Fútbol femenino: avances y deudas pendientes

El fútbol femenino se multiplicó en los últimos años. De ser un deporte por excelencia masculino, y con escasos lugares para la participación de mujeres, hoy en Tucumán hay más de 300 equipos en toda la provincia.

A pesar de la expansión de este deporte, el reconocimiento y la visibilización siguen siendo deudas pendientes.

En tiempos de empoderamiento femenino, apostar a un cambio radical en la inserción de las mujeres en la disciplina es problematizar el rol tradicional que se les ha asignado a ellas en la sociedad y, en consecuencia, en el deporte. Históricamente, el sistema patriarcal ha ubicado al género femenino en el ámbito de lo privado (el hogar, la familia, las tareas de cuidado) y ha reservado para los varones la participación en la vida pública, de la cual el deporte es parte vital. Ese mandato es el que muchas, con una gran pelea desde distintos roles, están tratando de romper.

Desde la organización Pioneras del Fútbol Femenino, una agrupación de Buenos Aires, propusieron instaurar el 21 de agosto como día de las Futbolistas, en reconocimiento y homenaje al equipo de mujeres futbolistas, que, en 1971, desafiando a las costumbres de la época, viajando con nada, vendiendo en la calle para subsistir, cosiendo ellas sus números a las camisetas y representando a la Argentina vencieron en el mismísimo estadio Azteca de la Ciudad de México a Inglaterra por 4 a 1.

Desde La Nota, conversamos con referentes de la provincia, jugadoras y aficionadas al deporte que mueve multitudes, sobre sus experiencias y cuál es el lugar que hoy ocupa el fútbol femenino en la provincia.

Fútbol de ligas

En Tucumán, el fútbol femenino federado cumplió 20 años. Entre 1998 y 2000, el fútbol femenino comenzó a tener su propio espacio. Las pioneras fueron Susana Orse Remis, de Atlético Tucumán, Nancy Boyanoysky, de San Martín, Susana Leal, del Círculo de Oficiales, entre otras, quienes presentaron notas y pusieron el cuerpo para lograr una subcomisión directiva en la Liga de Fútbol.

La liga comenzó con 12 equipos. San Martín y Atlético actuaron como precursores para llevar el fútbol femenino de una manera más organizada e institucionalizada. Con los años fue decayendo por la falta de difusión y apoyo institucional, hasta que en el 2012 casi desaparece ya que sólo 6 equipos estaban en la liga.

“Existían equipos, pero no tenían voluntad de afiliarse o federarse”, explica Carla Ávila Ruffo, jugadora en UTHGRA y referente provincial. “En el 2014, con la coordinación de la Cristina “Mocha” González, delegada del equipo de UTHGRA, conjuntamente conformamos un equipo y logramos en un año y medio tener dos categorías, Zona A y Zona ascenso con 30 equipos y con un total 800 federadas”.

Conseguir esto fue un trabajo a pulmón de cuatro personas convencidas del poder de la pelota y de la necesidad de generar estos espacios para mujeres. “Visitamos a todos los clubes, hablamos con los presidentes tratando de motivarlos para que desarrollen la disciplina y para que alienten a afiliarse a los equipos”, explicó Ávila Ruffo.

Equipos hay en toda la provincia. Hay liga en Monteros, en Aguilares, en La Cocha, en el Valle, en Trancas, que funcionan de manera paralela a lo que es la liga oficial afiliada a AFA. “Hay más de 300 equipos de Tucumán, pero no tienen contención en liga y no están motivados, sobre todo por el recurso económico y por la falta de una estructura organizativa que motive a decir, yo invierto en esto, pero sé que puedo llegar mínimamente a otros torneos de mayor nivel”, explicó la jugadora.

El fútbol femenino a nivel nacional no tiene ninguna estructura parecida a la del masculino. La idea de competición no existe ya que no hay otras etapas que motiven a los equipos o a los mismos clubes para poder sostener la liga en sus instituciones para participar de una Copa Argentina, o una Copa Sudamericana. Si bien algunos torneos existen, como la Copa Libertadores, están reducidas a un cupo para Buenos Aires y las ligas del interior no tienen posibilidades de acceder a ese cupo.

