Se cumplen 18 años del femicidio de Paulina Lebbos. Un crimen que continúa impune gracias a pactos de silencio entre hombres del poder político que no se quebraron ni aún con las condenas por encubrimiento de un fiscal y ocho funcionarios y policías.
Todos ellos recibieron penas de entre 4 y 8 años, condenas que llegaron tarde y no resarcen el daño que causaron al encubrir el crimen. En una entrevista, Alberto Lebbos dijo “estos funcionarios condenados siguen cometiendo delitos porque nunca han dicho la verdad”.
A lo largo de tres juicios y casi dos décadas, la sociedad aún no ha obtenido respuestas sobre por qué aquellos encargados de protegernos optaron por encubrir y proteger a los responsables del asesinato de Paulina. La última sentencia en febrero de 2019 ordenó un nuevo juicio para investigar a José Alperovich y a otras 30 personas, pero la causa se encuentra paralizada desde entonces. Esa misma sentencia también ordena que se investigue a César Soto, quien era novio de Paulina, por el homicidio y a Sergio Kaleñuk por el encubrimiento. En 2023 el fiscal Carlos Sale pidió la elevación a juicio.
Sembrar el miedo
La impunidad y el desprecio por la vida de Paulina marcó a varias generaciones de mujeres tucumanas que crecimos con miedo. Podíamos desaparecer en la noche, ser encontradas sin vida a la vera de la ruta, transformarnos en un caso de relevancia nacional, convocar a una marcha tras otra, pero aún así, nadie sabría qué nos pasó.
Nos sembraron el miedo. Nos obligaron a elaborar estrategias de cuidado siendo adolescentes. A temerle a la noche, a los remises, a los hombres. Recuerdo viajar agarrada de la manija de la puerta por si en algún momento tenía que abrirla y tirarme para escapar. Un recuerdo compartido por amigas y muchas otras mujeres de nuestra generación porque para despistar a la Justicia, buscaron inculpar al remisero que trasladó a Paulina esa noche.
Nos estigmatizaron. Con la aplicación de la Ley de las 4 AM del entonces gobernador José Alperovich, sancionada por la Legislatura tucumana, depositaron la responsabilidad sobre la juventud. De la muerte y desaparición de Paulina eran responsables la noche y el alcohol, por lo que los jóvenes debían volver más temprano a sus casas. Nos empujaron a la calle en plena noche y sin transporte público garantizado, proliferaron los after y la clandestinidad se convirtió en la única posibilidad de ejercer nuestro derecho a la diversión.
Nos culpabilizaron. Cuestionaron por qué fue a bailar si tenía una hija, por qué usaba vestidos. La culparon de su propia muerte.
Hoy repetimos el nombre de Paulina Lebbos porque nos impulsa a seguir luchando, a construir una realidad donde las nuevas generaciones no tengan que crecer en el miedo, donde la justicia y la verdad prevalezcan sobre la impunidad.