OPINIÓN| La presencia femenina en las canchas siempre estuvo sujeta a la no visivilización como fenómeno de consumo. “Derribar las barreras de los estereotipos sociales del patriarcado desde lo periférico es toda una bandera, un re trapo”. Por Walter Juarez
Esperaba que el semáforo indicara circular, mientras miraba los cerros alumbrados a lo lejos, al lado mío un chabón en un alta gama le convidaba chicle a su chica y arrojaba los papeles a la calle. De alguna manera no sentía como suya, de todos y todas, la calle. Aquel chabón no le sugería al resto un esfuerzo. Las tazas almidonadas de vacíos rondan algunas peatonales a la hora de la merienda, el aroma hecho humo de la insensatez alimenta esa obscena performance. Ahí no baila nadie.
El purismo más elemental es el de la libertad. Dentro de su campo, la finitud de las fronteras nos mantiene al margen de algunas situaciones, y estar al margen ciertas veces nos resguarda; nos salva. Claro que para salir del patriarcado es necesario evitar la reproducción de acciones privatizadoras, cuando entendemos que la dignidad no es genérica; mucho menos algo exclusivo de un grupo o sector. Los rasgos característicos del doble discurso influyeron en los veranos de los aires acondicionados a cielo abierto, mientras sumamos puntos para los espejitos, la odisea es sobrevivir. Dado que podemos llegar a tomar el té en platos de cartón, nos dicen desde el eslogan de moda: endulzar a su modo es la prioridad. Las masificaciones de las preguntas coquetean los volúmenes de este presente nuestro, sin las respuestas que exigimos, muchas veces el spot nos recuerda la cara. El lugar más común donde indagan los prejuicios está en la necesidad de violentar la decisión del otro, anulando su derecho a decidir, a identificarse con una situación.
Una manera de graficar estas intolerancias a la libertad, podemos encontrarla en la idea planteada por Jaques Lacan en 1973 durante una entrevista realizada por la televisión francesa. “Rechazar el goce del otro, o colonizarlo para reconducirlo en las vías de la normalización, es decir, modos de goce escritos y establecidos en nombre del bien- sobre el que no conviene ponerse a dudar ya que casualmente siempre coincide con los ideales de los buenos”, bajando el contenido. Tengo amigas a las que les gustan los chocolates, y en épocas de imposibilidad de ahorro nos convidamos poemas, igual, hay chicas que no les divierte el punk. Los ojos del atardecer observan las esquinas de la ciudad, lejos de los tatuajes que algunos dinosaurios quieren regalarnos, la mochila que elijo para ir al bar que no conozco siempre tiene unos apuntes para aguardar.
Aunque recién en el año 1991 la AFA reconoció al fútbol femenino desde la práctica del deporte, la presencia femenina en las canchas siempre estuvo sujeta a la no visivilización como fenómeno de consumo, esta se daba desde la salida de los años más crueles para la historia de nuestro país. la cultura urbana en los estadios de fútbol acunaba la presencia de mujeres en las canchas, mostrando una posición horizontal con respecto a algunos estereotipos. Sabiendo que la atmósfera elegida era la de las márgenes, dicha presencia provocaba un respeto pocas veces reconocido por los oradores de turno. Sabido es el caso de emblemáticas hinchas que fueron, y son en algunos casos, parte de los sectores más populares de las tribunas, llegando a concretar (de manera de hecho o acción) lo que la antropología llama impulso cultural, claro, sin los engranajes institucionales: ser parte del para-avalanchas. Derribar las barreras de los estereotipos sociales del patriarcado desde lo periférico es toda una bandera, un re trapo. “Si fuese millonaria lo seguiría haciendo”, esta cita, aunque sacada de contexto con respecto a la obra de origen (Lou Andreas Salome. La seducción de la inteligencia.), sintetiza lo que en todas las entrevistas las protagonistas de las experiencias más crudas respondían.
En lo que respecta estrictamente a la conciencia social, espacios como Cocoin, colectivo lésbico, y la nuestra, reflejan todo un trabajo de base en el territorio y esa coherencia entre pensamiento y acción, alejando negacionismos con respecto al fútbol. Esto, no solo podemos encontrarlo en el fútbol argentino, además llegan enriqueciendo el tablón experiencias como la de los equipos colombianos donde ya directamente los espacios de tribuna más coloridos tienen ámbitos para la presencia femenina.
Uno de los hechos más ricos en aporte a esta situación se dio en Turquía, en el año 2011 y ante una sanción de la federación turca de fútbol, el Fenerbahçe permitió solo el ingreso de mujeres y niños al estadio, siendo estas quienes colmaron las gradas con 50.000 hinchas, asentando otra nota en el fútbol. “Una en el deporte se no solo se integra”, opinaban las protagonistas de aquellas experiencias llevadas al formato documentalista, y es así como podemos encontrar explicitado en estas líneas: “en libertad, se entrega sin reservas, con abundancia, completamente”, dijo Emma Goldman en La trampa de la protección.
De lo que escribo aquí es de un acto de belleza, de una actitud frente a lo normativo. Tucumán también cuenta con liga de fútbol femenino y el reconocimiento a nivel nacional de la misma, aunque lo que se intenta plantear va más allá de la práctica del deporte en sí, asumiendo la función social de les protagonistas del fútbol, permitiéndonos encontrar ese lugar que nos albergue a quienes disfrutamos esta fiesta tan menospreciada y violentada muchas veces.
El estimulante del placer está en la belleza de la libertad, y en esa tribuna cabemos todos y todas.