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El miércoles se realizará una nueva marcha para pedir justicia para la comunidad trans tucumana. “Cupo Laboral Trans, acceso a la salud y basta de travesticidios” son los reclamos que visibilizarán.
Enero fue un mes marcado por la violencia hacia la comunidad trans en Tucumán.
Entre los hechos que se mediatizaron, el 11 de enero, Natasha Banegas fue atacada a golpes en el Parque 9 de Julio y, días después, baleada por dos hombres en la esquina de Crisóstomo Álvarez y Moreno. El 14 del mismo mes, Lourdes Anahí Reinoso fue víctima fatal de la violencia machista de su pareja, a quien anteriormente ya había denunciado; y, una semana después, Jorgelina Salazar fue atacada por un taxista.
A estos hechos, se suma el travesticidio de Ayelén Gómez, asesinada el 13 de agosto de 2017, ante el cual se movilizó la provincia y la comunidad trans en particular, que lideró la organización de movilizaciones y otras acciones denunciando la vulneración cotidiana de sus derechos.
El miércoles 7 de febrero a las 18.30 se realizará una marcha para visibilizar la problemática y denunciar la falta de acción por parte del Estado. La misma se concentrará en Plaza Urquiza para marchar hasta Plaza Independencia.
Ni Una Trans Menos
Bajo el hashtag que hace meses vienen siendo visibilizado por el movimiento feminista, se suma el reclamo de las trans: #NiUnaTransMenos, para visibilizar la violencia cotidiana e histórica que sufre el colectivo.
“Nosotras empezamos a trabajar el año pasado a raíz de lo de Ayelén porque ya era mucho. Tuvimos la suerte de conectar con espacios que nos están apoyando un montón”, cuenta Claudina Rukone, integrante de la organización LOTO, Libertad y Orgullo Trans Organizadxs. En los últimos días de enero se terminó de conformar una mesa para abordar, entre diferentes organizaciones sociales y políticas, la problemática trans.
Desde LOTO sostienen que hay que hablar de travesticidio/transfemicidio para visibilizar una cadena de violencias estructurales que responden a un sistema cultural, social, político y económico atravesado por una concepción que reduce al binomio varón/mujer el mundo de las identidades sexo-genéricas posibles. Son éstas las violencias que llevan también a que el promedio de vida de una mujer trans en Argentina no supere los 35 años.
“La invisibilización del colectivo en diferentes espacios hace que la gente tenga sus prejuicios. Y es ahí donde los medios de comunicación se tienen que jugar y no reproducir estereotipos, porque si leen una nota en el diario más leído de la provincia y dicen que todas se prostituyen, que todas están en el narcomenudeo, y no visibilizan todo lo que hacemos para que cada año haya más inscriptas en el Centro Educativo Trans a Puertas Abiertas, o la lucha para lograr una vida más digna para todas, no avanzamos en nada”, agrega Claudina sobre la relevancia que tuvo en los diarios de la provincia las noticias sobre el atentado a Natasha Banegas.
Trabajo digno
Entre los principales reclamos que encabezarán la marcha del miércoles está la Ley de Cupo Laboral Trans. “Muchas chicas viven en estado de indigencia porque no tienen nada. Viven donde pueden, comen lo que pueden, viven el día a día. No tienen una proyección a futuro por el tipo de vida que tienen. Nosotras sentimos que el cupo laboral trans va a abrir las puertas para recibir a la comunidad trans dentro de la sociedad, de la cual estamos expulsadas hace mucho tiempo. Necesitamos trabajos genuinos, reales y no capacitaciones para emprendimientos personales que no llegan a nada”, explica Claudina sobre la necesidad de aprobar esta ley. “El Estado se tiene que hacer cargo, éste es un primer paso para generar un vínculo entre la sociedad con la comunidad trans, para que deje de ser sólo un imaginario”, agrega.
Leyes de papel
Argentina es uno de los países pioneros en materia de derechos para la comunidad de lesbianas, gays, travestis y trans. Al respecto, Claudina comenta que a pesar que la ley de Identidad de Género se aprobó hace 5 años, poco se avanzó en la aplicación real de la misma. “Recién hace 5 años se enteran de que existe una comunidad trans, que ser trans es ser una persona y no un personaje para la noche, para el boliche o para el carnaval”.
Mahia Moyano también es integrante de LOTO. Desde que se conformó la organización, acompañan a mujeres trans a realizar denuncias por violencia, discriminación, y también se organizaron para buscar trabajo y conseguir capacitaciones reales. “Nosotras constantemente estamos buscando oportunidades laborales para nuestras compañeras. A veces las chicas no se animan, porque tienen miedo, tienen vergüenza al rechazo, porque ya fueron rechazadas muchas veces en su vida”, explica.
Otra de las demandas, es el acceso a la salud. El trato que muchas veces reciben en la asistencia pública las expulsa del sistema, poniendo en riesgo su salud y sus vidas. “Por ejemplo, el caso de Marcela, que no la quisieron internar en un hospital público por su condición de mujer trans y cuando lo hicieron, fue en una sala de hombres”, denuncia Mahia sobre el caso de una compañera que se viralizó el año pasado.
Tampoco están reconocidas actualmente las intervenciones quirúrgicas -contempladas en la ley- que las ayudan a construirse físicamente como se perciben. Esto las empuja a recurrir a cirugías clandestinas en las que se les inyecta aceites o silicona líquida, procedimientos peligrosos que terminan perjudicándolas.
Falsas promesas
“Fuimos a la Secretaria de Derechos Humanos de la provincia y planteamos la necesidad de un censo. Seguimos esperando, porque nos hicieron propuestas, nos sacamos la fotito para la página y seguimos esperando que se active”, explica Rukone. Desde que comenzaron el camino de la militancia, visitaron diferentes secretarias del Estado en busca de respuestas. Hasta el momento, fueron pocas las que llegaron.
Desde el INADI les prometieron que incluirían a mujeres trans en el programa Ellas Hacen. Hace dos años que los esperan y de 60 mujeres que se presentaron sólo 20 se vieron beneficiadas.
“¿Qué pasa con las mujeres trans adultas mayores, las que ya están cansadas de hacer capacitaciones, de hacer cursos, y tienen 50 años?”, se pregunta Claudina. Y Mahia agrega, “de por sí a una mujer cisgénero de 50 años se le complica un montón conseguir trabajo, imaginate a una mujer trans. Con la diferencia que una mujer cis a los 50 años tiene hijo, marido, nieto, abuela, tía. Una persona trans es una, no tiene donde ampararse el día de mañana si el cuerpo no le da para atender clientes en la calle. No tienen familia, porque la familia por lo general las expulsa a temprana edad”.