La Guerra de las Dragas

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Querido y gentil lector, desde hace unos días se ha desatado en redes sociales una polémica entre las artistas Drag de Tucumán y del país. El deseo que moviliza este escrito es echar un poco de luz -o sombra (shade)- sobre los recientes acontecimientos que sacuden al mundo del Drag.

Hace un tiempo que se han instalado los cuestionamientos entre reinas, que abrieron fuego en peleas de redes sociales con mensajes anónimos, estados, historias, indirectas bien directas, enigmáticos, capturas, chismecitos y rumores de camarín. El eje del debate gira en torno al valor del trabajo de las artistas, las condiciones laborales, las elecciones provinciales y nacionales que coronan reinas y cuestionamientos a los empresarios que contratan artistas drag.

El PJ se llena de Dragas

Hoy en la Legislatura Provincial, una docena de artistas drags y militantes LGBTIQ fueron reconocidas por los legisladores Walter Herrera, Tomas Cobo y Alejandro Figueroa (si, los mismos que ayer apoyaron la adhesión de Tucumán al RIGI) en el marco de la presentación de una proyecto de Ley para declarar el Día del Arte y la cultura Drag Queen en Tucumán. Esta gestión fue iniciada por la Drag Lady Alutrix y encontró aval en funcionarios públicos que aseguran reconocer el valor de este arte.

Además el sábado se realizará un mega evento en el Partido Justicialista que contará con la presencia de Drags locales y nacionales, donde se realizará la elección de la Reina Drag Queen Federal de la Patria, con un premio en efectivo de $600.000. Todo esto organizado por la mismísima Lady Alutrix y con el aval de la Diputada Nacional Gladys Medina. Sí, la misma que rompió con el bloque justicialista y votó a favor de la Ley Bases y el veto al aumento de los jubilados.

Este evento trajo todo tipo de cuestionamientos por parte de otras dragas que expresaron su descontento en redes y que sostienen que no se debe mezclar el arte drag con eventos o partidos políticos ¿Acaso se puede pensar el arte drag como un hecho apolítico? ¿Se puede ser drag sin implicancias políticas en medio de un contexto que cuestiona las identidades?

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Historizando un origen

Para pensar en esto debemos remontarnos a la historia del Drag, cuyo origen etimológico tampoco cuenta con una sola acepción. Según los más puristas de raíz inglesa, el gran William Shakespeare usaba el término DRAG (Dressed As a Girl – Vestido como chica) para referirse a los personajes de sus obras que eran encarnados por varones que se vestían de mujer, ya sea por caricatura o burla, esta subversión del género implica un claro hecho político que rompe la convención de la heteronorma. Otro origen señala que la palabra Drag hace referencia a arrastrar, por los enormes vestidos y vestuarios que arrastran las artistas que lo encarnan. 

De una u otra forma, encontramos algo en común y es la performatividad del género, algo que señaló Judith Butler, como la actuación de un género social que hacemos para entrar en los parámetros establecidos por cada sociedad. Independientemente de nuestro sexo biológico, todos y todas performateamos nuestra identidad en base a la vestimenta, las formas de hablar y de presentarnos ante el mundo.

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El arte drag es performático y político porque rompe los cánones de lo esperado. Si bien hay muchas variantes y estilos, tantos como dragas hay en el mundo, hemos conocido el Drag en la cultura mainstream gracias al reality “Rupaul’s Drag Race”, que se ha multiplicado en infinitas y millonarias franquicias globales.

Drag al modo norteño

Una expresión cultural como el Drag también tiene su historia y réplica local, acá en el norte del país, a principios del 2000 se cristalizó en un concurso de alcance nacional como fue la Elección Nacional Drag Queen organizada por la disco DIVA. Algunos artistas señalan que antes ya había expresiones del drag, como ejemplo podemos citar una larga tradición de actores transformistas hasta las performances de Rodo Bulacio y Tenor Grasso en los 90s, con inspiraciones pop foráneas pero con una impronta hiperlocal. Muchos artistas visuales que exploraron el género de la performance, rompían los roles de género vistiendo y desvistiendo a sus musas con vestuarios de otros géneros. Sin embargo, no estarían tan contentos con que su arte sea clasificado como arte drag específicamente.

Como todo ejercicio de travestismo, el drag también fue un arte marginado a la nocturnidad, que solo se daba como entretenimiento en locales bailables o eventos para la comunidad LGBTIQ+. Una drag de principios del 2000 debía vivir una doble vida, durante el día acomodarse al género establecido y por la noche dejar salir las plumas y el brillo. Algunas aún hoy lo hacen. Gracias a los avances en materia de derechos del colectivo es que este arte pudo trascender los límites de las 6 de la mañana. Desde hace unos años, se ha visibilizado y llevado a otros ámbitos esta expresión de arte. En Salta se hizo el primer reality Drag de la Argentina, “Juego de Reinas”, cuya final se transmitió desde el Teatro Provincial de Salta. En Tucumán, la competencia de drags “Batalla Real” organizada por DIVA tuvo su gala en el Teatro San Martín. Muchas dragas luchan por posicionar al drag en otros espacios, como los medios, las instituciones públicas y las calles.

