Un estudio multidisciplinar de universidades españolas y británicas ofrece evidencias de que estas representaciones artísticas no fueron solo obra de hombres
El arte rupestre está rodeado de interrogantes que intentan ser respondidos por científicos y científicas de diferentes disciplinas. Quiénes eran y por qué pintaban son algunas de las preguntas sobre las pinturas que datan entre 40.000 y 2.500 años de antigüedad.
Durante mucho tiempo, se vinculó este tipo de expresiones como tareas que correspondían a los varones. Un estudio reciente titulado Who painted that? The Authorship of Schematic Rock Art at the Los Machos Rockshelter in Southern Iberia (¿Quién pintó eso? La autoría de arte esquemático en el refugio rocoso de Los Machos, en el sur de Iberia) ofrece, por primera vez una respuesta científica: con una probabilidad del 80%, las representaciones son obra tanto de hombres como de mujeres.
Curiosamente, en un sitio bautizado como “Los Machos”, entre más de 32 motivos pintados en dos paneles (uno sobre todo) hace entre 5.000 y 7.000 años, se han identificado dos huellas dactilares y una de ellas tiene un 80% de posibilidades de pertenecer a una mujer joven, según un equipo internacional de científicos que lo ha estudiado, liderado por Francisco Martínez Sevilla, de la Universidad de Granada (UGR).
Es, de hecho, la primera vez que se logra determinar el sexo y la edad de los autores de unas pinturas rupestres mediante un análisis que es muy habitual en los trabajos policiales.
En la investigación, que acaba de publicarse en la revista Antiquity, también se identifican las huellas dactilares de un hombre adulto, mayor de 36 años, junto a las de la posible mujer joven.
“Con las huellas de la cerámica ya se han habían hecho estudios muy completos pero no con pinturas. También se habían identificado manos de mujeres pintadas en la Prehistoria en otros lugares, pero lo importante es que ahora se abre la opción de poder identificar a los autores por sus huellas dactilares, algo que no se había hecho antes. Además, el trabajo confirma que la representación en estas pinturas no estaba limitada a un conjunto concreto de edad o sexo, sino que podían participar todos”.
El estudio de los ‘paleodermatoglifos’ fue desarrollado por el grupo de investigación GROB -Grup de Recerca en Osteobiografia- con la profesora Assumpció Malgosa, de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Para determinar el sexo y la edad, se fijaron en las crestas dactilares, porque, como explican, hay diferencias entre sexos en el número de crestas y en la anchura. Son mayores en los hombres que en las mujeres. También hay particularidades por la edad, porque el patrón de huellas dactilares no cambia durante la vida, pero si lo hace durante el crecimiento la distancia entre esas crestas.
Muchas de las obras pintadas en los paneles del abrigo son figuras antropomorfas que forman parte del estilo llamado ‘arte Esquemático’, una forma de representar que se puede ver por abrigos y cuevas de toda la Península Ibérica y que se extendió desde el Neolítico, con las primeras poblaciones humanas sedentarias, hasta la Edad del Cobre, a mediados del siglo VI antes del presente.
Algunas de las figuras tienen falo, lo que se identifica con los varones, y en otras se aprecian bultos bajo los brazos que, según Francisco Martínez y su equipo, serían los senos de las mujeres, si bien hay quien lo identifica con ídolos. También hay figuras circulares y geométricas.
En esta investigación, los autores han realizado un análisis del abrigo rocoso y del panel pictórico, incluyendo su morfología geológica (causante de la conservación y durabilidad de las pinturas a lo largo del tiempo); las técnicas utilizadas en la aplicación de la pintura; el contexto arqueológico regional; la atribución cronológica y la identificación del perfil biológico de los autores de las pinturas a través del análisis de paleodermatoglifos (huellas dactilares antiguas).
“Además, el análisis del ancho de los trazos nos ha permitido confirmar que el pigmento se aplicó con los dedos y que las huellas dactilares documentadas pertenecen a una fase 2, la más reciente, de un pigmento ocre oscuro, como un repintado posterior”, apuntan los autores.
El refugio fue descubierto durante un trabajo de campo realizado entre 2004 y 2005. Es una cavidad con una abertura orientada al este en un muro de piedra caliza casi vertical, de unos 100 metros de altura, que ofrece amplias vistas sobre la cuenca de Baza. Es poco profundo y abierto, unos 13 metros en la parte exterior y cuatro de profundidad.
El panel con los dibujos está justamente en la zona más profunda, a resguardo de la erosión del agua y el viento. Al parecer, la evidencia de actividad prehistórica es escasa en la comarca, pues sólo se han hecho estudios de superficie, pero si se sabe que hay 19 yacimientos arqueológicos en un radio de unos 10 kms, entre el Neolítico y la Edad del Bronce.
“No sabemos en realidad por qué hacían estas representaciones rupestres, si estos abrigos eran santuarios o lugares de reunión de las comunidades. Pero esa huella de un dedo en medio de un trazo es algo físicoy tangible, un vínculo con aquellos humanos que podría investigarse en otros sitios para averiguar más datos sobre los aquellos artistas”, señala el científico.
En el estudio participaron, además de Francisco Martínez Sevilla, Meritxell Arqués, Xavier Jordana, la mencionada Assumpció Malgosa, José Antonio Lozano Rodríguez, Margarita Sánchez Romero y Javier Carrasco Rus (Universidad de Granada) y Kate Sharpe (Universidad de Durham en el Reino Unido).
Con información de ROSA M. TRISTÁN