Walter Juarez fue al Barrio Oeste II a cubrir la experiencia de una peña de fútbol, cuyo origen fue contener a la gran cantidad de hinchas de San Martín con la que cuenta el barrio y fortalecer el sentimiento de pertenencia. Lejos de las ideas estigmatizantes de las hinchadas, si se piensa comunitariamente, se vive el fútbol como una fiesta.
A unas cuadras de llegar, desde la ventana del colectivo de la línea 6 podían verse las estructuras habitacionales del barrio. Viviendas que le dan la impronta e identidad no solo a la idiosincrasia de sus habitantes, sino, además, a ese sector del gran San Miguel de Tucumán.
Ya ingresando al territorio, en una de las zonas de referencia del lugar conocida como “Las 5 Esquinas”, dadas las ubicaciones de las calles, comienza a agrandarse el paisaje típico caracterizado por sus monoblocks y el colorido cotidiano de esta barriada popular.
Una vez en el local donde comúnmente se arman las rondas de acción de la experiencia que me lleva a esta crónica, el sonido de una amoladora atraviesa la calma poco habitual para un lunes al medio día. Precisamente, un lunes feriado en homenaje al General José de San Martín. Aquella amoladora, ejecutando el acto creativo, fortalecía la identidad de barrio popular. Popular profundo, dadas algunas características temporo-coyunturales.
Los colores urbanos del barrio, se mezclan con los imponentes murales, realizados por algunos de los protagonistas de esta historia, nos hacen entender que estamos en el barrio Oeste II.
“Y … para nosotros, como dicen los Peses Gordos, (banda de rock blues de la cultura tucumana), son los monoblocks. Ni torres ni nada. ¡Los monoblocks!”, respondía uno de los habitantes del barrio en una charla mientras recorríamos los distintos murales y grafitis, con sus respectivas historias.
Unos días antes, en una visita previa, en este caso a la reunión de esta experiencia, otro de los chicos comentaba orgulloso lo que representa para “cualquier chabón o piba del barrio”, hablar desde un lugar poco frecuente (lamentablemente), de su espacio, de su barrio.
El caso es que me mande al barrio Oeste II a cubrir una experiencia de una peña de fútbol, cuyo origen y proyecciones tienen particularidades, al parecer de quien redacta esta crónica, riquísimas a contar. Más allá que como en todas partes existe una convivencia de gusto y convicciones, hablar del barrio Oeste II y de fútbol nos lleva a relacionarlo directamente con el Club San Martín.
Un barrio popular y un club de tan tamaña popularidad hacen al sentido de muchas cosas en la vida del lugar. Lo rico, y nutritivo, para una experiencia de organización de hinchas de fútbol, es que estos simpatizantes de San Martín son parte del grueso de la hinchada. Esos juglares urbanos que domingo a domingo pueden verse convidando frescura y alegría, subidos a la alfombra del paravalancha, se disponen a redoblar el desafío y hacer del sentimiento y la acción, un acto de coherencia: se es hincha de fútbol, se es persona.
En un momento donde como sociedad muchas veces vemos que la moneda con mayor peso es la de escapar a lo que se es siendo parte, estos y estas hinchas se predisponen a dedicarle un tiempo extra al club de sus amores y a la función social del mismo. Reconocer el sentido de pertenencia a una hinchada de fútbol, blanco preferido para las descalificaciones estigmatizadoras, asumiendo la relación entre ser siendo parte, brinda quizás un aporte cultura de valiosísimo nivel.
Uno de los integrantes de la Peña Oeste II comentaba que una mañana en la celebración de la Pachamama en Amaicha del Valle surgía la idea de intentar contener a la gran cantidad de hinchas de San Martín con la que cuenta el Barrio, y a la vez, darle de alguna manera motivos para fortalecer la idea de “las hinchadas de fútbol son grupos de amigos que lo siguen al equipo a todas partes”.
Entonces se puso en práctica la reunión semanal que llevó a provocar una masa societaria de 100 personas, todas aportan una cuota mensual, y el surgimiento de un lugar de referencia para el mundo San Martín de la barriada. “Acá (por el predio, barcito techado, donde se encuentran) cuando no se podía viajar, los que no iban venían a ver el partido. Cuando jugamos de local organizamos la salida al estadio todos juntos. Y cuando se puede, pintan micros para estar con el equipo”, decían los integrantes de la peña charlando sobre el porqué de esta experiencia. “También está la idea de que se dicten talleres socioeducativos y hasta podamos contar con actividades deportivo-recreativas, para contener al guacherío”, decían.
Si se piensa comunitariamente, se vive el fútbol como una fiesta.
Seguramente esta experiencia dará al mundo fútbol resultados saludables, de igual manera, para ello habrá que estar dispuestos a aportar para sostener a esta peña que lleva los colores rojo y blanco como su bandera. Además, otro de los hinchas santos del barrio organizó para este domingo próximo (jornada en la que San Martín enfrentará a Central en Rosario), la fiesta del día del niño, donde los juguetes fueron recaudados cambiando “pintadas por juguetes”.
La peña del barrio Oeste II invita no solo a quienes residen en la popular barriada, sino a todos y todas que viven en lugares próximos a dicho barrio, a sumarse a esta experiencia.