Durante la última dictadura las personas que no encajaban con la identidad masculina o femenina socialmente impuesta fueron detenidas y torturadas. Se estima que unas 400 personas lesbianas,gays y travestis fueron detenidas-desaparecidas en aquel período. Un número que enlaza al fascismo con el patriarcado. Una nota de Bruno Bazán.
El 24 de Marzo se convirtió en una fecha clave, un día para pensamos como sociedad, re revisar y medir el pulso que tiene ese acuerdo sobre el cual hace unas décadas decidimos construir nuestra democracia: Nunca Más. Todos los años existen detalles importantes en este camino de transitar la memoria, encontrar la verdad y acercarnos a la justicia. Las mala noticias estuvieron siempre, aunque en los últimos años esas malas noticias tomaron un impulso negacioncita particular. Cómo hace décadas atrás, funcionarios del gobierno nacional empezaron a cuestionar el número emblemático de detenidos desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar, algo que parece un chiste luego del largo recorrido que realizó nuestro país en reconocimiento del genocidio de Estado. De todos modos, tantos años de malas noticias han creado una resistencia sin igual entre familiares y activistas de los organismos de derechos humanos. Siempre hay espacio para la felicidad, y para seguir tejiendo esa red de relaciones que nos salven de ese monstruo que nunca muere, y apenas duerme con sueño liviano: el fascismo argentino.
En ese entramado existe un lugar para la comunidad de lesbianas, gays y travestis. Nora Cortiñas es quizás el mejor ejemplo de ello. Este mes acompaño activamente al colectivo de lesbianas en su día, el 7 de Marzo, participa del pedido de justicia por el travesticidio de Diana Sacayán. Está siempre ahí, poniendo el cuerpo. Pero ese lugar no responde solamente a la buena voluntad de crear alianzas, sino también la conciencia de qué la violencia sistemática ejercida en la dictadura, tuvo un impacto arrollador en la comunidad de gays, lesbianas y trans de la época.
Hace algunos años distintas agrupaciones políticas han empezado a difundir imágenes, carteles y banderas con la leyenda “30.400” o también “400” y la bandera de la diversidad en las marchas que se realizan todos los 24 de marzo.
Carlos Jaureguí fue el primero en poner a circular esa cifra en 1987. En su libro La homosexualidad en la Argentina, relata que, en una entrevista con el rabino Marshall Meyer, miembro de la Conadep (Comisión Nacional sobre Desaparición Forzada de Personas), mantuvo un diálogo en el que este último afirmaba que fueron alrededor de 400 homosexuales detenidos-desaparecidos, y aseguraba que “el trato que recibieron fue similar al de los compañeros judíos desaparecidos, especialmente sádico y violento”.
El libro de Jauregui es quizás el único documento que da cuenta de una violencia ejercida sobre homosexuales. Denunciar la violencia sexual sobre las mujeres llevó muchos, la violencia sexual que vivieron cada uno los hombres quedará en sellada con la fuerza y silencio con la que el patriarcado encuadra a las masculinidades.
Esos 400 vuelven a tomar fuerza luego del reconocimiento de derechos que supuso el matrimonio igualitario y la identidad de género. Ahora que estamos en las calles, podemos machar orgullosos por los que no pudieron hacerlo en los 70. Ahora que existen muchos gays que apoyan el gatillo fácil, debemos recordar que cuando las fuerzas de seguridad abusan, también abusan de nosotros. Resaltar que hubo un ensañamiento particular con la comunidad LGBT no tiene que ver solamente con reescribir el hecho histórico desde el presente, sino con construir un presente en el cual podamos ver al fascismo como enemigo común. Fascismo y patriarcado son nombres del mismo monstruo, que no muere pero si retrocede cada vez que juntamos nuestros cuerpos en las calles para decir: cárcel, común, perpetua y efectiva, ni un solo genocida por las calles de Argentina.
