“Nos hacen falta cosas para los niños, nos hace falta educación, nos hace falta que los chicos sobrevivan”

Yrma Monrroy, del comedor Los Lapachos del barrio El Sifón, contó la situación de los comedores en San Miguel de Tucumán en una entrevista radial. Además señaló la problemática de los jóvenes expuestos a las drogas: “El paco avanzó mucho”. Sobre los chicos que logran recuperarse de las adicciones afirma que “piden trabajo y no hay”.

Yrma Monrroy del Comedor Los Lapachos, estuvo presente en el programa radial “Pasaron Cosas”, en los estudios de RadioB, donde contó sobre la situación de los comedores en San Miguel de Tucumán.

El comedor Los Lapachos, del Barrio El Sifón, comenzó a funcionar en el 2000. Ante la falta de trabajo y en un contexto de crisis social, política y económica, un grupo de madres organizó una olla popular para hacerle frente al hambre y así comenzó a gestarse el comedor. Sobre la situación actual que está atravesando el país, y siendo los barrios populares donde golea primero y con más fuerza, Yrma comentó que “es algo parecido a lo del 2002. Pero hoy las mamas, por lo menos pueden tener el plan. En las fechas que van cobrando merma un poquito el comedor, pero cada día va más gente”.

“Que estamos mal hoy, estamos mal. Nos hacen falta cosas para los niños, nos hace falta educación, nos hace falta que los chicos sobrevivan”, sostuvo.

El monto que se le asigna a cada comedor está marcado por la cantidad de personas que asisten. Es un monto fijo por persona, que contempla dos comidas diarias, por 20 días al mes que corresponden a las 4 semanas del mes. En el caso de Los Lapachos brindan almuerzo, merienda y cena. El monto es de $12,50 por persona y por comida, la merienda es aparte y se entrega mercadería. “Tratamos de hacer maravillas, tratamos de que nos alcance. Todos los días va una familia diferente. A veces contamos con 100 y algunas veces llegan 150. ¿Cómo le decís a un niño que no ha ido nunca que no le podés dar de comer porque no tiene que comer en su casa?”.

El comedor funciona de manera voluntaria, ya que las partidas presupuestarias son sólo para alimentos. “Tenemos mamás voluntarias que vienen, cocinan y se llevan su comida. Es trabajo voluntario, el Estado a las cocineras no se les paga. Son las mimas mujeres de la comunidad las que hacen funcionar el comedor”.

En el comedor ya no sólo reciben niños, sino que van familias completas. “La porción está contemplada para niños, no para un adulto, pero también los recibimos”. Y casa vez son más las familias que van.

La inflación también afecta a los presupuestos de los comedores. “Están muy caras las cosas, estamos yendo a comprar y hoy el kilo de fideos sale $10, mañana a $20, después a $25. El bote de aceite antes lo comprábamos a $12 y hoy a $55. Y cada día es más la necesidad que las familias tienen. No les alcanza la comida”.

Además, señaló la problemática de los jóvenes expuestos a las drogas complejiza aún más las relaciones dentro de barrio: “En el 2002, en el barrio de nosotros éramos todos una familia. Ahí armamos la cocina, la olla popular para poder comer. Hoy ya no se puede porque el vecino le vende droga al hijo del otro vecino. Nos han dividido a los vecinos, a la pobreza, la droga nos ha dividido. Ya no podemos luchar por lo mismo, porque se ha hecho un trabajo para que la gente del barrio venda la droga”, lamentó.

“El paco avanzó mucho. A los chicos se lo llevan presos y vuelven con más kiosquitos” y sobre los chicos que logran recuperarse de las adicciones afirmó que “piden trabajo y no hay”.

“Antes luchábamos por sobrevivir, por comer, porque no teníamos trabajo. Hoy en el barrio se vive un enfrentamiento, no sabes en que momento tenes que salir corriendo, meter a los chicos que están en la plaza, donde deberían estar jugando, porque se empezaron a tirotear entre bandas. Es impresionante como existen las armas dentro de los barrios. Estamos como cautivos dentro del mismo barrio”, expresó.

Al problema de las adicciones, se suma la falta de respuestas y posibilidades laborales para los jóvenes que logran recuperarse. “Los chicos están pidiendo trabajo, te dicen che yo ya he dejado, hace dos meses que no me pincho, pero que hago, quiero hacer algo, quiero vivir de algo, quiero agarrarme de algo. ¿Y si no hay un trabajo? ¿Cómo haces?”.

“Nos hacen falta cosas para los niños, nos hace falta educación, nos hace falta que los chicos sobrevivan”, afirma Yrma.

Consultada sobre la posibilidad de saqueos si la crisis se profundiza, la referente advirtió que: “Hoy si van a salir a saquear es por necesidad, pero no van a volver, los van a matar”, refiriéndose al accionar represivo de la policía. El barrio El Sifón es uno de los más marginado y estigmatizados, donde la persecución policial es cotidiana y poco visibilizada.

En el barrio también trabajan educación sexual, para poder palear los embarazos no intencionales de jóvenes mujeres en situación de consumo, que muchas veces recurren a la prostitución en situaciones vulnerables por causa de la droga y las adicciones.

“Nosotros somos parte de la sociedad y estamos trabajando para que vivamos un poco mejor. Pero hay gente que se le paga para que haga su trabajo. En varias cosas se está fallando”, argumentó.

El comedor recibe donaciones. “Aparte de alimentos, también calzado para niños, ropa, mesa, sillas”. Se pueden contactar a través de las redes sociales de la ONG. 

 

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