Cómo la música le cambia la vida a niños de un barrio pobre de Tucumán

Desde hace diez años, la Orquesta Popular Chivo Valladares forma a niños desde los 7 años en un barrio popular de la ciudad de San Miguel de Tucumán. Su director apunta a la música como herramienta de transformación social. Y lo logra. La orquesta no sólo es una red de contención. También es un espacio que tuerce destinos.

Emilia Racedo es un ejemplo. A los 7 años se acercó al Centro de Trabajo Popular Mate Cocido, se enamoró del sonido del violín y hoy, con 17, estudia en el Conservatorio Provincial de Música.

El Barrio ATE se volvió conocido en 2002. …

Las imágenes dieron la vuelta el país y fueron replicadas por los medios del mundo. En 2002, el programa de televisión “Detrás de las noticias” mostró a una nena tucumana que lloraba de hambre. Sus lágrimas se convirtieron en el emblema de un país devastado, con millones de personas que no podían -y aún hoy no pueden- cubrir sus necesidades básicas.

Bárbara Flores -la chica de la tele- y cientos de otras personas como ella aún viven en el Barrio ATE, un conglomerado pobre del sudoeste de San Miguel de Tucumán.

En algún momento, la idea de los dirigentes estatales era construir casas para sus afiliados. El barrio nunca se terminó y, finalmente, las viviendas fueron usurpadas.

En ese barrio, el Centro de Trabajo Popular Mate Cocido funciona desde hace 21 años, con un extenso trabajo territorial en áreas como teatro, comunicación y música. Los uruguayos Sergio Osorio y Soledad Barreto fueron los impulsores del proyecto, que aún hoy encabezan.

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Foto: Mauricio Suárez

Hace diez años, a la murga existente se sumó la idea de la Orquesta Popular Chivo Valladares, en homenaje al músico tucumano autor de joyas del folclore como “Subo” y “Bajo el sauce solo”. La iniciativa fue motorizada inicialmente por el Programa Social de Orquestas y Bandas Infantiles y Juveniles, aunque hoy el centro no recibe un peso de Nación.

En este tiempo, la orquesta dirigida por el músico Rony López formó a más de 700 chicos de distintas generaciones a partir de los siete años, que aprenden a tocar un instrumento y forman parte de un grupo, que apunta a la música como herramienta de transformación social.

“La orquesta es una red de contención. ¿Es la solución para los problemas de los chicos? Por supuesto que no, pero genera un espacio. Aquel que tenga la suerte de aprovecharlo y usarlo, puede salvar su vida. Le sucedió a muchos que pasaron por la orquesta en estos años. En este barrio es muy fácil fumar paco a los 13 años o dedicarse a robar. En ese contexto de mucho riesgo y situaciones familiares complicadas, la orquesta es una posibilidad de rescate. Muchos chicos, después de pasar por acá, decidieron estudiar en el conservatorio o ser profesores de música. Vi a chicos entrar de una forma e irse de otra, con un oficio y otra actitud ante la vida. Se llevan de acá la huella de la orquesta”, cuenta Rony, que vivió 15 años en el Barrio ATE.

Él no trabaja solo en la orquesta, que actualmente tiene unos 50 alumnos de entre 7 y 20 años. Lo acompañan cuatro docentes, uno por cada área de instrumentos (violín, cuerda punteada, percusión y viento), más una coordinadora de territorio.

La importancia de escuchar

Cuando un chico se acerca, lo invitan a un ensayo -son los jueves y sábados- para que conozca al grupo y elija un instrumento, aunque después puede cambiar en el camino. Además, en la semana, hay clases de distintos instrumentos y lenguaje musical.

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Foto: Mauricio Suárez

No es fácil hacerse de instrumentos para el Mate Cocido. En estos diez años, sólo recibieron tres partidas de diferentes instrumentos, que fueron sufriendo el desgaste natural del uso.

