Las urgencias cotidianas me hacen perder el foco. Cumplir, llegar, publicar. Los plazos, la plata, los casos, la pandemia, la inflación. Construir un medio de comunicación y querer vivir de ello parece una utopía, pero no lo es.
Hace cinco años emprendimos este camino, con la invitación, la confianza y la apuesta de una amiga. En 2017 Estefi me invitó a formar parte de la Cooperativa Tropa Circa Artes Gráficas LTDA. Desde el Sur, a donde había huido hacía cinco años ya, acepté la propuesta, preparé mis petates, y emprendí el regreso.
En Tucumán me recibió, a los tres días de arribada, la Cooperativa. Un grupo de personas que casi no conocía, algunas caras a quienes había cruzado en épocas pasadas, y un juego. Si, un juego. Ese sábado había jornada distendida, una dinámica que el grupo había incorporado y consistía en que una vez al mes el grupo se reunía en un día no laborable y tenían una jornada lúdica.
Ese día Sol, una porteña que también viajó a Tucumán para formar parte del proyecto un par de años atrás, había organizado una búsqueda del tesoro por las calles céntricas de San Miguel de Tucumán. EN BICI. Yo, recién llegada, con un grupo de gente que casi no conocía, de vivir en un pueblo pequeño a competir en bici por la ciudad. Fue gracioso, me divertí, pero también terminé en la guardia porque me caí y me abrí un poco la rodilla.
Así fue mi primer día de trabajo.
Lo que sucedió durante estos últimos cinco años es un montón. Hubo mucho movimiento, de gobiernos, de hábitos, de virus, de personas en la cooperativa y también en mi vida personal.
Durante mucho tiempo nos abanderamos como grupo en la autoexigencia. Hoy, después de muchas discusiones, almuerzos atragantados, discusiones acaloradas, carcajadas con memes, reseñas de series, fuimos desandando esas ideas y encontrando otras maneras con las que vincularnos con nuestro trabajo.
Tenemos un compromiso intenso, fuente y apasionado que fluctúa entre quienes formamos parte del grupo. Tenemos convicciones, y las tratamos de contagiar, de por qué hacemos lo que hacemos, y tenemos un proyecto con el que queremos construir otras maneras de trabajar.
Y amplificar voces. Generar otros discursos, construir sentidos que se opongan a los avances de los fascismos. Construir herramientas y ponerlas a disposición de las luchas.
Y si hay algo que sucedió en estos cinco años es que no me callé más. Ese slogan que repetimos, ese hashtag que tuiteamos, es lo que hacemos a diario. La Nota me permitió contar historias desgarradoras, pero también transformadoras, crudas, certeras, pensadas. Historias reposadas, como decimos con Belén. Nos permitió pensar cómo queremos contar lo que está pasando, darnos el tiempo de reflexión para cambiar las miradas que estigmatizan y discriminan, que reproducen la violencia que narramos. Ese tiempo es muy valioso en un mundo que nos mantiene galopando, persiguiendo views, seguidores, likes.
Y decía que no es una utopía. Aye y Mauro son los que hace más tiempo están. De hecho, la imprenta empezó en la casa donde vivían hace unos 10 años, con una fotocopiadora. Después se mudaron a la San Lorenzo 1342 donde compraron otras máquinas. En ese momento el grupo veía a la imprenta como un medio para llegar a un fin: tener un medio de comunicación.
A casi 10 años de los primeros pasos para conformar la cooperativa, con una imprenta funcionando, una estructura que se sostiene, el balance no puede ser más que positivo.
Hoy estoy segura que tenemos un proyecto sólido, consolidado y en crecimiento.