Nada está perdido, ni para el peronismo ni para Milei: el balotaje, la batalla final. El apoyo de Bullrich y Macri al libertario. El rol de la UCR y la inminente fractura de Juntos por el Cambio. El coletazo en Tucumán: la hora de Jaldo, su reunión con Alfaro y el advenimiento de un nuevo gobierno.
«Nada está perdido si se tiene por fin el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo», decía Julio Cortázar. Habla de la necesidad que a veces existe de determinar que no se puede hacer nada en un sentido para enfocarse en las posibilidades que se abren en otro; reconoce que hay algo que no funciona así como está siendo; de dar fin a procesos que están mal encaminados, que frustran, que enlentecen, para habilitarse a hacer lo distinto. En definitiva, soltar lo que ya no puede ser para avanzar en un camino, una propuesta pero, sobre todo, una coyuntura diferente.
Esta cita extraída de Rayuela (1963), obra central del boom latinoamericano y de la literatura en español, es tal vez la mejor manera de describir los intensos porvenires políticos que las más bajas bases y las más altas cumbres del poder atraviesan desde que el pasado domingo Sergio Massa se impuso ante Javier Milei y Patricia Bullrich en una elección que, una vez más, reconfigura el juego de tronos que es este país. Por eso porvenires y no porvenir: porque en Argentina la carrera por la búsqueda de poder se toma licencias que son propias de una Nación que –aunque muchos quieran hacer creer que la gente no está tan politizada– eligió a la política para hacer frente a un miedo a lo desconocido. Por eso, quien venció en la elección pasada fue nada más y nada menos que la política.
Dimes y diretes, idas y venidas, cumbres y contracumbres de negociaciones se dieron –y cedieron– desde el domingo pasado cuando, una vez más, los argentinos demostraron que son un electorado imprevisible, invisible a los ojos de las siempre tan decepcionantes encuestas, y que escapa a las dinámicas sociológicas que plantean aquellos que aún no comprenden que en este lado del mundo, la ciudadanía no dudará ni un segundo en dejar un contundente mensaje a través de las urnas, a 40 años de una democracia que, para algunos, se encuentra en peligro, pero para otros se encuentra más fortalecida que nunca.
¿Cómo se explica que Javier Milei haya dado un ‘’batacazo‘’ hace 2 meses pero el domingo pasado el peronismo haya remontado más de 15 puntos? ¿Qué primó en las elecciones PASO y qué en las generales a la hora de elegir?
Por empezar, en agosto el gran derrotado fue el peronismo: salió tercero por primera vez en su historia porque el descalabro económico primó a la hora de depositar el voto en la urna. El electorado le dio un contundente mensaje a un gobierno que no cumplió sus expectativas sociales y económicas. Las más amplias bases del peronismo, los grandes sectores populares que históricamente fueron cobijados por el movimiento fundado por Perón y Eva, le demostraron al gran movimiento nacional peronista que no dudaría ni un segundo en castigar a aquellos dirigentes que violaron la confianza depositada en 2019 cuando Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner se impusieron ante un también castigado Mauricio Macri. Pero esto ocurrió en 2021, cuando el gobierno perdió estrepitosamente ante un Juntos por el Cambio que se encaminaba a ser gobierno en 2023 pero que, sin embargo, quedó fuera de juego.
Si el peronismo entonces ya se había dado por notificado en 2021 de que una gran mayoría del país se encontraba desencantado, ¿por qué entonces no cambió su rumbo? Por la amplia dinamitación al interior del gobierno, con un presidente y una vicepresidenta en constante conflicto, sumado a la degradación del porte presidencial que se profundizó a lo largo y ancho del 2020-2021. Así entonces, el pasado agosto ese proceso de licuación del poder electoral peronista se perpetuó una vez más cuando Javier Milei se impuso ante la incredulidad de toda la plana peronista: sindicatos, movimientos sociales, gobernadores, intendentes y legisladores se pusieron en modo de alerta ante el inminente ascenso del libertario. Y así fue: el peronismo, una vez más, ejecutó todo su poderío.
‘’Pido perdón por haber dormido la siesta en esta elección. Sinceramente, no pensé que Milei iba a tener los resultados que tuvo en mi provincia y por eso me despreocupé‘’, le dijo un gobernador a Sergio Massa en la primera reunión de los gobernadores peronistas una vez atravesadas las PASO. Esas palabras, que seguramente corresponden al santiagueño Gerardo Zamora, tranquilamente podrían encajar en Juan Manzur, Jorge Capitanich e, incluso, Gildo Insfrán, pues una de las principales derrotas del peronismo se dio en su histórico bastión: el Norte Grande. Así, el peronismo anunció su estado de alerta no sólo allí sino en Tucumán cuando el Ministro de Economía relanzó su campaña de la mano de todo aquello que está bajo el mando simbólico y territorial del Partido Justicialista. Bajo este panorama, el tigrense anunció una batería de medidas económicas pero, sobre todo, recuperó la agenda mediática que Milei había cooptado ya hacía mucho tiempo.
