por Apa Prensa
La Universidad Nacional de Tucumán (UNT) resolvió trasladar al docente que había sido denunciado por abuso sexual infantil por un estudiante que lo hizo público a través de una carta pública..
El día que se enteró que la resolución ya era oficial, Martín Dzienczarski se sentó en el piso y se largó a llorar. Sintió que sirvió poner el cuerpo, contar lo que vivió, pelear para que su pesadilla no se transforme en la pesadilla de otros y otras. “Ya está. Ese tipo no le puede seguir haciendo daño a nadie”, pensó.
En febrero de 2018, Martín, periodista de La Gaceta y colaborador de medios alternativos y populares, había relatado tres situaciones de abuso que transcurrieron en la escuela universitaria Gymnasium, entre 2002 y 2003, cuando era niño. Lo hizo a través de una carta pública que recorrió el país y en donde acusaba, sin nombrarlo, a un docente de la institución. Dos días después de la publicación de la nota, presentó una denuncia administrativa en la Dirección de Asuntos Jurídicos de esa universidad. En la Justicia penal provincial la causa ya prescribió.
Un año y medio después de iniciado el sumario, el dictamen recomendó no formular cargos contra el denunciado por responsabilidad disciplinaria, porque no se reunieron elementos de prueba suficientes. Sin embargo, el documento agrega que por los Pactos Internacionales y Legislación sobre la protección de los derechos del niño, recomendaba su traslado.
El rector de la UNT, José García, junto a la secretaria académica, Norma Carolina Abdala, firmaron el 6 de septiembre el decreto 1497/2019, que resolvió adscribir al docente en la Dirección General de Estadísticas de la UNT desde la fecha de la resolución.
El viernes pasado se conoció que el Rectorado definió la exoneración Eduardo Hassan, docente de Odontología, y de Victor Chocobar, profesor de Derecho, por abusos de poder, acosos y misoginia. A partir de las denuncias contra ambos, la UNT promulgó en 2018 un protocolo para la prevención de la violencia y la discriminación de género u orientación sexual en los ámbitos universitarios.
En el tiempo transcurrido entre su denuncia y la resolución, la Universidad definió la adhesión a la Ley Micaela de capacitación obligatoria en violencia de género a todos sus empleados y empleadas y la implementación de la Educación sexual integral en las escuelas universitarias. Si en el 2006 la ESI se hubiese aplicado, Martín podría haber entendido lo que vivió y no tendría que haber esperado 15 años para poder contarlo.
Para el joven, la reparación simbólica fue que la Universidad como institución reaccionó y dijo: “con esto nunca más”. Que reconoció su sufrimiento y angustia. Que entendió que no se podía correr el riesgo que ese docente siga frente a alumnos y alumnas. Que creyó en su testimonio. Que su palabra vale. Esa fue su reparación.
Cuando leyó la carta de la denunciante contra Alperovich, ex gobernador de Tucumán y actual senador nacional (en uso de licencia), por abusos sexuales, sintió una angustia muy profunda. “Cada uno tiene que denunciar su monstruo. El mío se llama José Alperovich”, escribió la joven. Martín sintió que entonces él también podía ponerle nombre a su monstruo. “El mío se llama Pablo Bazzano”, pensó en voz alta. Y la palabra fue libertad. Y alivio.
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