaco a lo bello como lo natural” dice la letra del rap de Marcela Vidal. Porque en la experiencia del deseo sexual los cuerpos gordos tienen este registro. “No es discriminación, es cuestión de gustos y sobre gustos no hay nada escrito” se dice impunemente en las aplicaciones de levante. Como si no hubiera una tonelada de libros escritos sobre las formas en la que el gusto se produce, reproduce e identifica con otras cosas.

El gordo malo, el godo bueno, el gordo que bajó de peso y tiene éxito, la gorda puta, el gordo puto, la ex gorda, la gorda linda de cara, la gorda resentida, los gorditos simpáticos, el gordo que te hace reir y todas aquellas categorías que se usaron y usan para denigrar, clasificar y estigmatizar, se dieron cita en el conversatorio. Decir lo que nos dijeron, decir de nuevo y con otros sentidos esas palabras, reconocernos y pensar colectivamente llenó de sentido a una práctica que en primera instancia se veía como ajena.

Necesitamos una ley de talles para poder vestirnos sin problemas, y necesitamos pensarlo todo de otros modos. No hay un ideal de “orgullo” como horizonte, ni alcanza con decirnos que también somos bellos y bellas, pero hay un lenguaje, un encuentro y una experiencia de poner el cuerpo en la batallas de sentidos.

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