La actriz tucumana recibió este año el premio a Mejor Actriz en el Festival Internacional de Cine, por su papel protagónico en Planta Permanete, primera película de Ezequiel Radusky como director solista. Pedro Arturo Gómez realiza un recorrido por la trayectoria de Juarez en una charla íntima.
Mayo de 2013, la Rivera Francesa. Liliana Juárez, alojada en la localidad de Mandelieu, está en la parada del bus que la llevará a Cannes, un lugar demasiado caro para hospedarse allí. Los dueños, la película tucumana con la que Agustín “Bobby” Toscano y Ezequiel Radusky debutan en la dirección cinematográfica, donde ella es parte del elenco, lleva ya dos proyecciones en el Festival de Cine de ese año. Mientras espera, se le acerca un hombre que lleva un gafete con la acreditación del Festival y le dice “¿Madame?”. Desprovista de habilidades en la lengua francesa, Liliana se estremece, inquieta ante las intenciones comunicativas del desconocido. “¿Vous êtes la actriz de Los dueños?”, le pregunta él y ella le arroja un “¡Oui!”, con desconfiada seriedad, porque teme que sea una broma del dúo de nóveles directores, agazapados quizás, filmándola con una cámara oculta. Pero no tarda en darse cuenta de que las palabras del hombre van en serio. Él le da la mano y la besa, hablándole siempre en francés. Ella alcanza a comprender que le dice que los filmes argentinos son muy reconocidos en Francia. Ya en el bus, rumbo a la ceremonia de la alfombra roja, Liliana piensa “¡qué bárbaro, hace dos días que estoy aquí y ya me reconocen!”.
Noviembre de 2019, Mar del Plata. Liliana Juárez vuelve a ser reconocida, pero esta vez por el público argentino que la aplaude en el hall del Teatro Auditorium, durante el Festival Internacional de Cine que la distingue con el Premio a Mejor Actriz, en la Competencia Internacional, por su protagónico en Planta permanente, primera película de Ezequiel Radusky como director solista. Han pasado más de seis años tras esa ocasión en la que la opera prima de Toscano y Radusky -donde ella tuvo su propio debut como actriz cinematográfica- recibió una mención especial en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes. En el camino, entre Cannes y Mar del Plata, ella protagoniza también El motoarrebatador, la notable película con la que Toscano se inicia a su vez como director solista. Mientras tanto, Liliana Juárez ha ido convirtiéndose en ícono y musa de eso llamado “nuevo cine tucumano”, una movida audiovisual cuyo despegue está en Los dueños.
Licenciada en Artes Plásticas, con especialidad en Escultura, empleada en la Oficina de Sellos de la Dirección de Rentas de la Provincia de Tucumán, la exitosa carrera actoral de Liliana tuvo una iniciación tardía, como una actividad más bien terapéutica en medio de la crisis desencadenada por su divorcio. Formada en diversos talleres de actuación y en la Carrera de Teatro de la Universidad Nacional de Tucumán, alcanzó su primera consagración con la obra La verdadera historia de Antonio, la celebrada puesta del grupo “Gente No Convencida”, donde junto con Daniel Elías y Sergio “El negro” Prina –su compañero de elenco en Los dueños y El motoarrebatador– también estaban Toscano y Radusky, con quienes la trayectoria de Liliana se halla entrañablemente imbricada. En esa obra, que se representaba en una casa a donde el público era trasladado en una combi, Liliana encarnaba a Estela, una chica con Síndrome de Down. Hacia el final, ella ganaba en un juego de mesa y exclamaba “¡Soy una ganadora, soy una ganadora, soy una ganadora!”, y así continuaba gritando, mientras la gente se iba del lugar y subía a la combi que de inmediato se ponía en marcha. “Los chicos -Daniel Elías, Ezequiel (Radusky), Bobby (Toscano)- me acostumbraron a eso, a ser una ganadora”, afirma Liliana, “en eso pensaba cuando recibía el premio en el Festival de Mar del Plata.”