¿Arte, trabajo o hobby?

Una de las discusiones que se instaló cuando las dragas se hicieron visibles, es el cuestionamiento sobre el drag como un arte, un trabajo o un hobby. Partamos de esta disyuntiva para pensar algunas aproximaciones. 

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El Drag es un arte que incorpora varias disciplinas, hay que tener conocimientos de maquillaje, vestuario, peinado, presencia escénica y todo tipo de artilugios y trucos que se ponen en juego a la hora de armar tu personaje drag. Como arte integral no se constituyó, hasta hace pocos años, en una “Escuela Drag” como la que fundó Elektra Trash en CABA. 

Al ser un arte sin “escuela” se aprendía también en los márgenes de toda institucionalidad, es decir, una enseñanza transmitida entre pares, de madres drag a hijas drag. Entre zapatos prestados y pelucas ajenas, se han formado las históricas, hasta consolidarse como artistas más completas. Tal como en las relaciones monárquicas, las reinas siempre han establecido estamentos de legitimación, a partir de cómo te ven y cuántos títulos has ganado. En este escalafón, siempre hubo divisiones, pertenencias, amores y odios entre las reinas. Que si estás con un empresario, que si te fuiste con otro, que tal “le robó el boliche”, que aquella no se sabe “hacer la cara” (maquillar), que en tal lugar “no te dieron ni un vaso de agua”, en otro boliche te dan más consumiciones, que si el show es el mismo de otra elección, o si tal reina repitió vestuario o convocó los mismo bailarines. Así son las internas, los desplantes, los dardos envenenados que se tiran entre dragas, más en estos tiempos de polarización. Hoy quedan en pie dos o tres refugios para el arte drag, y las condiciones laborales siguen siendo las mismas de siempre. ¿Acaso conocen alguna artista que acceda a una jubilación por su trabajo como drag?

Una drag tiene una forma de estar en un escenario, donde se valoran los conocimientos en baile, manejo de plataformas, la precisión de las fonomímicas, la comicidad, el histrionismo y desenfado a la hora de interactuar con un público. El peligro de querer definir un arte tan completo, es que termina siendo todos y ninguno a la vez. Este es un primer límite a la hora de pensar en su valoración. Si nadie te da un título habilitante ¿todas podemos ser drags con solo quererlo?

“Work bitch”

Acá se incorpora la variable del Drag como un trabajo. Si abandonamos la entelequia de la búsqueda de la belleza a través del arte, empezamos a hablar del oficio y el trabajo como producción e intercambio de bienes y servicios. La realidad en nuestra provincia es que la mayoría de las Drag no pueden vivir exclusivamente de su arte. En el país puede haber algunos exponentes que solo se dedican a esto, pero la mayoría debe diversificar su actividad y trabajar en otra cosa. 

Fue desde hace un tiempo que las drags más jóvenes, inspiradas en los modelos norteamericanos, empezaron a aspirar a poder vivir de este arte. Lady Alutrix se convirtió en un exponente joven de esta tendencia al cuestionar el lugar de las artistas y su reconocimiento. Embanderada en una retórica peronista y a través de su alcance en redes sociales, quiso visibilizar que el trabajo no era reconocido económicamente por los empresarios, y se lanzó en una cruzada nacional por exponer los lugares que precarizan y pagan poco a sus drags. Esto fue un parteaguas, en la lucha virtual por unos derechos laborales que son de difícil acceso para cualquier artista de cualquier disciplina. Pero ¿por qué no se puede acceder a un trabajo formal haciendo arte?

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Los orígenes clandestinos han llevado a que la actividad se desarrolle al margen de cualquier derecho laboral. No se establece relación de dependencia, los acuerdos o contratos se establecen “de palabra”, se paga “en negro” cuando hay dinero o con canjes o tragos en otros casos. No hay parámetros ni colegiaturas para establecer el precio de un show, una presencia o una performance. Es un arte caro, carísimo por sus costos (maquillaje, vestuario, traslados etc), que obliga a conseguir financiamiento de otros trabajos, porque no se puede solventar solo con la paga de un show.

Todas estas dificultades son similares a las que atravesaron otras disciplinas artísticas que se han consolidado a lo largo de los siglos, como la fotografía, el teatro, la pintura, la música etc. El nudo sigue siendo el mismo: el valor del arte.