¿Fueron las medidas económicas las que provocaron la histórica remontada peronista? A título personal, no estaría tan seguro de eso. Por empezar, porque desde agosto la economía no mostró índices de mejora sustanciales, pero lo interesante aquí es que el eje del porqué electoral de las elecciones del pasado domingo cambió radicalmente y es aquí donde se encuentra el segundo punto importante: el motivo principal a la hora de elegir un candidato no fue el bolsillo, sino el miedo que generó el ascenso de un Milei que propone, entre otras cosas, la des-subsidización total de los servicios públicos, así como la desregulación de tantos otros.
Todo ello sumado a una campaña mediática total que el peronismo lanzó y, mucho más aún, a la puesta en marcha de toda la maquinaria peronista. Así entonces, fue el propio Sergio Massa quien reconoció en su discurso triunfal que ‘’soy consciente que no todos los que me votaron me dieron un cheque en blanco’’, haciendo referencia a todos aquellos que votaron por el peronismo por el temor que ocasionó ver, por ejemplo, que sin subsidios un boleto de colectivo puede llegar a costar $700 en el AMBA, el lugar donde hoy, justamente, el boleto es más barato porque está altamente subsidiado. O sea, el temor fue uno de los principales ejes de la elección general.
Bajo esta premisa es que nada está perdido para el peronismo: porque logró demostrar que cuando quiere, puede; y que antes de querer y poder, debe. Una vez más, le demostró a sus adversarios que no deben subestimarlo por más golpeado que se encuentre. Es cierto que existe una multicausalidad bajo la victoria del domingo pasado, como intenté explicar, y justamente es en esa multicausalidad que se encuentra, entre otras, el hecho de que el peronismo se haya encolumnado orgánicamente detrás del candidato. A veces, lo único que falta es un baldazo de agua fría.
Pero, también, no todo está perdido para Milei. Y en el peronismo lo saben, y es por eso que el otro gran ganador de aquella noche, el gobernador bonaerense Axel Kicillof, dijo que ‘’acá nada se termina hasta que Sergio Massa sea presidente’’ ya que, justamente, el terror de que Milei gane un potencial balotaje sigue presente; mucho más ahora que sólo quedan dos candidatos. No es ilógico pensar esto. Recordemos que en 2015 la diferencia entre Daniel Scioli y Mauricio Macri en las PASO fueron de 14 puntos, en las Generales de sólo 3 puntos y, finalmente, en el balotaje el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se impuso ante el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires por 2 puntos. Por eso es que Milei se ve obligado, entre otras cosas, a ser esclavo de sus palabras y a actuar como debería actuar una persona que se encuentra en su lugar: como la casta. Y así está siendo: tan encerrado se encuentra Milei ante el nuevo panorama que no sólo tuvo que arrepentirse de haberle dicho montonera tirabombas a Patricia Bullrich, sino hasta le hizo un guiño a Myriam Bregman al decir que para las propuestas en su Ministerio de Capital Humano ‘’muchas veces los que más saben son las personas de izquierda‘’. Juan Schiaretti, otro de sus grandes objetivos.
Mucho menos está todo perdido para Milei luego de las últimas novedades. En los tiempos argentinos, el domingo fue hace añares. Desde ese entonces, llamadas, encuentros y arduas negociaciones fueron parte del carnaval político. Pasado el mediodía de este miércoles, una incómoda Patricia Bullrich, por presión de Mauricio Macri, apoyó a Javier Milei de cara al balotaje, luego de una reunión privada en casa de Karina Milei, la hermana del libertario. Y no sólo eso. En la mañana de hoy, se reunieron los principales referentes del PRO en pos de unificar posturas y, como era de esperar, no se concretó. Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Diego Santilli se pronunciaron profundamente en contra de un acuerdo con el libertario. El primero en hablar fue el Jefe de Bancada del PRO en la Cámara de Diputados, Cristian Ritondo, al decir que había libertad de acción para cada referente. Por otro lado, referentes del ala más dura del PRO, como Waldo Wolff o Javier Iguacel, anunciaron su apoyo a Javier Milei. Así, el PRO entra en una vorágine de atomización que pone al borde su ruptura. Alrededor de esta decisión, queda algo claro: Mauricio Macri aún es el líder indiscutido del PRO y, luego de haber sacado de juego a Rodríguez Larreta y ante la derrota de Bullrich, se va concretando, poco a poco, lo que Elisa Lilita Carrió –que ya anunció que ‘’ni Massa ni Milei’’– pronunció esta mañana, o sea, que ‘’Mauricio siempre buscó la destrucción de Juntos por el Cambio, ya que su candidato siempre fue Milei’’.
La incógnita que restaba saber es qué iba a hacer la Unión Cívica Radical, cuyos principales referentes ya habían dejado más que claro que ‘’con Milei ni a la esquina’’, no sólo porque es de público conocimiento la animadversión que el libertario tiene con los radicales o porque resulta que Milei se levantaba por las mañanas a pegarle a una bolsa con la cara de Raúl Alfonsín –con lo que él significa para la UCR– sino, además, porque gran parte de sus dirigentes tiene aceitadas relaciones con Sergio Massa, quien les pidió públicamente que formen parte de su gobierno de unidad nacional. El principal aliado de Massa en esta cruzada es, qué duda cabe, el gobernador Gerardo Morales, quien, a su vez, es el presidente de la UCR Nacional.