En su historia de una década, la Orquesta Chivo Valladares dio decenas de conciertos en escuelas, plazas y eventos de todo tipo. No cobran ni un peso. Piden una colaboración, que puede ser la donación de instrumentos o insumos para la orquesta.

El Centro de Trabajo Popular Mate Cocido necesita sillas, ventiladores, instrumentos musicales, un amplificador y otros insumos para continuar con su trabajo. Allí, el contacto es Sergio Osorio. (+54 9 0381-6047951)

¿Querés ayudar?

Rony López, su director, cree que la orquesta no es solamente un proyecto musical. Habla de un colectivo de arte. Y recuerda las palabras de José Antonio Abreu, el venezolano creador del sistema de orquestas populares en Venezuela; el hombre que llevó Mozart a los barrios carenciados de ese país.

“Abreu plantea de qué manera influyen estos proyectos en los individuos. La orquesta te enseña valores. Cuando uno toca colectivamente, necesita escuchar al otro. Si no lo hacés y no esperás tu momento para intervenir, es imposible tocar. La solidaridad es un valor muy importante. Quizá lo más maravilloso es que, como docente, no tenés que hacer nada para transmitir esas cosas. Sólo estar ahí te las enseña”, cuenta López.

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Foto: Mauricio Suárez

En tanto, Sergio Osorio, coordinador general del Mate Cocido, aporta su mirada sobre la función de la orquesta en un barrio carenciado como el ATE. “Esto no es una academia de música. No vienen a estudiar guitarra o instrumentos de viento. Son parte de un proyecto artístico colectivo, que tiene un gran poder socializante para los chicos y las familias. El año pasado, cuatro chicos se sumaron al Conservatorio de Música de la provincia y otros seis fueron a la Escuela Superior de Educación Artística. Se sienten orgullosos de pertenecer a la orquesta y de hacer música popular”, dijo.

La chica enamorada de un sonido

Emilia Racedo es una de las chicas que comenzó en la orquesta y ahora está en el Conservatorio Provincial de Música. A los siete años, se acercó al Mate Cocido. Le dijo a su mamá que quería estudiar guitarra, pero se terminó enamorando del sonido del violín. Hoy, a los 17 años, esta chica -hija de un herrero y de una empleada administrativa- forma parte de la Orquesta Popular Chivo Valladares, de otra juvenil en formación en el Mate Cocido y de otras dos agrupaciones externas, además de sus clases en el conservatorio.

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Foto: Emilia Racedo

Cuando cuenta su experiencia con la orquesta, al escucharla, da la impresión de que la música es sólo un vehículo; una puerta para otros mundos. “Con la orquesta empecé a conocer más del folclore y de la música andina. Cuando entré era muy chica, pero me acuerdo que me quería destacar. La orquesta terminó siendo mi segunda familia. El clima es de mucha confianza. Todavía hoy me parece raro cómo terminó siendo mi prioridad. Y me terminé enamorando de la música”, cuenta.

En la Orquesta Popular Chivo Valladares, los chicos tocan de oído, sin usar partituras. Y esa formación hoy le es de gran ayuda a Emilia, cuando toma clases en el conservatorio y aborda las obras de música clásica. “La música clásica y la popular son dos mundos totalmente distintos. En el Mate Cocido todo se toca de memoria. Hoy en día, en el conservatorio, siento que si me olvido una parte de la obra puedo tocar igual. Ese conocimiento me ayuda un montón”, reconoce la jóven artista.

La tarde va cayendo en San Miguel de Tucumán. El “profe” Rony López tiene que partir para preparar una muestra en el Mate Cocido. Al final, dirá que a él también la orquesta le cambió la vida y que descubrió la pasión por la docencia. Y se pone orgulloso cuando cuenta lo bien que están tocando los chicos. Se despide con una sonrisa instalada en la cara, mientras parafrasea a Arquímedes (“Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”)aunque su punto de apoyo es otro. “Me gusta traer esa frase y modificarla un poco. Yo digo: ‘Dame una guitarra y cambiaré el mundo”.

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