Las angustiantes palabras de la Comisión de Recuperación Territorial del Impenetrable Chaqueño, sobre el femicidio de la joven wichi María Magdalena, revelan la gran indiferencia y el racismo que aún sigue vigente en la sociedad.
María Magdalena Moreira era wichi y tenía 16 años. Estaba desaparecida desde el 12 de agosto y la encontraron enterrada en el patio de la casa de Facundo David Narciso, un criollo de 20 años, en la localidad Miraflores, Chaco, con quien había mantenido una relación.
Radicada la denuncia, se activó el Protocolo de Actuación Policial en Materia de Personas Desaparecidas. Efectivos de comisarías aledañas y unidades especiales comenzaron el trabajo de rastrillaje en zonas rurales y barrios, hasta que el pasado martes 20 encontraron el cuerpo sin vida de la joven.
Narciso ya tenía una denuncia en su contra por agresiones físicas hacia María Magdalena. Según dijeron desde la Comisión de Recuperación Territorial del Impenetrable Chaqueño, hace cinco meses le pegó a la joven de entonces 15 años y le arrancó dos dientes. “La denuncia de nada sirvió. La María contaba que le discriminaban, le decían india sucia, pariente de usurpador. María es hermana de Ariel Sánchez, uno de los referentes principales del Consejo de Recuperación Territorial”, contaron.
El dolor de la comunidad es profundo. “¿Y qué ocurrirá ahora?”, se preguntaron. “Lo de siempre, un cuerpo al que apenas podremos despedir. Una justicia que algo hará y mucho dejará por hacer y una sociedad que con suerte apenas, dibujará una carita de dolor y llanto en su pantalla”, escribieron. “Por que es aborigen y wichi, por que cuando oscura es tu piel, oscura parece será tu muerte, tu dolor, tu historia”.
A través de un comunicado, desde el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir se solidarizaron con el dolor de la familia de la joven asesinada y su comunidad de la nación Wichí. Al mismo tiempo, responsabilizaron al Estado “ya que a través de sus mecanismos de racismo, discriminación y misoginia deja que nos maten y protege a los violentos”.
En ese sentido, desde el colectivo denunciaron: “También nos sentimos desamparadas por los hombres de las comunidades indígenas, por los pseudos líderes indígenas que jamás hablan ni convocan a las comunidades para elaborar mecanismos de protección y de lucha contra la violencia de género”.
Además denunciaron que “en muchos casos ellos mismos practican y perpetúan la violencia sobre nuestros cuerpos, y esto es debido a la herencia colonial, del pensamiento patriarcal winka en las comunidades indígenas propiciadas fundamentalmente por sectores religiosos ajenos a nuestras comunidades”.