El valor de lo colectivo: cooperativas en la era del individualismo

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Cada año, el primer sábado de julio se celebra el Día Internacional de las Cooperativas, una oportunidad para poner en valor y celebrar la historia, presente y futuro de un movimiento social y económico que agrupa a más de 280 millones de personas en todo el mundo y representa una alternativa de crecimiento que pone en primer plano al ser humano.

Recientemente, la ONU declaró que el 2025 será el Año Internacional de las Cooperativas. En un contexto de avanzada neoliberal y de discursos individualistas, poner en valor los modelos asociativos y de cooperación mutua entre personas es fundamental. Estos modelos no solo promueven la solidaridad y la equidad, sino que también representan una resistencia frente a las políticas que buscan priorizar el capital sobre las necesidades humanas.

En Argentina, el movimiento cooperativista lleva más de un siglo construyendo comunidad, ofreciendo servicios esenciales, brindando fuentes de trabajo y promoviendo un crecimiento auténticamente federal. La primera matrícula fue otorgada en 1905 a la cooperativa Hogar Obrero y, actualmente, existen más de 15.000 entidades en nuestro país, sumando a más de 18 millones de asociados e integrando a casi 300.000 trabajadores y trabajadoras.

A pesar de las dificultades y desafíos que implica sostener un proyecto asociativo en un mundo capitalista, los proyectos cooperativos continúan creciendo, multiplicándose y fortaleciéndose a través de la creación de redes colectivas. 

Ser cooperativistas hoy

Leandro Monk se formó en el mundo de las radios comunitarias y alternativas. Hasta el año 1997, formó parte de FM La Tribu, un emblema de la comunicación alternativa que hace pocas semanas festejó sus 35 años con un festival callejero.

En el año 2007, Monk fundó gcoop con un grupo de personas que se conocían de militar y trabajar en un grupo de usuarios de Software Libre de Capital Federal. Aunque las cooperativas más conocidas están vinculadas al sector agroindustrial, las ideas asociativas son transversales a los proyectos productivos. En ese sentido, gcoop es una empresa cooperativa de Desarrollo de Software Libre con más de 17 años de experiencia. Según la descripción de su página web, “su forma de organización potencia el trabajo colaborativo y mejora los procesos de desarrollo, asegurando un grupo de profesionales con amplia experiencia y comprometidos con su trabajo. Somos promotores de buenas prácticas en el desarrollo de Software”.

Monk también es uno de los impulsores de la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores de Tecnologías de Innovación y Conocimiento (Facttic), que nuclea a las cooperativas que se desenvuelven en la industria de la tecnología, la innovación y el conocimiento. Recientemente participó del conversatorio “La producción cooperativa como una alternativa al modelo de la crueldad”. 

“Tengo 50 años, puedo comparar las crisis”, dice el referente de gcoop, en referencia a lo que fue la crisis del 2001 que motorizó el movimiento de las fábricas y empresas recuperadas y la conformación de cooperativas. “Hoy, más allá de la crisis económica, hay una fragmentación social y una crisis de valores”.

“Parecieran suspendidos los valores de la solidaridad, que son necesarios para el funcionamiento social”, sostiene. “La lógica de que todo lo que hace el ser humano es en función de la acumulación de riqueza o de recursos, no es así. Hacemos cosas por otros motivos que son necesarios para la reproducción de la vida. Somos gregarios, necesitamos sentirnos bien en grupo, no sentirnos bien solos”.

En los primeros meses del año, el gobierno nacional puso la lupa sobre las cooperativas y encendió en la agenda mediática ese viejo estigma que pesa sobre las cooperativas, sospechándolas de irregularidades. “Pareciera que en el discurso oficial de este gobierno, cualquier herramienta que uno utilice que no sea la transacción comercial, es hacer trampa. Si necesitas ayuda estatal, estás haciendo trampa, si para hacer algo te asocias con otros, es trampa, y la verdad es que todo lo que hacemos no es trampa”, sostiene Monk.

Se trata de pensar otras lógicas de vínculos, otras lógicas de producción y de trabajo, donde lo que está en el centro no es el capital ni el dinero, sino las personas”, afirma. En esa misma línea, sostiene que es complejo insertarse como cooperativa dentro de un mundo capitalista súper individualista. “Las cooperativas somos esquizofrénicas. Para adentro tenemos una lógica, pero para afuera es el mercado, la salvajada. Y hay que convivir con esas dos lógicas”.

La salida es colectiva. Por eso, para Monk, “la solución a casi todos los problemas que tenemos es una solución colectiva, asociativa. Con más escala de solidaridad, más cosas vamos a lograr”. Explica que la decisión de conformar una Federación es justamente subir en la escala de solidaridad. “En la federación hacemos equipos intercooperativos de trabajo para los proyectos. La intercooperación es un grado más de solidaridad entre cooperativas. Yo trabajo en un ámbito rodeado de cooperativas, entonces nos entendemos un poco mejor”, afirma.

Celebrar el trabajo cooperativo, los logros colectivos conseguidos, y defender los valores solidarios es el desafío que hoy tenemos. En un mundo donde las políticas de derecha avanzan con discursos de individualismo y competencia, el cooperativismo se erige como una respuesta esperanzadora y necesaria para construir un futuro más justo y humano.

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