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El Ciruja goleó al Sojero por 4-2 y, así, se colocó en la cima de la tabla de la B Nacional. Una crónica de la fiesta en Ciudadela por Walter Juárez
Tan hermosa como de costumbre. El calor no lo brindaba solo la algarabía que circulaba entre quienes llegaron, ni las parrillas y sus típicos aromas coloridos, junto al necesario transcurrir, o el ritmo incansable que vociferaban alrededores, algo muy natural en estas puebladas. Cada esquina tenía algún argumento para proponerse asistir a ese cálido encuentro: jugaba San Martín.
De a poco, el sentido que enciende las ganas ocupó cada espacio de las adyacencias y el ingreso al estadio fue ocupado por el sagrado grito del pueblo: vamos todavía. Desde la voz del estadio comentaban posibles formaciones para que la espera sea más llevadera y entre las confetinadas ofertas de los vendedores, el praliné o el pochoclo siempre llevan el sentimiento a su favor. Las telas rojas y blancas decoraban toda la tribuna de calle Pelegrini que ofrecía de camaradería la llegada de las otras banderas que escoltaban al equipo.
Algunos tickets se habían agotado y antes de que la terna arbitral saliera a precalentar, el 70% del estadio ya estaba comentando, a su modo, “que hoy hay que ganar”.
No era para menos, salió el equipo y la recepción fue como se presumía: un gran telón se extendió en la tribuna de calle rondeau y en las otras cabeceras el colorido se multiplicó en segundos.
El partido empezó como se esperaba, de un lado el local intentando de manera ordenada y del otro pretendiendo no permitir la conexión de las líneas santas. Una jugada de tiro de esquina luego de unos rebotes, la visita abrió el marcador. Estaba claro que había que remar. Y así fue. La respuesta llegó de otro tiro de esquina donde el saguero local pudo mandarla a guardar. Se permitió San Martín llegar al arco rival y en un avance que tomo descuidada a la defensa local, la visita marcó el segundo. Otra vez a lidiar para empatar lo antes posible y, producto del esmero incansable, después de una triangulación en el vértice del área grande, hacia adelante, un golpe al jugador de San Martín obliga al árbitro a cobrar penal. Y el goleador del equipo lo cobró: gol, empate y a descansar.
El segundo tiempo confirmó la idea de San Martín de ir a buscar el triunfo de manera ordenada y el primer gesto de dicho anhelo llegó con un desborde por izquierda que el otro goleador mando a la red. 3 a 2 y a bancarla parada. La visita intentó reaccionar, pero a esa altura la gente ya jugaba y en otro avance por la derecha la pelota le quedo picando al goleador que demostró lo que el público y el equipo sentía: San Martín es cosa seria. 4 a 2 y la fiesta ya era un hecho. Como de costumbre, avanzando a lo pueblo, tranqui como dirían los hinchas en el relax, se dio otro paso hacía el sueño del campeonato. Y la tarde noche en ciudadela tan hermosa como de costumbres.