El 8 de julio en Tucumán vivimos una jornada agitada y confusa. Es común en nuestra provincia que el Día de la Independencia pasen muchas cosas. Esta vez todo se adelantó un día por la decisión del presidente Javier Milei de visitarnos a media noche y solo por un par de horas. También se multiplicaron las protestas por la profunda crisis económica, social y política que vive el país.
San Miguel de Tucumán es una ciudad muy buena para montar un escenario, tiene forma de cuadrícula y la escala es pequeña. Todo lo que se hace frente a la Casa Histórica o en un sector de la Plaza Independencia permite mostrar a un grupo reducido de personas como si fuera el mismísimo pueblo argentino. También es óptima para cercar con vallas por sus calles angostas.
Todo el recorrido en auto del presidente se preparó con muchos detalles. Los márgenes del Río Salí se limpiaron, tanto que no parecía el mismo río, ese que desde Tucumán contaminamos y por el cual tenemos disputas judiciales con la provincia hermana de Santiago del Estero. Cordón cuneta, iluminación y cartelería con el mensaje “Bienvenido Presidente” estuvieron listas justo a tiempo para mostrar un recibimiento cálido y ordenado por donde pasaría Milei. Todos conocen las opciones del recorrido en auto desde el aeropuerto hasta el casco céntrico. Quizás por eso otras avenidas, como la Belgrano están más cerca de parecer un sendero de mountain bike, por allí nunca pasará un presidente.
Dentro de las primeras cuatro arterias que rodean el casco céntrico suele suceder todo. Alem, Avellaneda, Sarmiento y Roca son los nombres que encuadran los hechos del 8 de Julio.
Desde hace semanas muchas personas se preguntaban qué iba a pasar con la visita de Milei, porque en esta provincia ganó el peronismo y hay una fuerte oposición a las ideas de La Libertad Avanza. Aunque el empleo público y el temor a las represalias haga que muchos peronistas se “ordenen”, en cualquier charla se escucha despotricar contra Milei. Están también las oposiciones históricas de partidos de izquierda y nuevos grupos que se sumaron a la militancia político partidaria producto del contexto. La experiencia de Córdoba y su campaña de #MileiCuliadazo inspiró a muchas personas para mostrar el rechazo a Milei.
La jornada comenzó fresca y en redes circulaban varios flyer con distintos horarios y convocatorias para expresar el rechazo al Presidente y sus políticas de ajuste. Julio Vitar, histórico referente peronista, anunció el lanzamiento del “Centro Argentino para la defensa Nacional y la Soberanía” con la presencia de Jorge Taiana y Oscar Parrilli en la Plaza Alberdi, luego de allí se marcharon 900 metros hasta la Plaza San Martín donde organizaciones como el MTE y Patria Grande convocaban el festival “Ite al pingo Milei”, un estilo particular que quizás por falta de tiempo no cuajó del todo en el imaginario popular, aunque sí generó visibilidad. Se rumoreaba que intentaron unificar actividades pero no fue posible. Al público le tocaba ir de un lado a otro para apoyar todas las actividades en una tarde de frío invierno.
Acompañando la convocatoria, como se hizo para las elecciones nacionales y otros eventos, los medios digitales alternativos realizaron un streaming en conjunto que estaba pautado a desarrollarse de 18:30 a 20:30, pero que tuvo que extenderse más por cómo se desarrollaron los hechos.
En Plaza Alberdi el acto sucedió con normalidad, aunque ya comenzaba a verse un excesivo despliegue policial. El dato llamativo fue que luego de esa actividad, jóvenes libertarios acompañados de Ricardo Bussi realizaron un homenaje a Alberdi. Hombres de camisa y pantalón de vestir, pero de distintas generaciones y con distintos posicionamientos ideológicos eligieron la misma plaza para sus performance políticas.
En Plaza Independencia los shows musicales comenzaron el día anterior y, como es habitual, las personas se dieron cita para compartir los show gratuitos. No abundan los espectáculos gratuitos en estos tiempos y es costoso entretener a las infancias, por ello la presencia de Panam, la estrella de rock infantil, fue vivida con intensidad para miles de familias tucumanas.
