La viralización de imágenes sin consentimiento, el grooming y el acoso virtual son una problemática en los tiempos que corren, pero erróneamente se ha puesto el foco en la “peligrosidad del sexting”, como si fuera una práctica ilegal o hasta inmoral y que, por la desigualdad de que existe en una sociedad patriarcal, pone como culpables de los daños a quienes lo practican.
“El sexting es una práctica sexual más. Un recurso erótico para expresar nuestros deseos, conocer-nos, activar el deseo en cualquier vínculo (muy útil en vínculos donde apareció el aburrimiento). Es una herramienta también para practicar los límites, expresar nuestros deseos con más libertad aprovechando la virtualidad, además nos permite ver el tráiler de lo que sería un encuentro con esa persona, si no la conocemos aún, y poder decidir si continuar o no, en caso de desear concretar el encuentro físico” explica la psicóloga y sexóloga Lucrecia Guerra a este medio.
El sexting no es algo novedoso, los mensajes eróticos en texto o en imagen no son un descubrimiento de la era digital. Desde el siglo XIX existen numerosas muestras de correspondencia erótica firmada por autores como Flauvert, Mary Shelley o James Joyce.
Cuando las víctimas de difusión de imágenes con contenido sexual sin consentimiento denuncian hechos en redes o dan a conocer extorsiones y acoso virtual, se las cuestiona. “¿Por qué mandaste ese tipo de imágenes?”, “¿Cómo podés sacarte fotos así?” o “Si mandas fotos en tanga seguro se las manda a sus amigos“. Sin embargo, nunca se cuestiona al receptor que viraliza ese contenido y que fue realizado en un contexto de intimidad.
“La realidad es que cuando sexteas y envías una foto no pensas que el otro la compartirá. Consentís para que ´quede ahí´, es un pacto de intimidad (más o menos provisorio) y quien reenvía lo está traicionando” detalla Guerra.
Para la sexóloga culpar a las mujeres, que en su mayoría son las víctimas, es una “costumbre patriarcal muy arraigada a quien decide explorar su sexualidad, en todas sus dimensiones y en libertad”.
“Prevenir ser víctima no solo no funcionó hasta ahora porque culpabiliza a quien no corresponde si algo sucede, sino porque no aporta herramientas útiles, los resultados a la vista: las violencias persisten y aumentan y vivimos con miedo, privándonos, desconfiando y más síntomas que afectan nuestra salud mental, sexual y física” afirma.
El problema es “la masculinidad violenta con sus privilegios, dominio, hermandad e impunidad”, agrega.
En palabras de Julieta Luceri, directora ejecutiva de la Fundación Activismo Feminista Digital, es “importante hablar de los pactos de masculinidad de la cofradía machista” también en el mundo digital porque “debe no debe ponerse entre sobre quiénes practican libremente el sexting, sino sobre quiénes difunden el contenido íntimo”.
Cuidados en la práctica
Para Guerra, todo instrumento que ayude “a autogestionar el deseo y placer es válido para fluir con seguridad en estas prácticas”. “Lo que sugerimos es que en las fotos que mandemos no mostrar la cara ni lunares, ni tatuajes y marcas que puedan identificarnos, por autopreservación, ya que es imposible saber cuándo alguien puede traicionar nuestra confianza” agrega.
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Telegram es una buena alternativa para sextear, ya que fue desarrollada pensando en la seguridad y cuenta con funciones que permiten bloquear las capturas de pantalla de los chats secretos, el envío de mensajes con autodestrucción luego de un tiempo, o incluso la posibilidad de la eliminación de chats, videos y fotos enviados.
Desde Coding Rights recomiendan aplicaciones con software libre, cifrado de principio a fin, bloqueo para capturar pantalla, mensajes que se autodestruyen, que se borran de los dispositivos y los servidores, no debe requerir correo electrónico, número de teléfono o nombre real como datos de suscripción. Otra de las opciones seguras es Signal, disponible para android, iphone y tiene una versión de escritorio.