“Creemos que se puede hacer una estructura a nivel nacional. Hay muchas jugadoras, directoras técnicas y dirigentes que presentaron proyectos en el Consejo Federal y en AFA para jerarquizar la disciplina, que tenga un mayor nivel de competencia”, expresó Ávila Raffo.

La CONMEBOL y AFA establecieron que todos los clubes de la Superliga que quieran participar de competiciones continentales deben poseer una estructura de fútbol femenino a partir de 2019.

Gabriela Guerrero hace 33 años que juega al fútbol. Trece años jugó en Club Atlético Tucumán, y aunque ahora no lo sigue haciendo con tanta frecuencia, colabora con dos equipos de mujeres y dos equipos de varones. “Una cosa es empezar a jugar al fútbol, y otra cosa fue encontrar donde. En ese momento no había equipos en el barrio, ni mucho menos avalados en las ligas”, cuenta sobre su experiencia cerca de la pelota.

Empezó jugando en equipos de varones, en Cebollitas de Villa Amalia. “Tenía las condiciones para jugar entreverada con varones. Desde chica manejaba los dos pies. Yo estudiaba, le pedía a mi viejo que me explique qué podía hacer. Me tomaba tres o cuatro horas para jugar, pegar cabezazos, tratar de entender las jugadas. Me gusta y creo que lo hago bien”.

“Desde siempre jugué”, cuenta Lucía Zarbá, jugadora aficionada. “Jugábamos con mis primos, en los asados del domingo. La primera pelota, la única que hubo durante mucho tiempo en mi casa, era mía. Los amigos de mis primos no entendían qué hacía yo en la cancha, y encima no les gustaba un carajo que yo les gane. No sabes la cara, eso era impagable”.

Giselle Robledo es docente de matemática y también comenzó a jugar en su infancia. “No sé exactamente cuándo, pero era algo que hacía seguro una vez al día”. Con los años fue dejando de practicarlo. “No sé muy bien porque, quizás no insistí demasiado. Me costaba más que me den permiso a mí que a mis hermanos, empecé a sentir la presión de ser señorita y en ese momento eso significaba no practicar este deporte”. Hace dos años juega en las Wachis, un equipo de fútbol 6.

La experiencia de Giselle puede resumir lo que le sucedió a gran parte de una generación de mujeres que soñaban jugar al fútbol, pero que los estereotipos, tan rígidos y vigentes hasta hace muy poco, las expulsaron de las canchas y los estadios.

“Hay muchas chicas grandes, de 30 o 35 años que siempre dijeron que les gustaba jugar al fútbol, pero los padres no las dejaban porque jugar fútbol era sinónimo de lesbianismo”, agrega Gabriela.

Muchas de las que hoy juegan, vienen del hockey. “Me acuerdo que mi abuela intentó convencerme que deje de jugar al fútbol, lo intentó de mil maneras queriéndome llevar a hockey. O casualidad, las chicas que están jugando hoy al fútbol vienen del hockey”, recuerda Lucía.

Encontrar donde practicar el deporte hace 15 años atrás no era fácil. “En la escuela nunca nos hubieran prohibido jugar, pero como era de mujeres solas nadie tenía pelota, no se nos ocurría”. Lucía tuvo que esperar hasta cumplir 15 para entrar al equipo de la escuela. “Me acuerdo que no daba más, desde sexto veía entrenar a las chicas y me moría de ganas de jugar. Tuve que esperar dos años más”.

María José Grignola juega en la Comarca junto con Lucía. Fueron compañeras en la escuela y desde entonces juegan juntas. “Porque es en equipo, porque es pueblo. Porque el fútbol más allá de que siempre haya estado relegado al género masculino es un deporte de potrero. De plaza, de patear hasta una botella y armar un arco, de compartir, de pertenencia”, explicó Marijo.

Fútbol de la escuela, fútbol de la facultad. “No fui socia fundadora, pero me hice cargo cuando la que agitaba egresó, pasé yo a ser la agitadora durante cuatro años más, hasta que egresé”, contó Zarbá, quien hoy es bióloga y estudió en el Lillo.

