Alexa Galván fue una docente, activista y orgullosamente una “señora trans”. En el marco del Día de las Mujeres y Disidencias Trabajadoras, recordamos su trayectoria y su compromiso.
Alexa Galvan nació un 8 de enero de 1956, fue docente, activista y orgullosamente trans.
Hija de una maestra rural, Alexa realizó los trabajos de cuidado desde siempre. Junto a su hermana Rosita ayudó a criar a sus dos hermanos más chicos.
Durante la década del 80 estudió peluquería y obtuvo un título habilitante para la docencia. Trabajó arduamente para formarse, realizó cursos de capacitación y logró conseguir el puntaje docente suficiente para ingresar al sistema educativo. Desde 1991 hasta el 2021 Alexa fue docente en la Escuela de Formación Profesional en San Pedro de Colalao.
Viajaba todas las semanas allí, compartía con estudiantes su día a día, y los fines de semana retornaba a San Miguel para compartir con su familia y amigas. Siempre estuvo presente en vida los afectos, su familia y sus amigas.
Alexa conoció a mucha gente e impulsó siempre acciones para el bienestar de los demás. La primera vez que hablé con ella fue durante el 2020, al comienzo de la pandemia, para ponernos en contacto por la entrega de alimentos para mujeres trans y travestis que la estaban pasando muy mal. La segunda vez que la vi, fue el primer día de la Escuela Popular Mariela Muñoz. Ella llegó temprano y a los pocos minutos comenzó a ayudar a doblar unos folletos que habíamos preparado con toda la información de la escuela. Luego de cruzar dos palabras me di cuenta que era docente, su habilidad para las actividades prácticas fueron el primer indicador. Me contó de todos los carteles y decoración que le gustaba hacer para los actos escolares.
La tercera vez Alexa llevó preservativos y folleteria para compartir, siempre decía que importante seguir promoviendo el uso del preservativo y no olvidarse de ese tema. Encontré en las palabras de Alexa a una generación de activistas que comenzaron a concientizar y trabajar la respuesta al VIH en la década del 90.
En todos mis encuentros, que ahora sé que fueron pocos, siempre me reí mucho con ella. Tenía un talento particular para hacer chistes sutiles, cortitos y discretos, de esos que pueden pasar inadvertidos pero que cuando uno cae unos minutos después no puede parar de reír.
En alguno de los encuentros de la escuela popular, Alexa compartió algunos episodios de su vida. Una serie de violencias sistemáticas a la que prácticamente ninguna mujer trans de su generación pudo escapar, sobre todo vinculadas al cuerpo, la atención sanitaria y la mala praxis.
El cuerpo grande, alto y exuberante de Alexa, que siempre mostraba orgullosa con cómodos vestidos largos, ese cuerpo trans que había sufrido mucho, era también el mejor vehículo para la risa. Alexa disfrutaba cada momento con una sonrisa en su rostro, con la firme sonrisa que daba cuenta de su decisión plena de ser feliz, de celebrar la alegría, de continuar conociendo el mundo y a sus personas, y de compartir.
Me queda el recuerdo de su carcajada durante una función de la obra de teatro La Moribunda, y su inconfundible caminar en la Marcha del Orgullo del 2021. También me queda su ejemplo de lucha inclaudicable y su anhelo de una escuela popular para la diversidad.
Me gustaría, donde sea que esté, hacerle llegar mis disculpas por no haber concretado esa juntada al tomar el té que teníamos pendiente. Y de paso también, mis disculpas en nombre de todas esas otras personas que no supieron valorar el inmenso trabajo que lleva ser feliz en este mundo.
