La joven de Misiones paso dos años presa por un crimen que no cometió. Ayer fue absuelta y su pareja en aquel momento, Rolando Lovera, fue condenado por el femicidio de su hija Selene a 19 años de prisión.
“Soy inocente, siempre cuidé a mi hija. Quiero justicia para ella y poder hacer el duelo”, dijo Victoria Aguirre en la última audiencia del juicio en su contra. Luego de deliberar casi dos horas, el Tribunal Penal 1 de Oberá, integrado por Mónica Azucena García de González, Jorge Erasmo Villalba y Graciela Ivonne Heppner, trajo la noticia que el movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans esperaba recibir en distintos rincones del país. El pedido de absolución por Victoria y Justicia para Selene se volvió en estos casi tres años una causa nacional. Lxs jueces decidieron condenar a Rolando Lovera a 19 años de cárcel por el asesinato a golpes de Selene Aguirre, de dos años. Y a su vez, absolvieron a Victoria.
La ultima audiencia había comenzado a las 9 de la mañana y finalizó a las 13.50, luego de los alegatos de las respectivas defensas y de las réplicas de la Fiscalía.
A pesar de que se trató de un femicidio vinculado, Victoria estuvo presa desde que murió su hija y enfrentó dos juicios. Estaba acusada de no evitar que mataran a su hija. El primer juicio había sido en julio pero debió anularse por las recusaciones presentadas por el entonces defensor de la joven. El segundo comenzó el 12 de diciembre.
La madrugada del 29 de enero de 2015 ella llegó con su hija Selene de dos años y cinco meses en brazos a la guardia del Hospital Samic de Oberá, la segunda ciudad más grande de Misiones, ubicada casi a cien kilómetros de Posadas. No lo sabía, pero la beba ya estaba muerta. La autopsia determinó “politraumatismo de cráneo”. La nena llevaba marcas antiguas de la violencia machista en su cuerpo: moretones y hematomas de los golpes que le propiciaba Rolando Lovera, la pareja de Victoria.
Sobrevivir a la violencia machista
Victoria es una sobreviviente de la violencia machista: psicológica, física y sexual. Ella y su ex pareja se conocieron a mediados de 2014. Victoria ya era mamá de Selene, una beba que tenía un retraso madurativo y epilepsia. En ese entonces tenía 21 años y cursaba el tercer año de Magisterio. Lovera trabajaba como sereno en un depósito. Después de seis meses de haberse conocido, juntos alquilaron una casa en Oberá. La convivencia duró 28 días. El maltrato fue in crescendo hasta ser sometidas a un aislamiento que empezó con la familia y terminó en el encierro absoluto: el hombre la obligaba a pasar las noches en el galpón del arenero donde trabajaba. Victoria y la beba dormían en el piso encerradas. Él les prohibía ir al baño para que no quedara registro en las cámaras de seguridad del lugar que iba cada noche con ellas a trabajar y las encerraba.
Cuando el padre de Victoria le mandaba mensajes de texto a su celular, era Lovera quien contestaba por ella. Los ocho días previos a la muerte de Selene, la joven y su hija estuvieron en cautiverio y bajo la amenaza del asesinato de la beba. Lovera las amenazaba con un arma de fuego y un cuchillo.
“Él nos tuvo secuestradas e incomunicadas porque llegó a romperme el celular. Él abusó de mí”, contó Victoria en una entrevista a un medio local. La última vez que la golpeó, Lovera le pidió a Victoria que mintiera, que había tenido una convulsión, que se cayó. Cuando llegó la policía al Hospital, Lovera ya no estaba ahí.
La historia de Victoria se repite en otras mujeres judicializadas: una trama común que solo mira con la lupa de la moral a las madres y no busca las huellas previas de la violencia machista que vivían estas mujeres antes de que sus hijas murieran. Sin ir más allá de los límites de la provincia de Misiones, puede rastrearse la historia de María Ovando. Estuvo un año y siete meses detenida en una cárcel misionera acusada de abandono de persona agravado por el vínculo, tras la muerte por desnutrición de su hija Carolina de tres años. En 2012 el Tribunal Penal N°1 de El Dorado, Misiones, decidió absolverla.
Así como las tramas de violencias son similares, también se replica la solidaridad entre mujeres que se activa desde los feminismos para revertir estas causas injustas. En Buenos Aires, Yanina González y Celina Benitez son ejemplos de casos similares. Las dos vieron morir a sus bebas de dos años, Lulú y Milagros, en manos de sus parejas, varones agresivos que las maltrataban a ambas. Yanina y Celina fueron acusadas por la misma fiscal: Carolina Carballido Calatayud, titular de la Fiscalía Especializada en Violencia de Género del Partido de Pilar, por “abandono de persona”. Tanto Yanina como Celina están en libertad rearmando las piezas de su vida desordenada por el encierro arbitrario. En Misiones Victoria quiere “recuperar la vida que ese tipo me robó”.