Desde la Secretaria de Extensión Universitaria repudiaron el ataque. La poeta compartió en sus redes el texto que no pudo leer. “¿Acallar al mapuzungun, el idioma de la tierra? no creo. ¿Silenciar a la poesía? tampoco. Tal vez, y por un rato, mi pequeña voz”.
El sábado pasado se realizó, de manera virtual, la reunión zoom del Café literario del Centro Cultural Virla. La actividad, que se realiza hace 14 años, fue retomada de manera online adaptándose al contexto de pandemia.
En el último encuentro participaron Walter Juárez, Ahuanta Salazar, Florencia Lobo, Ariel Williams, Marcelo Díaz, y como invitada especial, Liliana Ancalao, una poeta mapuche de Chubut.
La jornada transcurrió con normalidad. Tras haber leído sus poemas cada uno de los participantes, era el turno de la invitada especial.
Ancalao leyó un poema en su lengua originaria y luego lo hizo en castellano. Cuando empezó a leer el segundo poema aparecieron interferencias visuales y auditivas que impidieron seguir con la reunión virtual.
Según detallaron fueron “voces anónimas distorsionadas digitalmente” que profirieron violentos insultos en contra de Ancalao y de los asistentes al evento literario con música a alto volumen. Además también aparecieron graves insultos en el chat.
Luego de unos cinco minutos, entre los asistentes desconcertados y la imposibilidad del moderador de retirar los atacantes de la pantalla, hubo que suspender la actividad.
Desde la Secretaria de Extensión Universitaria y el Centro Cultural virla expresaron: “repudiamos enérgicamente lo sucedido en el encuentro Café literario del Virla, realizado por la plataforma zoom. El hecho es una muestra cabal de intolerancia, discriminación y cobardía. Acciones cómo estás nos generan un profundo rechazo”, afirmaron.
Por su parte, Liliana Ancalao publicó en su muro de Facebook después del incidente: “¿Acallar al mapuzungun, el idioma de la tierra? no creo. ¿Silenciar a la poesía? tampoco. Tal vez, y por un rato, mi pequeña voz“.
“Ayer, se me quedó este poema sin leer. Si pueden leerlo en voz alta, pongan: logrado, por la memoria”, compartióen sus redes sociales.
La tarde del sábado para lavar la ropa
Entre los peones, que cayeron fusilados en las huelgas rurales de 1920 y 1921, seguramente había hombres de los pueblos originarios que cuarenta años antes habían recorrido libres los territorios del sur
La tarde del sábado para lavar la ropa
pedían los
peones
que ahora les llamaban así a los empobrecidos
williches pikunches ahonikenk shelknam
yagan kaweskar y kamollfunche
Cuarenta años después
un rato de ser wentru pedían
aunque los alambrados
No les dijeron no, a su pedido
siempre fueron afables
tampoco sí:
a las ventanas de brisa en el galpón cerrado
un suspiro limpio que ventile el pecho
y se lleve el olor de los corrales
lo desparrame
como el agua enjabonada
el sábado a la tarde en el patio de la estancia
Un respiro de aire sin
patrones
que ahora debían llamarle así
a los muy enriquecidos
no les dijeron no, los muy prolijos
hicieron venir a los milicos
Y no les dieron:
tiempo para lavar su cara y su cabello
que el agua corra hasta sus pies
el sábado a la tarde
para lavar sus calzoncillos la camisa
la roña de los puños la mugre del cuello
los sudores de la espalda
Salir del ciclo de la lana por un rato
que la parición
que cortarles los huevitos a las crías
y la señal del patrón en las orejas.
que la pelada del ojo que la esquila
que los fardos de lana trepándose hasta el techo
No tuvieron:
los bancos que pedían
para sentarse descansar el cuerpo
armar el círculo de la conversa
y el silencio
y que en los puestos esa distancia alambrada
en la inmensidad del latifundio
el hombre no esté solo condenado a estar impar
Eso pedían a cambio de volver
a producirles las ganancias
Y los ataron como hacía cuarenta años
a sus parientes allá por el chubut
en el corral de sacamata
como a animales
los milicos obedientes de los muy enriquecidos
No les dijeron no, tampoco sí:
al sábado a la tarde
para volver a ser wentru por un rato
para lavarse
bancos
velas
aire
no estar solos en los puestos
no más pedían
Balas
les dieron los milicos obedientes
primero los pusieron paraditos
y en fila como los postes del alambre
A los peones que se habían atrevido
les apuntaron ahí
a la memoria
y fueron cayendo
las camisas con sangre
que ningún jabón refregará el sábado a la tarde
y vuelve a gotear el dolor
mierda
vuelve.