El humor está presente en todos los ámbitos de la vida. Esa herramienta que puede sanarnos; también puede reproducir estructuras violentas y naturalizarlas. ¿Tiene el humor un límite? Se pregunta Einath Apel invitando a la reflexión.
¿Qué hay peor que un evento social obligatorio al que no tenés ganas de ir? Un evento social obligatorio al que no tenés ganas de ir en el que se tiene por costumbre velar a unx muertx. ¿Qué hacemos?
Para salir invictxs de esa situación, y de casi todas las situaciones de la vida, se inventó el humor. No hay entorno más propicio para el humor que un velorio, porque entre toda esa tristeza cualquier risa es una caricia al alma y se la busca, se la encuentra y se la propicia. Pueden mirarte mal si te reís en un acto político o una obra de teatro y no podés interrumpir un discurso con una carcajada, pero casi nadie se horroriza ya si en un velorio se producen estruendos que intentan frenar risas irrefrenables, no importa quién es le risueñx o su vínculo con le difuntx.
Recientemente se lanzó en Netflix el especial ¿de comedia? de Hannah Gadsby, una torta australiana que -un poco spoiler alert- anuncia su retiro de las tablas. En él explica que un chiste o un relato humorístico consta de dos etapas principales: la generación de tensión y la liberación de esa tensión. Una situación que se resuelve de una manera poco común, que genera en el público la reacción de la risa. ¿Vinimos a hablar de humor pero nos pusimos un poco científicxs? Sí.
Somos fanáticxs de la comedia en todas sus formas. De la comedia de velorio, la de teatro, la del sábado a la noche. Somos fans de elegir amigxs y parejas por el solo placer de la risa. Personalmente, hallo al humor como la inteligencia más preciosa que alguien puede ostentar: la de encontrar los elementos intrascendentes de la vida que tienen un significado oculto, desentrañable y profundamente cómico, o bien la de desdramatizar lo dramático, hacer pequeño y sonrisa lo gigante y traumático.
En el entorno que habitamos, convulsionado por movimientos sociales y reivindicaciones de derechos -sobre todo vinculados a la cuestión de género- comenzaron a aparecer ciertas temáticas e interrogantes vinculados con los límites del humor. Esa herramienta para la vida que puede fundirnos en un vínculo sano, despertarnos, sanarnos; pero también puede reproducir estructuras violentas y naturalizarlas.
Las preguntas son: ¿El humor tiene límites? ¿Debería tenerlos? ¿Se puede hacer humor sobre absolutamente cualquier cosa? Si debiera tener límites ¿a dónde trazarlos? ¿Nos podemos reír con cualquier persona?
Bajate de ese barco
Charly García, John Lennon, Pablo Picasso, Woody Allen, David Bowie, Juan Domingo Perón, Carlitos Tevez, Miles David, Bill Cosby, Louie CK. La lista es eterna y puede encontrarse actualizadísima en http://tuidoloesunforro.com.ar/
El feminismo nos cagó la vida. Lo digo en serio. Fantástico era ir caminando por ahí sin saber que tus artistas favoritos son violadores, abusadores, acosadores, machirulos. Fantástico era ir por la vida sin saber que, incluso, tu viejo, tu abuelo, tu hermano, también pueden serlo. Pero ahora sabemos.
Sabemos, también, lo que pasa en nuestra ciudad. Sabemos con qué varones no vincularnos de manera sexo-afectiva, a qué bares o boliches no ir. Sabemos a quiénes tenemos de nuestro lado y también sabemos quiénes se ponen una careta para marchar pero se embriagan y ¡ah, mirá! No eras tan feministo como pintabas. Sabemos que podemos plantarnos ante nuestra familia, sentar postura e incluso alejarnos si nos sigue resultando violento. Y así también, sabiendo perfectamente quiénes son nuestros ídolos, podemos elegir alejarnos de su música, su arte, su humor.
Habiendo dicho esto, encuentro ahí el primer límite para el humor: no me río de nada que salga de la boca de un abusivo, de un violento, de un machista, de un violador, de un acosador. No. Solía creer que Louie CK era lo mejor que le había pasado al mundo de la comedia, hasta que salieron sus abusos a la luz. Su muerte mediática dolió, pero no me reconcilio. Reconciliarse es bancar y bancar es apoyar. Y en esta vida cualquier cosa menos apoyar a un violento.
¿Se puede hacer un chiste sobre pedofilia?
Ricky Gervais, en su especial de comedia “Humanity” (sí, también está en Netflix) y en varios otros escenarios que ha ocupado a lo largo de su vida, asegura que un comediante puede bromear sobre absolutamente cualquier cosa. Y que no se debe pedir perdón por eso.
Coincido. Creo que se pueden hacer bromas sobre cualquier cosa que suceda en la vida, porque el humor está para eso. A través de él nos podemos replantear la gravedad o liviandad de las cosas, la solidez de nuestras creencias. A través de él nos vinculamos, hacemos introspección, nos construimos y nos deconstruimos.
Darío Adanti, porteño y ahora madrileño, es uno de los humoristas gráficos más importantes de España. Completamente satírico e irreverente, su humor no conoce límites y él considera que no lo merecen. En una entrevista interesante en Late Motiv (podés verla acá) explica que intentamos salvar a las víctimas del humor que satiriza sobre sus situaciones de vida, sin que las víctimas se sientan atacadas en primera instancia. Actitud burguesa de biencomidxs, dice.
¿Es la ofensa el límite? Creo que no. Menos aún en la era de las redes sociales, cuando cualquier cosa que uno dice o hace es factible de considerarse una ofensa para alguien, sobre todo cuando es sacado de contexto.
¿Debería haber un límite? Creo que sí.
¿Cuál, entonces? El contexto.
El tema es quién hace el chiste, cómo lo hace, con qué intención lo hace. No es lo mismo que cualquiera de las Persona hable de pedofilia a que lo haga Grassi. No es lo mismo reírse de la víctima que poner el foco en el victimario, o ironizar sobre la temática que reproducir la estructura de poder sobre la que se sustenta. Y definitivamente no es lo mismo reírse de un hecho por el hecho mismo que ponerlo en tela de juicio a través del humor.
Existen sutilezas que se perciben en un contexto y nos llevan a comprender hasta las sátiras más negras como humoradas o críticas fervientes hacia la sociedad que habitamos. El humor bien aplicado puede, incluso, ayudar a sanar víctimas de hechos horrorosos. El humor bien aplicado une y sana.
Se necesita la persona correcta, en el escenario correcto, en un entorno correcto, ante el público correcto, con las palabras correctas y la ideología correctamente expuesta (parece mucho, pero no lo es), para generar un chiste sobre absolutamente cualquier cosa sin que deba ser tomado a mal, a pesar de que hoy en día cualquier cosa que se diga o se haga es factible de ser tomada a mal.
Y digo no debería, porque creo que la extrema corrección política está asesinando al humor. Podemos exigir un contexto concreto pero hay ciertas exigencias y límites -sobre todo temáticos y de modos- que, de avanzar, podrían dejarnos sin una de las expresiones más preciosas y preciadas que tenemos los seres humanos.
Se necesita de un pacto implícito entre le comediante y su público por el cual le primerx sabe qué, cómo y cuándo decir lo que dice mientras que la audiencia sabe qué, cómo y cuándo escuchar lo que espera. Este pacto es sagrado y es el que lleva a que unx comediante no ironice sobre pedofilia en una iglesia (¿O SÍ?) y el que yo no vaya a ver nunca en la vida al Pochi Chávez, por ejemplo.
En el humor como en el sexo: con consentimiento, todo; sin consentimiento, nada.