18 años: ¿Ningún calavera chilla?

Rituales, bautismos, pruebas son parte de las construcciones de las masculinidades que quedan marcadas en sus subjetividades. ¿Qué pasa cuando cumplen 18 años? ¿Qué pasa con las masculinidades cuando las feminidades están siendo protagonistas de un cambio social y cultural profundo?

Por Betania Álvarez Aráoz

La música suena fuerte. Se escucha cuando el auto dobla en la esquina a pesar de que el lugar de la fiesta está a mitad de cuadra. De un Fiat UNO bajan tres adolescentes, uno más cerca de la niñez viste un traje negro, corbata dorada y zapatillas blancas relucientes, los otros dos usan ropa como para entrar al boliche y disimular la edad, visten camisas impregnadas al cuerpo con pequeños diseños de anclas que se repiten hasta el hartazgo en toda la prenda. En la puerta, tres globos celestes anuncian que están en el lugar correcto.  

Adentro el cumpleañero está ansioso, camina, se sienta, habla, mira el celular y se ríe. Invitó a 60 personas, 45 varones y 15 mujeres, compañeros del curso, gente del barrio y amigos del club. Esa noche festeja sus 18 años, que en realidad los cumplió hace dos días atrás cuando la familia le celebró una misa en la iglesia de la cuadra.

  • Che, que floja convocatoria tiene el nene. No vinieron ni la mitad de los chicos – Dice la abuela que desde que llegó cerca de las nueve de la noche no se movió de la silla que ocupa. Mira el show desde un palco VIP.
  • Era de esperar que vinieran pocos, a la misa fueron 10 – justifica la madre.
  • ¿Quién va a una misa?… una fiesta es otra cosa – dice el padre.

En Tucumán, como en muchas ciudades del país, todavía se conservan rituales festivos que pretenden celebrar el paso a un siguiente nivel, en este caso se trata de la entrada a la adultez. Las familias se organizan e invierten una buena cantidad de dinero y energía para celebrar “el 18” de su hijo. No es cualquier fiesta de cumpleaños y en este caso, el protagonista es el primogénito por lo que el entusiasmo es aún mayor. Y, si bien el evento no tiene todas las pompas de una quinceañera, representa en su entorno un momento clave. Un ritual de iniciación que nadie quiere perderse. Pero ¿qué es ser varón adulto en la sociedad actual?

En una nota en la revista “Mu”, el doctor en comunicación, docente y miembro del Instituto de Masculinidades y Cambio Social, Ariel Sánchez asegura que: “La particularidad de la masculinidad no reside en ser una parte del binario de género, sino en ser precisamente la máquina que produce las fronteras y jerarquías y que habilita los modos de conocer, narrar y mostrar el mundo”. 

Cuando van llegando los changos se saludan con un golpe de mano, que por la emoción del momento rápidamente se convierte en un beso y concluye en un sentido abrazo. Son las 11 de la noche y todos los invitados presentes, fuera de la familia, son hombres.

El lugar está impecable. Banderines de colores cruzan el salón de un extremo al otro. Las luces robóticas, en su vaivén, iluminan el globo con forma de 18 que su mamá compró especialmente para la ocasión. Al fondo cerca del asador está el DJ y su acompañante que cada tanto miran pasar a las mujeres con bandejas pobladas de hamburguesas, pizzas o empanadas.

El chiste que más se repite entre grandes y chicos es que desde ahora el pibe va a poder tomar alcohol y entrar a los boliches sin problemas. Sin embargo, ser varón en esta sociedad y al norte del país tiene implicancias que las luces del festejo no dejan ver. Acuerdos, contratos sociales, convenciones entre pares que fueron negociadas antes que el individuo decidiera siquiera prepararse para enfrentar la vida adulta. Son los roles los que están en constante discusión, no solo a nivel colectivo, como pueblo sino precisamente esta noche.

La madrugada se acerca y al cumpleañero parece no importarle los invitados. Se levanta, bebe cerveza de una lata y cada tanto baila con un cómplice que lo sigue. Otro rato juega con un sombrero que compró especialmente para completar el look que lo destaca del resto y que a la vez lo cubre del frio en la cabeza rapada que le dejó el festejo aquella mañana en el 5to año A del Instituto JIM. Su compañero de baile, en cambio, tiene un estilo expropiado de los noventa. Un pelo largo y lacio le llega hasta la cintura y se confunde con una camisa de color neutro azul oscuro.

Parte de la “tradición” es también rapar al cumpleañero a sus 18 años. Si alguien entra a un 5to año de cualquier secundario vería progresivamente como los varones empiezan a tener sus cabezas peladas. Un acto litúrgico de limpieza que refuerza la idea de que si queremos formar parte hay que resignar cosas, en este caso: el pelo. Uno de ellos, el que lidera a la manada, es el que se sabe la fecha exacta de cuando cumplen 18 años sus compañeros y es quien además suele afilar la tijera con la que normalmente recorta figuritas para cortar el primer mechón que da comienzo a la barbarie.  La idea es arruinarle el peinado todo lo posible. Comienza uno y siguen los otros. Están en ronda y, con el cumpleañero en el centro, se turnan para dar cortes cada vez más deformes. Después de acabado el ritual al protagonista no le queda más opción que ir a la peluquería a raparse por completo y esperar paciente que el pelo crezca.

Cuando lo femenino irrumpe

En el mismo artículo antes citado, José J. Maristany, co-autor del libro “Masculinidades en Argentina”, afirma que estamos en una época de tensiones muy fuerte donde todo varón está siendo interpelado. “Hay que indagar constantemente la masculinidad, cuáles son esas exigencias, demandas y restricciones que sienten los varones respecto de la sociedad y lo que se espera de ellos, para ser considerados exitosos o visualizados como hombres”.

Es llamativo detenerse a pensar cómo cierta forma de masculinidad se ve interpelada por la explosión de los movimientos femeninos y no solo desde el punto de vista de lo feminista como disputa de poder y obtención de derechos.

¿Cómo es que determinado paradigma de “ser” hombre entra en jaque a partir de la irrupción de lo femenino como lo distinto? Pareciera que las diversas masculinidades hegemónicas y su estatuto dominante comienzan a replantearse solo a partir de la toma de conciencia de las mujeres que los rodean, del feminismo. Son las nuevas generaciones quienes parten de esa base misma para construir, entre otras cosas, su identidad.

  • Música sonando: Cómo hacerte entender…/Que conmigo tú te ves mejor/Que en mi carro tú te ves mejor…

Cerca de la medianoche llega, al grupo de jóvenes, la primera mujer. Camina hacia la mesa principal mientras baila. Luce un mini short dorado y una remera larga muy amplia que bien podría confundirse con un vestido corto. La noche está fresca por eso probablemente lleva puesto un abrigo enorme, por eso y también porque la campera le permite resguardar la botella azul de vodka que cuando posa sobre la mesa logra el grito eufórico de todos.  La fiesta por fin arrancó.

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