De manera simultánea, en Plaza San Martín la policía de Tucumán impedía que se asentara el festival. Los primeros expulsados de la plaza fueron los militantes del MTE, luego las personas que vinieron con el sonido y también feriantes. Un festival sin escenario, con olla popular y puestos de feria autogestionados se constituyeron como la gran amenaza para quienes intentaban fingir demencia sobre lo que está pasando y hacer una fiesta al son de chiqui pim, pum pam, Panam.
No es nada nuevo para la política de Tucuman las prácticas autoritarias de las fuerzas policiales, pero si es nueva la hiperconectividad que nos atraviesa y que no solo está del lado del Estado cuando ve por cámaras robos en pleno centro. Está también del lado de la sociedad civil cuando saca su celular y graba el momento en el que policías quitan un anafe y una olla a personas que solo quieren ejercer su derecho a la protesta en una plaza pública.
El ojo ciudadano del norte está más acostumbrado a ver la represión que sucede en CABA mediado por una cámara que vivirlo en carne propia, por lo menos en suelo tucumano. Los modos son otros y mucho menos espectaculares.
No hubo exhibición de fuerza con cientos de motos y armas, sino el uso directo de la fuerza para detener a 4 militantes y desarmar la actividad prevista. Las cuatro avenidas se llenaron de policías, se impidió la circulación de grupos políticos y se reprimió a quienes querían llegar a la comisaría a exigir la liberación de los presos. Eso pasó mientras los medios digitales transmitían en streaming la información que llegaba, y los grandes medios nacionales y locales solo filmaban la llegada de los gobernadores en el aeropuerto y lo que sucedía dentro de las vallas en la cuales se apostaron, la puerta de la Casa Histórica, el escenario de la plaza independencia y un móvil a pocas cuadras que simulaba estar en una calle cualquiera cuando en realidad estaba en otro escenario armado para mostar personas adeptas al presidente.
Una parte de la organización se refugió en un centro cultural. Allí cantaron las bandas y algunas voces pudieron expresar lo que tenían pensado que sucediera en la plaza: arte, comida y discursos. Todo esto bajo la amenaza constante de que la policía podía irrumpir en cualquier momento que llegaba por teléfono incluso de funcionarios jaldistas. Otro grupo se dirigió a la comisaría para lograr la liberación de los detenidos que llegó unos minutos después de la medianoche.
El show de la visita de Milei y 18 gobernadores se hizo a cuesta de un mega operativo que cortó la circulación de personas durante todo el día en distintas calles, fue tal la presencia policial que incluso adeptos a Milei se quejaron que por primera vez en décadas no pudieron cantar el himno frente a la Casa Histórica como se acostumbra hacer para inciar la fecha patria.
Lograron el objetivo de no tener otro evento en simultáneo que obligará a algún medio nacional a mostrar pantalla partida, y lo hicieron llevando presas a 4 personas sin ninguna otra razón que el querer organizar un espacio para expresar su descontento sin cortar una sola calle.
Las formas autoritarias del poder cuentan también con medios locales que intentan tapar el sol con un dedo. Se quiso vincular todo con la política universitaria para desviar el eje del debate: se firmó un pacto vaciado de sentido político y en un contexto de represión y falta de libertad de expresión. Todo eso pasó dentro de las cuatro avenidas de la capital de la provincia.
En Tucuman, la provincia más chica y más densamente poblada del país, se estila decir que somos pocos y nos conocemos mucho. Y tal es así que seguro hay hasta vínculos de parentesco entre un lado y otro del debate político, y está bien que así sea porque la política nos debe ayudar a vivir mejor y no ser la causa de detenciones ni el impedimento para expresarnos en la vía pública.
En “la calle online”, ahí donde hizo su caldo de cultivo la Libertad Avanza, todo pudo verse y vivirse en tiempo real. Es difícil explicar a quienes no habitan Tucumán lo complejo de nuestro presente, porque todo sucede al mismo tiempo y casi en el mismo lugar.