El drag como un “Art attack”

Cuando no hay reconocimiento del valor de un arte, se lo empuja a ocupar el lugar de hobbie, un ejercicio burgués para los tiempos de ocio, se lo aleja de las horas laborales y se considera un divertimento para quien lo ejecuta. Esta consideración resulta útil para empresarios que se enriquecen a costa del trabajo no pago de los artistas. La compensación es mínima o es simbólica, y ante un reclamo te señalan que hay muchas personas que quisieran tener el privilegio de ocupar ese lugar.

Este perverso círculo vicioso en la lógica del patrón y el esclavo, no es diferente a lo que sucede en otros ámbitos laborales informales del mundo del arte. Pero desde que esto se ha hecho visible, se han levantado banderas en la búsqueda de ese reconocimiento. Según se expone en rimbombantes declaraciones de redes, hasta hace un año, había drags que cobraban $5000 pesos por noche. Hoy la historia no es muy distinta, si bien cobran un poco más, no abundan los espacios laborales y tampoco hay una mejora en las condiciones.

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¡Valorate Hermana!

La pregunta sigue siendo ¿quién es el encargado de otorgarle el valor al arte drag? ¿La sociedad, que se encuentra sumida en una profunda crisis económica y que no llega a fin de mes por las políticas de ajuste del gobierno libertario? Sin dudas, la gran masa social en su mayoría desconoce la existencia de este arte o lo tiene asociado a la marginalidad o la disidencia, por lo que es difícil que encuentren por sí solos el valor o el aporte que puede hacer.

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¿Se lo pedimos a un empresario privado? En la misma lógica mercantilista, quienes manejan los espacios de trabajo para las artistas drags, en muchos casos las consideran como algo decorativo, algo que aporta color, un relleno que a la hora de hacer números puede ser prescindible. Si lo importante es vender entradas o bebidas alcohólicas, muchas veces no importa lo que pase en el escenario, mientras el público siga viniendo.Las artistas drags pasan a ser descartables, o son obligadas a realizar otras tareas de manera voluntaria para garantizar su presencia en esos espacios.

Entonces ¿le podríamos pedir al Estado que reconozca el Drag como un arte? Esta es la cruzada que emprendió Lady Alutrix y que nos trajo hasta este punto. ¿Basta con un reconocimiento estatal para acabar con años de precarización y marginación? 

Lamento informarle a las drags que la lista de espera es muy larga, ahí están esperando hace años las compañeras travestis/trans con una Ley de Cupo Laboral que no se cumple. Una exclusión histórica, violencia institucional y estatal, expulsión del hogar, de la escuela, falta de acceso a la salud y al trabajo. Otros integrantes del colectivo LGBTIQ+ que a pesar de tener una vasta historia de militancia, aún no consiguen garantizar los derechos más básicos. A este panorama desolador, se suma que la mitad de la población se encuentra debajo de la línea de pobreza. La fila se hace más larga si pensamos en la gente que espera que un Estado en desaparición, responda ante el hambre o las negligencias de un gobierno despiadado, que no teme en reprimir, castigar y querer exterminar cualquier forma de oposición.

Querido lector, si ha llegado a este punto de la lectura, quisiera aclarar que no ha sido mi intención angustiarle, sino más bien dar unas pinceladas generales en un cuadro que no se termina nunca, un estado del arte que actualiza lo que ya se ha dicho sobre el drag. 

A modo de reflexión final quisiera reconocer que la lucha por el reconocimiento es larga y recién comienza, la clave está en observar a quienes nos precedieron y abrieron camino para que hoy nosotros y nosotras ocupemos espacios. A las dragas mis mejores deseos, que aprendan, que se formen, que se equivoquen, pero que den las discusiones desde lo colectivo, porque ante un creciente individualismo algunxs solo piensan en salvarse a sí mismxs. Aquí también la salida es colectiva y es política, aunque muchos descrean de sus mecanismos. La negación de la política sólo las convertirá en objeto de decisiones de otros sobre sus destinos. A las dragas apolíticas les recomiendo que lean y que se informen, que los libros no muerden. A las históricas que están incómodas, pedirles que abracen las nuevas formas de hacer y de estar, aunque no las entiendan. No se te cae la corona por reconocer el trabajo de la otra. 

Y a los funcionarios que se lavan la cara con el trabajo de las artistas, desearles una dosis de humanidad y que si está a su alcance mejorar las condiciones de vida de los y las artistas no duden en hacerlo, porque somos mucho más que un show vistoso.

A usted querido lector pedirle que apoye a sus artistas locales, pagando una entrada, yendo a ver sus espectáculos y mostrando su aprecio y valoración a través de las redes sociales, que es hoy la forma que tenemos de abrazarnos entre tanto odio.

Atentamente y a su servicio
Kikin Diaz.

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