Entre el teatro y la actuación ante las cámaras de cine, ella siente más libertad en los escenarios. “Yo siempre tengo eso de cambiar la letra del libreto, cambiar algo en los personajes”, reconoce. “En el teatro yo me siento más la dueña de todo. En el cine no, te dicen ‘¡corte!’, ‘no Lili, así no, va de nuevo’, ‘no te vayas para ese lado’. Porque en el cine me sale también hacer algo parecido. El Bobby (Toscano) dice que yo reescribo los guiones. Y ahora, en Planta permanente, yo le decía a Ezequiel (Radusky): ‘¿querés que yo lo diga en mi estilo?’. Y él me decía: ¡qué vieja caprichosa que sos!. Decilo como está escrito, no como vos querés’. Y por ahí, llegas como a un acuerdo, algo así como ‘mitad y mitad’, pero es algo que me sale natural”, reflexiona con picardía.
Al filmar Planta permanente en La Plata, ella se sentía en un comienzo muy de visitante, pero se repetía a sí misma “Vos venís de la Paul Groussac (la sala sede del Departamento de Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán) donde tuviste grandes maestros”, empeñándose en desenvolverse como una profesional. No obstante, de todos los personajes que hizo en el cine, Lila –su protagónico en esta película- es al que siente más suyo, entre otras cosas porque “Lila” es como la llaman quienes más la conocen. Hasta hubo un momento, durante el rodaje, que se sorprendió diciendo “¡Cómo sabe de mí, de mi vida, Ezequiel!”, porque alguien, en una escena, le dice “Lilucha” que es como la llaman también en la Dirección de Rentas, un espacio de trabajo del que inevitablemente provienen experiencias que nutrieron la construcción de su personaje. En otra ocasión, después de haber terminado la jornada de filmación en el edificio del Senado de La Plata, Radusky le pidió unos minutos más al equipo para una última escena y le dio una gamuza y brillo para metal, y la puso a lustrar unos manijones. Ella no pudo evitar decirle “¡Vos me conocés en serio, porque yo soy una fregona, me encanta estar dándole brillo a mis esculturas, a mis adornos!”.
El nombre de “Lila” también le sirve como una metáfora cromática para hacer referencia a su ensamble con Rosario Bléfari, la cantante y actriz marplatense con quien había compartido antes el elenco de Los dueños. “Rosario es una gran compañera, porque si nos ponemos a ver una paleta de colores que represente el temperamento de cada una de nosotras, yo soy el rojo y ella –que es una actriz muy orgánica- es el azul. Esos colores se complementan y de la mezcla de ambos llegás al lila, como Lila, mi personaje. Esa compañera me ayudó, mezclamos las dos juntas para que pueda nacer Lila”. Una mezcla que, entre Los dueños y Planta permanente, ha dejado una huella icónica en los respectivos carteles de esas dos películas, donde ambas aparecen componiendo un dúo emblemático.
El cascabeleo luminoso característico de la personalidad de Liliana se vuelve enérgico cuando enuncia uno de sus anhelos: la existencia de un Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) más federal. “Un INCAA regional con poder de decisión, para que no haga falta ir a Buenos Aires para emprender un proyecto, que se pueda decidir y hacer en Tucumán, en Jujuy, en Santiago del Estero…” Y agrega con radiante firmeza: “Que crezca el cine tucumano, es lo que más deseo”.
Mientras espera la oportunidad de actuar en un film de suspenso, su presencia fílmica continuará en el nuevo proyecto de Agustín “Bobby” Toscano, que se filmará también en Tucumán. “Él me aseguró –cuenta divertida- que, aunque yo sea muy viejita, voy a estar en sus películas, aunque sólo pueda estar sentada en una sillita. Él dice que soy su actriz fetiche”.
Admite que no se imaginaba su devenir en la actuación cinematográfica, pero se define como una soñadora, una soñadora muy especial “porque cuando sueño, a los dos o tres días sucede lo que he soñado”. Como nos enseñó Shakespeare en La tempestad, los sueños son la sustancia de la que está hecha la vida, así que cabe esperar que haya Liliana Juárez para rato en nuestro cine.