Hay una frase muy común en nutricionistas y gurú de la alimentación que dice “somos lo que comemos”. Siguiendo esa idea podemos decir que en Tucumán somos panchuques. Una salchicha envuelta en masa con bordes crocantes y aderezos y que se come al paso forma parte de nuestra identidad, de las costumbres de quienes transitamos por el microcentro de San Miguel de Tucumán.
Hace pocos días, el intendente German Alfaro anunció el inicio de obra del Mercado del Norte, luego de más de un año de su abrupto cierre. En medio del anuncio Alfaro remarcó que no iban a vender panchuques en este nuevo mercado porque quería subir el nivel. El objetivo es hacer “un mercado moderno”, con aire acondicionado y escalera mecánica.
El intendente describió algo más parecido a un shopping que al histórico mercado de nuestra ciudad. Aunque lo que presentaron se parece a un shopping, no quieren comunicarlo así, quizás porque allí se haría más evidente la estrategia empresarial que impregna la gestión municipal.
La forma de comunicación de Alfaro es muy efectiva, porque anunció la creación del centro como el fin de un problema: el de tener el mercado vació rodeado de chapas. Pero se olvidó de decir que fue precisamente él quien cerró abruptamente el mercado y generó este problema.
La referencia al futuro, al progreso y a la modernidad forma parte de los ideas neoliberales de Juntos por el Cambio, espacio en el cual Alfaro comenzó siendo una simple alianza estratégica para convertirse en un fiel representante de los ideales.
De hecho varias de las medidas de gestión son literal copias de aquellas que hace años hizo el PRO el Ciudad Autónoma de Buenos Aires: colocar carteles luminosos para las calles, enrejar plazas, convertir en negocio todo aquello que forme parte de la economía popular o de la movida cultural, sacar árboles de las peatonales y agregar más cemento a la ciudad.
Es claro que no puede haber una única idea de ciudad, ni de progreso, y que las copias siempre suelen ser de menor calidad. Más aún, podríamos preguntarnos si los tucumanos queremos reproducir lo que pasa en CABA, donde miles de personas duermen en las calles, muchas viajan solo a trabajar y muy pocas pueden disfrutar la ciudad, su vista y sus comodidades. Una ciudad para pocos, aunque con turismo, es un negocio también para pocos.
Antes el intendente hablaba de justicia social y de derechos para los que menos tienen, ahora habla del futuro, halaga a las empresas y propone subir el nivel de la ciudad. Lo que no dice es quienes suben en ese nivel y quienes se quedan en donde estaba o peor aún, quienes son apartados de la ciudad, y corridos a los márgenes.
El cierre del Mercado del Norte modificó la circulación de la ciudadanía y perjudicó la economía de quienes allí trabajaban. La relocalización de algunos puestos en el mercado frente a la plazoleta Dorrego significó una caída estrepitosa en ventas, claramente no circula la misma cantidad de gente que por el microcentro.
Los trabajadores de la economía popular, esos que durante décadas vendieron verduras, pollo, pescados y legumbres, sobreviven en distintos puntos de la ciudad gracias a la organización que se dieron para hacerlo. Mediante la cuenta de instagram @Mercado Del Norte Tucuman fueron notificando las nuevas aperturas.
Algunos de los locales gastronómicos que garantizaban comida rica y barata para el almuerzo diario a los otros trabajadores del centro sobrevivieron, pero muchos otros no pudieron relocalizarse. Todos ellos fueron dejados a su suerte luego del cierre del mercado. Todos ellos también son panchuques.
La ciudad puede subir de nivel y progresar, garantizando más puestos de trabajo y acceso a la ciudad de más personas, donde cualquier tucumano o turista pueda comerse un panchuque al paso. O también puede subir de nivel generando exclusión, y haciendo del microcentro un espacio donde solo llegan personas con cierto poder adquisitivo.
Para saber qué tipo de ciudad queremos y cómo debemos lograrlo es importante saber quiénes somos, qué comemos y cómo habitamos la misma. Porque los cantos de sirenas neoliberales ya nos hablaron de fiestas, y las hicieron, pero la mayoría de nosotros no fuimos invitados. Ahora nos hablan de subir el nivel y dejar de comer panchuques, cuando la mayoría de los tucumanos, somos panchuque.