En estos días de año electoral donde en Tucumán y Argentina todo es válido en la política, se ha levantado sobre la faz de las redes un debate casi único. Un joven de 17 años presentó un amparo para ser candidato político. El caso Ismael y qué antecedentes hay Argentina y el mundo. Cuál es el rol de los jóvenes nacidos después del año 2000 en el desarrollo de la Argentina del futuro.
En los últimos días las redes sociales se han visto cautivadas con un hecho peculiar en años electorales: Un joven taficeño de 17 años llamado Ismael Fernández, impulsado por el Intendente Javier Noguera y la actual candidata oficialista Alejandra Rodríguez, presentó un amparo ante la Justicia provincial para ser candidato a una banca en el Concejo Deliberante de Tafí Viejo. Las críticas hacia Ismael fueron desde las más obvias: que es sobrino de Alejandra –tía, hermana de su madre– y Noguera, hasta las más incisivas: no quedó aspecto físico y estético de Ismael que no haya sido criticado. Pero sin duda alguna, era sólo una la que sobresalía incluso más que el hecho mismo de que Ismael comparta familia con ambos: su edad.
La noticia levantó una ola de debates –en medio de esa maraña de insultos– más que interesante. ¿Votarías por alguien que tiene 18 años (edad que tendría Ismael al momento de la elección)? ¿Qué preparación tiene alguien a esa edad? Pero a la situación hay que leerla entre líneas porque, en definitiva, ¿en qué situación se encuentran las y los tucumanos en relación a su clase política y dirigente?
Las y los tucumanos están enemistados con los políticos. Todos los tucumanos con todos los políticos. No hay ningún dirigente de Tucumán que no repita que hoy la gente está peleada de sus dirigentes. Y, sin embargo, la política en Tucumán es lo que es, todos los días. Pero el problema no es la política (ese fiel acto de dirigir a una sociedad a un lugar más seguro), sino los políticos, quienes muchas veces manchan el servicio público a título personal. Pero para la historia, la realidad no es blanco-negro, sino siempre hay que tender a la matización: a 40 años de la restauración democrática en Tucumán y en el país, la clase dirigente y las formas de gestionar y gobernar han ido en constante debacle. Pero también hay que decirlo: la clase dirigente en todas las provincias y ciudades es, estadísticamente, una clase dirigente nacida hace 40 años o más. ¿O sea? La democracia, a 40 años de la democracia, necesita una renovación. Un repaso histórico y un análisis político, sin caer en ambigüedades:
Aquella generación nacida entre 1999-2003 –los Hijos del 2001– y una posterior –los nacidos entre 2004-2009) son quienes hoy tienen muchas más posibilidades de dirigir una renovación dirigencial general que su generación anterior –los millennials argentinos–. La aritmética es fácil: en casi todo el país hay una clase dirigente de entre 60-80 años, mientras que aún no hay muchos representantes de entre 30-40 años. Donde más puede verse dirigentes de variadas edades es, lógica e históricamente, en el parlamento, sobre todo en Diputados, ya que en la Cámara de Senadores aún persiste simbólicamente el deber gozar de cierta edad y experiencia en los cargos públicos; en Tucumán en particular, eso no puede decirse de la Legislatura, ni tampoco de los Concejos Deliberantes. Existe una actitud general de nuestra clase dirigente a no querer renovar la dirigencia. Tan sencillo como eso. Pero, además, está en el inconsciente de la gente que, aún sabiendo eso, es reacia a una renovación que, bien o mal, será distinta a todo lo que ven esas grandes capas de la sociedad que lo único que le piden a sus representantes es comer, trabajar y vivir en paz.
Hoy los políticos no utilizan la política para el beneficio de las grandes mayorías y eso significa, lisa y llanamente, que nuestros políticos nos fallan y nos quieren seguir fallando. Es en este contexto donde en 2019 logra acceder a una banca en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires Ofelia Fernández. Expresidenta del Centro de Estudiantes del Carlos Pellegrini de la UBA, fue electa por el Frente de Todos con sólo 19 años. Su caso sentó un precedente importante en la concepción de una dirigencia política ya conocida. Sus mayores críticas, sin embargo, fueron siempre por el mismo lado: por ser mujer y, sobre todo, joven. Hay un caso aún más resonante y desconocido: en 2018, en medio de las primarias demócratas para la Gobernación de Vermont, uno de los precandidatos fue Ethan Sonneborn, un niño de 14 años que aprovechó una peculiaridad en la constitución estatal y cumplía con el único requisito excluyente: haber vivido 14 años en dicho estado. Ethan no ganó pero su desempeño en los debates con candidatos que triplicaban su edad fue alucinante. Fue capaz de presentar una plataforma electoral mucho más consistente que otros candidatos.
Si bien la edad constitucional para ser candidato a concejal en los municipios de Tucumán es de 22 años, no deja de ser menos constitucional que se puedan presentar amparos para, técnicamente, pedir excepciones a la ley. La ley no es pétrea; la ley se cambia, se mejora. Es por eso que Ismael Fernández presentó tal recurso a la justicia. Y guste o no guste, sienta un precedente a nivel nacional.