Finalmente, el senador Martín Lousteau publicó en sus redes sociales que la UCR “no acompañará a ninguno de los dos candidatos en el ballotage”.
Si algo queda claro es que en Argentina, para gobernar, se necesitan amplias coaliciones partidarias que co-gobiernen junto al partido ganador. Lejos ha quedado ya esa Argentina bipartidista que algún día existió. Hoy las estructuras partidarias orgánicas están totalmente erosionadas y quien quiera tener estabilidad política deberá tener un Congreso relativamente amigable con el Ejecutivo. Al interior de los partidos hay disenso, al interior de las coaliciones hay conflictos. Con ese panorama, quien llegue al gobierno –mucho más si se trata de Milei– deberá ceder y conceder al son de las identidades partidarias, las convicciones políticas y las mezquindades personales. Para bien o para mal, todo eso es la política.
Pero nada termina allí. Tal es el torbellino de impacto del pasado domingo que las ráfagas de viento todavía no terminaron de recorrer todo el territorio nacional. Tucumán no es la excepción. Con las elecciones pasadas, el peronismo pudo respirar luego de haberse alzado y renovado las tres bancas que tenía en juego, de la mano de Pablo Yedlin, Gladys Medina y Carlos Cisneros; a su vez, uno de los grandes ganadores fue Ricardo Bussi, quien de la mano de Javier Milei pudo alzarse con una banca y logró que luego de 16 años Fuerza Republicana vuelva al Congreso de la Nación. Quien cayó estrepitosamente fue Mariano Campero, que si bien pudo alzarse con una banca, la caída que tuvo entre las PASO y las Generales fue a tono con el retroceso que tuvo Juntos por el Cambio a nivel nacional.
Así, las implicancias nacionales tuvieron su propio argumento local: el peronismo movilizó como está acostumbrado a hacer; Milei se hizo con una banca de diputados en Tucumán, lo que abre un nuevo juego de poder en la composición de la oposición tucumana; y Juntos por el Cambio retrocedió, tal como lo hizo Patricia Bullrich en todo el territorio. Quien fue el primero en argüir la pésima elección que hizo JxC no fue un orgánico del PJ sino, qué coincidencia, el saliente intendente Germán Alfaro, quien luego de haberse quedado sin el pan –la Provincia–, sin la torta –la Ciudad– y sin la velita –un cargo a nivel nacional–, salió al cruce del resultado electoral de su espacio.
Pero lo que más llamó la atención no fueron los dichos de Alfaro per sé, sino el contexto en que lo dijo: en una conferencia de prensa que brindó luego de haber estado un largo rato reunido con el gobernador electo Osvaldo Jaldo. La excusa de la reunión fue que Alfaro le iba a entregar un libro-balance de sus 8 años de gestión, pero en política esas cosas, lisa y llanamente, no existen. Nadie se reúne con un político ajeno a su espacio para darle un obsequio, sino pregúntenle a Federico Masso, quien aceptó ser el Ministro de Desarrollo Social de la Provincia. La cumbre Jaldo-Alfaro tuvo un alto impacto político en la provincia por el enorme recelo que despierta el capitalino a lo largo y ancho de las huestes del PJ. ¿Será Alfaro ministro de Jaldo? Por el momento, el intendente lo descarta pero, como dijo alguna vez Antoine de Saint-Exupéry, lo esencial es invisible a los ojos.
¿Realmente le interesa a Jaldo tener de ministro a Alfaro? ¿Por qué decidió mostrarse con él? Simple: para demostrar una total autonomía e independencia en relación al saliente gobernador Juan Manzur. Aunque ya haya quedado atrás la feroz interna que se desató allá por el lejano 2021 entre el gobernador y el vice, lo cierto es que nunca dejaron de haber heridos entre un lado y otro del mostrador: el jaldismo y el manzurismo sigue existiendo como dicotomía y es en ese contexto que, por un lado, Jaldo busca demostrar que es su gobierno y lo manejará bajo sus premisas y, por otro, que Manzur teme que su aún vicegobernador haga con él lo que él hizo con José Alperovich y lo que Alperovich hizo con Julio Miranda: quien deja el Sillón de Lucas Córdoba sea asesinado políticamente por su sucesor. En ese sentido, la política tucumana en particular es casi tan cíclica como las ligas nacionales.
Dicho todo lo anterior, todavía no todo está dicho, paradójicamente. La política argentina y tucumana es un hervidero y el correr de las horas serán claves para la reconfiguración de la dinámica política. Lo que digo hoy en esta nota puede quedar obsoleto mañana, y lo que diga mañana puede quedar obsoleto la semana que viene. Sin embargo, es de esta manera que opera el sistema político. En una república como la nuestra, que ha gozado de más de 40 años de estabilidad desde el Golpe de Estado genocida que tuvo lugar en nuestro país, más que nunca es esencial levantar alto las banderas de una nación que continúa viendo la democracia como el método fundamental para definir sus sueños, anhelos y convicciones. Que así sea.