Una defensora oficial cuestionó la veracidad de una acusación por abuso sexual poniendo como argumento que la víctima “era una mujer obesa”, poniendo en funcionamiento esa jerarquía social de los cuerpos, en donde los cuerpos de belleza hegemónica importan más que los cuerpos gordos. Ocurrió en Puerto Madryn y el acusado fue absuelto.
En Puerto Madryn, Chubut, una mujer denunció abuso sexual por parte de su ex pareja. En la denuncia la mujer relató que su ex pareja, padre de su hijo, se presentó en su casa, dio inicio a una discusión, y posteriormente la llevo por la fuerza a la habitación y abuso de ella. Los resultados del protocolo para abuso sexual otorgaron prueban que confirmaban el relato de la mujer, pero finalmente el acusado fue absuelto.
El motivo de la absolución fue una argumentación de una defensora oficial en base al cuerpo de la mujer, el hecho de ser gorda, para las miradas de las juezas, convirtió a una víctima de abuso en una mentirosa. Este fallo se hizo noticia, y los medios más leídos del país eligen titular con la palabra “polémica” a prácticas discriminatorias. Si un discurso, y más aún una sentencia, estigmatizan y genera daño hacia las personas por características inherentes a las mismas, es discriminación y no una polémica.
La defensora oficial María Angélica Leyba afirmó que “no es a los fines de hacer una acción discriminatoria ni es mi ánimo de ofender la intimidad de la señora. Tenemos que trabajar sobre hechos reales y no con sentimentalismos. Lo que voy a decir la señora fiscal lo puede acreditar: Estamos analizando un hecho de abuso sexual de una mujer obesa”.
Como hacen la mayoría de las personas que discriminan, antes de detallar su argumento, la defensora remarcó que no quería agraviar a la víctima sino relatar un hecho: “Dice que el señor le sacó la calza y yo me pregunto si a una persona obesa puede un hombre que pesa 75 kilos forzarla a sacarle una calza. La calza es una prenda de vestir que no es de fácil acceso para colocarla o sacarla. No hace falta que le explique al Tribunal lo molesto o dificultoso que resulta sacarse una calza. Para el fiscal, el señor le arrancó la calza. ¿Dónde está la calza? Si fue forzada a sacarse esa calza debería estar rota, no solo por la fuerza de la víctima sino para la fuerza de la prenda de vestir”. Y en un acto de canallada más ruin, la defensora oficial hizo referencia al tamaño de la ropa interior de la víctima.
Podríamos aceptar que argumentó de una calza que no está, sería un argumento dentro de las posibilidades de “falta de pruebas”, pero tampoco tendría más peso que el testimonio de la víctima y los resultados del protocolo de abuso sexual que se realizó en el centro de salud al que acudió la víctima. Es por ello que la defensora hace pie de su defensa en la gordura, “Estamos frente a un caso de abuso sexual de una mujer obesa” sentencia, para crear una categoría distinta que un abuso sexual a una mujer a secas, para poner en funcionamiento esa jerarquía social de los cuerpos, en donde los cuerpos de belleza hegemónica importan más que los cuerpos gordos.
La calza, la gorda, las mujeres y las calzas, la abogada diciéndole a tres juezas “no hace falta que le explique al Tribunal lo molesto o dificultoso que resulta sacarse una calza”, y construyendo así esa empatía que sentimos cuando portamos un privilegio. Esa unión de voluntades que se ponen de acuerdo, establece el sentido común e invisibiliza la violencia que se ejerce sobre aquellos que no tienen ese privilegio.
Imagino ideas circulando por la mente de las letradas, que son las mismas que circulan por la cabeza de las mayorías de la persona: el rechazo a la gordura, a la elección de ropa de cuerpos gordos, a la exageración que seguro está ejerciendo una mujer gorda que dice haber sido violada. ¿Quién va a querer tomar por asalto un cuerpo gordo?, e imagino también a las cientos de personas que hicieron chistes referido a lo que las mujeres gordas tiene qué hacer, decir, y reaccionar frente a un ataque sexual. Porque es así, todavía hacemos chistes sobre las violaciones, y mucho más cuando esa violencia opera sobre cuerpos gordos.
Las violencias de este sistema toman formas particulares, regulan ciertos aspectos de la vida de las personas y la sociedad. Gran parte de ellas se configuran sobre los cuerpos. Las personas gordas viven una realidad, los y las activistas están organizándose para dar respuesta a esta realidad que oprime, violenta. Cientos de mujeres se reunieron el año pasado en la provincia de Chaco en el Taller Activismo Gordx del Encuentro Nacional de Mujeres, Lesbianas y Trans. Las redes ayudan, los diálogos crecen, en algún momento estos discursos discriminatorios no serán aceptados.
El movimiento feminista logró ganar la batalla sobre el argumento de “la pollerita corta” para las mujeres víctimas de violencia sexual. La fiscal de este caso dijo que apelará el fallo, ojalá se condene al abusador, ojalá el poder judicial no legitime esta miserable argumentación jurídica, ojalá dejemos de enunciar “polémicas” donde hay gordofobia.