Para entender dicha sagacidad –como lo definían mucho en las redes–: hay que entender rápidamente quién es Ismael: de 17 años, se egresó hace sólo un par de meses del Gymnasium de la UNT; llegó a ser presidente del Centro de Estudiantes y actualmente está en el primer año de Abogacía. Sobrino del Intendente Noguera, la política siempre estuvo presente en su familia de la mano de su abuelo Augusto César Rodríguez, un reconocido dirigente del Tafí Viejo de antaño. Cantante y artista, no duda en mostrarse en Instagram como quiere ni escribir cosas en Twitter que nada tienen que ver con política. Es, en definitiva, un joven más. En las redes se lo ha criticado por su ropa, por su cara, sus fotos, por su consanguinidad y sobre, todo, por tener 17 años. El debate de si puede o no un joven ser electo no es jurídico, sino humano: ¿le confiarías a un joven tu representación?
Ismael considera a Tafí Viejo como la ciudad ambiental de Argentina. No titubea para decir que admira a su tío y a su forma de ejercer la política y la gestión política (‘’ya que no es lo mismo militar que gestionar’’, dice) y que destronó a políticos caducados como Pascual Zamora y Roque Álvarez; considera que la gestión de Noguera debió haber sido menos verticalista, típica de los dirigentes peronistas. Asegura que Alejandra llevará a cabo una gestión muchísimo más innovadora con su propia impronta y sostiene que las críticas de nepotismo son infundadas ya que ‘’Alejandra conoce hace años la estructura municipal, todo el mundo sabe que trabaja lado a lado con Javier’’. Dice que, por su historia familiar, su corazón está en el peronismo pero evita definirse como peronista. Cree que el principal problema de autoestima que tienen los taficeños hoy es sentir que siguen siendo una ciudad chica y no una ciudad en constante expansión; sostiene, en definitiva, que hay gente que no reconoce que el Tafí Viejo de hoy no es el Tafí Viejo de hace un par de décadas. Se reconoce como parte de un sector más privilegiado de la sociedad taficeña, pero al mismo tiempo se considera una persona con una gran conciencia de clase. ‘’Al taficeño a veces no le interesa mirar para la Villa Obrera, el Barrio Próspero Mena o Lomas de Tafí’’, asegura.
A las críticas de su relación familiar con ambos dirigentes contesta con un liso y llano ‘’a mí nunca me regalaron nada’’. Sostiene que hace años milita en la educación secundaria y el año pasado fue uno de los más grandes opositores a ir a otra elección en la UNT donde todos los estamentos preuniversitarios estén imposibilitados de votar. Para él, las puertas siempre estuvieron abiertas y dice que ‘’Javier tiene muchos sobrinos, pero sólo se me critica a mí por ser quien quiere postularse y, además, por ser menor de edad’’. Esta oportunidad significa para él gozar con un instrumento para ayudar a la mayor cantidad posible de personas. Quiere, en definitiva, ‘’cambiar el mundo empezando por los jóvenes de mi ciudad’’. Su objetivo es sentar un precedente en Tafí, Tucumán y Argentina, ‘’dar paso a un nuevo capítulo en la inclusión política’’.
Ante un ping-pong de preguntas ve en Alberto Fernández la peor elección del peronismo y a Cristina Kirchner como la mejor oradora de Latinoamérica, pero que ‘’debe salir del conurbano y venir a las provincias’’. De Osvaldo Jaldo cree que va a ganar pero sostiene que debería dejar tanta rosca y centrarse más en la educación; de Manzur, por otro lado, considera que debe mirar más Tucumán y menos la Nación. De Larreta cree que debería proponer algo que esté fuera de lo K y lo antiK; de Patricia Bullrich dice que lo intimida y le es inevitable no verla como una candidata de facto. Por último, considera a Milei como un gran jugador del marketing y que si bien lo mira desde las antípodas de sus concepciones políticas, lo considera ‘’un disruptivo, un vanguardista y por eso la juventud lo sigue’’.
El caso Ismael marca un precedente importante en una renovación política en la provincia. Tarde o temprano, nuestros dirigentes se irán haciendo cada vez más viejos y se necesitará renovar no sólo la clase política, sino fundamentalmente al Estado todo, es decir, su estructura burocrática, absolutamente necesaria para la gestión de una sociedad.
El 2023 será tal vez el año más trascendental desde la recuperación democrática. Argentina definirá el futuro de las grandes masas de la población. Hoy los jóvenes descreemos de nuestros dirigentes, de las mismas caras de siempre. No adherimos a partidos políticos ni a ideologías de ningún tipo. Tenemos amigos de izquierda, libertarios, peronistas, macristas y apolíticos. No creemos en las divisiones de raza, de género o de clase. Nuestras aulas están abarrotadas de una clase media empobrecida que quiere garantías para su futuro. Es en ese ámbito que muchos, aunque sean una minoría, levantamos las banderas de la participación política y queremos un cambio sustancial en las vidas de las y los argentinos.
En una sociedad gobernada por una mayoría etaria que nos dice a los jóvenes cuál será nuestro lugar en la lucha por la supervivivencia del día a día, involucrarse de manera directa es hacerlo, por definición, en nombre no de un beneficio personal, sino por un deber democrático; una democracia de la que gozamos toda nuestra vida. Los jóvenes de hoy estamos desatados, sí, pero el día que nos toque dirigir las riendas de nuestras ciudades, provincias y el país, las concepciones políticas serán otras: la de una generación que cree en una Nación más libre, justa y donde nadie se quede afuera.