El temporal del martes hizo sentir su ímpetu en Burruyacu, donde hasta ayer todavía había localidades aisladas por el daño a la ex ruta 34. Alrededor de 240 familias resultaron afectadas en el este provincial. Hasta ayer, cerca de 80 grupos permanecían aislados, al norte de Garmendia. Las lluvias registradas el martes fueron más del doble que una tormenta para esta época, según los pobladores. La intervención de agentes sanitarios. Por Martín Dzienczarski
La desesperación. Walter Daniel Villarreal empezó a ver cómo el agua entraba en su casa la madrugada del miércoles y subía minuto a minuto. Sus hijos se asustaron. Él y su esposa se desesperaron: subieron a las criaturas a la cama de arriba de una cucheta y empezaron a intentar resguardar todo cuanto se pudiera. “Salvamos cosas hasta que no tuvimos qué hacer”, explicó el vecino de la localidad Pampa Pozo, dividida en el límite entre Santiago del Estero y Tucumán. En su casa, el agua alcanzó un metro de altura. Durante 12 horas más mantuvo unos 70 centímetros.
La familia Villarreal forma parte de las 240 afectadas por el fuerte temporal del martes en todo el este tucumano. De acuerdo con el informe de precipitaciones de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres, la estación donde más precipitaciones se registraron fue en el puesto de control de La Argentina, donde cayeron 82,6 milímetros (se trata de un paraje rural entre Garmendia y Burruyacu). Los embates de la tormenta en el departamento Burruyacu se concentraron en la localidad de Garmendia y en los parajes aledaños: Pampa Pozo, Puente Alegre, La Chacra, El Bañador y La Ruda.
Después de la desesperación de ver cómo comienza a subir el nivel del agua adentro de casa, le sigue la impaciencia: ¿cuándo comenzará a escurrir? “Recién el miércoles pasando el mediodía comenzó a bajar el agua. Estuvimos todo el tiempo parados, al lado de los chicos. Después comenzamos a sacar el agua y empezamos a limpiar”, recordó Villarreal. “Estamos sin dormir. Recién ahora nos calmamos un poco, tratamos de trasmitirles eso a los chicos. Ahora empezamos a ver cómo recuperamos lo que perdimos”, dijo ayer el hombre de 36 años, con los brazos en jarra sobre su cintura. Enfrente estaba su Chevrolet Corsa con todas las puertas abiertas y los asientos removidos. “Trabajo en la comuna; necesito el auto porque mi señora está enferma y la llevo al médico. No sé si podrá arrancar”, finalizó angustiado. En el patio, entre el barro blando y profundo, pululaban enseres y pertenencias puestas a secar: una cocina abierta, muebles, ropas, juguetes. Todo lo de una familia.
“No esperábamos que iba a ser algo tan fuerte. Cuando comenzó a subir el agua nos metimos en la casa de mi hijo, junto a mis nietos de siete, 11 y 13 años. En el medio de la desesperación, con mi hijo levantamos algunos electrodomésticos sobre la mesa de la cocina. Amanecí con el agua a la cintura”, agregó Luis Villarreal(62 años), papá de Walter. En el mismo terreno hay tres casas, donde viven unas 10 personas. Y agregó: “estábamos atrapados por el agua, pero no abandonamos la casa. Al otro día (por el miércoles), entre mis hermanos, mi hijo y mis sobrinos hicimos salidas en la vía para que el agua salga un poco de las casas. Gracias a Dios estamos bien, mi esposa sufre de presión pero ella está bien”.
Incomunicados
El agua sobre la vieja traza de la ruta 34 dejó incomunicados varios parajes al norte de Garmendia. El miércoles, la traza estaba tapada por al menos un metro de agua. Un camión de esa comuna intentó sortear el camino anegado para llevar mercadería, colchones y enseres de cocina para las 80 familias que habían quedado incomunicadas. El camión se fundió y un tractor fue al rescate: el reparto de los productos sólo fue posible porque se cargaron los paquetes sobre el techo del tractor. Recién ayer comenzó a escurrir el agua. A bordo de una rastra tirada por un tractor, un grupo de médicas, enfermeras y agentes sociosanitarias del Siprosa pudo realizar un relevamiento de las familias y brindar asistencia. Un equipo de LA GACETA acompañó a las profesionales de la salud.
“¿Hay alguien enfermo? ¿Los chicos están bien? ¿Qué necesitan?”, repitieron hasta el hartazgo las integrantes del equipo coordinado por la pediatra Claudia Judith Dias Neto. Sortearon las dificultades del barro para llegar a cada casa de esas localidades.
Los vecinos de Garmendia y de Pampa Pozo (9 kilómetros al norte de esta comuna), reconocieron que la tormenta fue muy violenta, pero apuntaron contra la tala indiscriminada y los propietarios de las fincas aledañas. Lo había reconocido el comisionado rural, José Gutiérrez: “el gran problema es la tala indiscriminada. Además hay finqueros que sacan el agua y la desvían a la ruta, eso desemboca en el pueblo de Garmendia y en Pampa Pozo”.
Descalzo, cansado de la humedad del ambiente y de limpiar el barro, Hugo Fermegú, descansaba frente a su casa, en la parte central de Pampa Pozo. “Estuve toda la noche sacando agua, junto con mi señora. Después mi hija se largó a llorar, nerviosa, cansada. Y ella la tranquilizaba mientras seguía trabajando. Puse recién dos líneas de ladrillos con material en la puerta para empezar a levantar el nivel y que no me entre tan fácil el agua”, dijo el muchacho de 22 años mientras señalaba la finca a sus espaldas.
“Los voy a sacar cagando a los políticos si vienen en campaña. El año pasado vino un tornado y me hizo volar el techo de mi casa, perdí la heladera, la cama, un televisor, todo. Me dijeron que me daban una casilla, pero me la compré yo y volví a a empezar. Esta vez puse la heladera sobre la mesa”, continuó. Atrás suyo, sobre una soga, colgaba la ropa recién lavada. Fermegú contó que trabaja en la cosecha de limón. Entre diciembre y marzo cobra el plan interzafra, de $ 2.300 por mes. Le preocupa la crisis económica, porque costará el doble recuperarse -aseguró a este diario-. En el patio, durante la tormenta, el agua le llegaba al pecho.
Por Por Martín Dzienczarski para La Gaceta