Paula Sucar es profesora de inglés y empezó a jugar de grande. “No me costó encontrar donde jugar porque me buscaron. Pero sí cuando era chica quise ir a un club y mis viejos no estaban muy de acuerdo porque `el ambiente era complicado´ decían”.

“Ganas siempre tuve”, aclara, “capaz me hubiera ido a algún club importante si empezaba de chica y después te enteras que este patriarcado de mierda no le da alas a ninguna mina que juegue al fútbol”. Esta es la realidad de muchas chicas que sueñan con jugar en grandes clubes, sueños que se ven truncados por la falta de posibilidad de crecer de la misma manera que puede crecer un varón en un club de fútbol.

Pero la sociedad está cambiando y la mujer sigue ganando terreno en la hegemónica masculinidad del fútbol. Tucumán tiene jóvenes referentes que están jugando en la Selección Nacional y mucho potencial en las canchas femeninas.

Solana Pereyra tiene 19 años. Comenzó a entrenar de pequeña en el barrio. Participó en los Juegos Evita y después la llamaron de San Martín donde estuvo tres años. Con 15 años jugó su primer Sudamericano Sub20. Su carrera empezaba a tomar vuelo y a los 16 se fue a vivir a Buenos Aires para continuar su carrera. Actualmente juega en UIA Urquiza y se encuentra entrenando para la pretemporada ya que en noviembre jugará la Copa Libertadores. “Tengo los mejores recuerdos en el club, me ayudaron mucho para salir adelante y formarme, todo es a pulmón”.

De la mano con el crecimiento de la participación de las mujeres en el fútbol, la práctica también se comercializó de gran manera. “Hay muchos campeonatos de fútbol 5, donde se gasta mucha plata”, explica Gaby. “Hay otros campeonatos donde la intención es jugar, divertirse y participar, donde los costos son menores”.

En cuanto fútbol 11 también creció mucho. En los últimos 10 años se hicieron campeonatos regionales y las instituciones comenzaron a cubrir algunos gastos, que antes no eran cubiertos. “Todo era a pulmón, hasta para ir a Santiago del Estero teníamos que hacer rifas o ver como juntábamos la plata. Ahora te ayudan económicamente con una cuarta parte por lo menos. Se están generando espacios para que la mujer participe, antes era muy machista”.

Un deporte de inclusión social

En el Colmenar armaron una canchita de fútbol 7. “Las mujeres llegan con sus hijos y se ponen a jugar a la pelota, es un deporte de inclusión social. Van esas madres a distraerse, piensan en otras cosas, hacen amistades. Al principio eran 6 equipos y ahora son 17, de clase humilde y trabajadora. Ellas saben que el domingo tienen eso para ir a distraerse de la rutina y compartir con amigas. Eso sirve mucho”, comenta Gabriela.

La experiencia de Gaby en el mundo del fútbol es amplia y variada, le gusta y le encanta hablar sobre el tema. Sin poder jugar por lesiones mal curadas, se dedicó a entrenar a otros equipos. “Yo iba gratis, porque me gusta”. Entrenaba a chicas de 13 a 27 años. “Durante dos horas están ocupadas, entrenando y pensando estrategias de juego. Vos sabías que esas chicas andaban en la calle, entonces ves que el deporte es uno de los mejores medios para tenerlas ocupadas, sacarlas un poco de eso y hacerlas pensar otras cosas. Busco la manera de que sea divertida la clase para que al otro día vuelvan y que tengas esas dos horas ocupadas”.

 


El futuro cercano y el movimiento de mujeres proponen un escenario de reivindicación y espacios de apertura para la igualdad de género también en el fútbol, reconciliando lo femenino con lo deportivo. Es prioritario dar la palabra a las mujeres deportistas, quienes han sido históricamente estigmatizadas en nuestro país. Junto con el aumento de la visibilidad de la disciplina y el giro en cuanto a la aceptación social del fútbol practicado por mujeres, restará seguir avanzando, exigiendo y comprometiendo a los órganos que regulan el deporte para que garanticen salarios y viáticos dignos, divisiones juveniles, trabajo y formación a largo plazo, cuerpos técnicos profesionales, canchas decentes, prevención de episodios de violencia de género en los clubes y reconocimiento para las protagonistas.

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