Por Betania Álvarez Aráoz
Al jueves, el número de sospechosos con el virus en Mar del Plata, son seis. Solo eso bastó para desatar una trinchera interna dentro de la guerra contra el Coronavirus, la pelea es entre locales y turistas.
En la radio denuncian que los supermercados de Santa Clara del Mar están llenos de turistas. Un video viral colgado en Facebook muestra a vecinos manifestados en las rutas parando autos al grito de: “Si no sos de Pinamar tomatelá, la concha de tu madre”. La policía detiene en el acceso de Ruta 2 a un hombre con 38 de fiebre. Nadie quiere visitantes acá, no hay hospedaje, ni restaurantes, ni excursiones. Por primera vez en la historia de este lugar, venir a la Costa está mal visto.
Desde las 00 horas del viernes, en un tono coloquial a la vez que severo, el presidente Alberto Fernández decretó el aislamiento social preventivo obligatorio, lo que disparó automáticamente un pánico social aún más grande del que ya se venía gestando. Nadie debe salir de su casa salvo situaciones límites que deberán ser justificadas frente a las fuerzas de seguridad en las calles. Algunos lo llaman responsabilidad social otros, unos muy pocos, lo declaran estado de sitio. Pero ¿qué representa tener a la policía en las calles?
“La represión desata la rebeldía, esto ya lo vivimos”, dice el chico de la única despensa cercana que acepta tarjeta de débito. Cuenta que para poder surtirse de provisiones salió esta mañana muy temprano en su Partner negra y en la billetera guardó una fotocopia de la constancia de AFIP con domicilio fiscal donde da cuenta que es comerciante. Dice que tiene miedo, lo dice y se le nota, “la policía no siempre trata bien a la gente”.
Circuito turístico
En la peatonal San Martín el vacío es angustiante. Son pocos los que se animan a romper el aislamiento y en su mayoría caminan lento, quizás para demostrar que no huyen de nada, que solo van por bananas al súper o por puchos al kiosko. El pasaporte que evita el interrogatorio es tener una bolsa o un carrito de compras visible. Por otro lado, están los que viven en la calle. Solo ellos caminan libres sin que nadie los mire, quizás así es desde siempre, salvo que ahora la calle es como una avenida enorme sin semáforos y sin personas que les indiquen que no pueden estar ahí. Ahora sí pueden estar ahí, en una esquina, en una plaza o donde quisieran estar, a pocos le importa.
–Señorita, ¿A dónde va?
En la playa al frente del Hotel Provincial un escrito sobre la arena alienta: CUARENTENA. Lo escribió unas horas antes uno de los guardavidas que se ve obligado a trabajar a pesar del decreto. “Ayer por la tarde había 100 turistas, hoy no quedó nadie”.
En la guardia de las casillas de la Costa normalmente son cuatro personas por puesto. Cuentan que pidieron reducir la cantidad de vigías a dos, pero que no tuvieron respuesta. “La policía vino temprano y nos dejó un número”. Después de eso, llegó un “loquito” con su tabla de surf, marcaron al número y vino la policía a llevárselo.
En autos y camionetas por las calles, en cuadriciclos por la arena y a pie por las peatonales, agentes de la policía custodian la zona, hacen cumplir el decreto. Usan barbijos y guantes, paran a los pocos transeúntes y le preguntan tres cosas: de dónde son, a dónde van y si conocen el decreto que impide la circulación.
Caminan de a tres y van haciendo zigzag entre una y otra vereda de la cuadra. Uno de ellos se detiene:
–Señor, ¿a dónde va?
-A la farmacia de acá a la vuelta, voy a hacer lo mismo que usted, trabajar.
-De ahí, para su casa. Ya sabe.
Son pocos los que se han manifestado en contra de tener a la policía en las calles con el poder de detener gente violando la cuarentena. Detener la invasión del virus es la prioridad y justifica los medios, las formas con que se logra ese cometido, entonces, no importan.
Elaislamiento y la policía dueña de las calles son un coctel que asusta a más de uno y tienen sus razones. Pero ¿hay otras maneras de contener o corregir a los incumplan con la ley? ¿qué sectores y con qué libertades cuentan quienes quieren salir a como dé lugar? ¿se trata de falta de solidaridad? ¿La policía con la que contamos está preparada para dar contención en una situación así?
El Coronavirus es una pandemia importada que no solo trae con ella un virus del cual aún somos incapaces de medir sus consecuencias, sino también modos de vivir y de pensarnos como pueblo. ¿Quiénes son los que van a sufrir realmente las consecuencias de este aislamiento y de sus medidas? Un debate interesante para el tiempo de reclusión.