Los niños y las niñas no mienten

En Argentina el acceso a la justicia de niños, niñas y adolescentes todavía es una deuda pendiente. Resulta difícil lograr que las denuncias sobre abuso sexual infantil prosperen. La Nota conversó con Daniela Lezcano, psicóloga con especialidad en maltrato y abuso sexual infantil y perito forense, para profundizar en el debate sobre una realidad cotidiana que viven miles de niños y niñas en Argentina.

En Argentina el acceso a la justicia de niños, niñas y adolescentes todavía es una deuda pendiente. Resulta difícil lograr que las denuncias sobre abuso  sexual  infantil prosperen. Lejos de ser una casualidad, las similitudes entre los procesos judiciales responden a un entramado de poder que aún cuesta terminar de identificar, pero que, claramente, beneficia a los que detentan espacios de poder, y, en nuestra cultura patriarcal, los que tienen el poder son mayormente hombres.

Existe un conjunto de jueces, abogadas, abogados y red profesionales que peregrinan por los tribunales del país, que cuentan en su haber la defensa sistemática de hombres golpeadores, de femicidas, de pedófilos y que, en muchos casos, son los mismos que defienden a los genocidas imputados por delitos de lesa humanidad en la última dictadura.

En Tucumán, según relata una nota de La Nación del año 2017, una familia pidió que veedores nacionales acompañen el proceso judicial por una denuncia de abuso intrafamiliar. Un niño, que evidenciaba malestar desde los dos años de edad, denunció a los cuatro años que estaba siendo  abusado por su abuelo materno, quien ocupo durante varios años una función pública en el gobierno provincia. El padre del niño denunció a éste, y también a la madre del niño por estar al tanto de los abusos y no intervenir. El abogado defensor de los imputados es Facundo Maggio, conocido defensor del Arzobispado y de los militares de la dictadura involucrados en delitos de lesa humanidad, y recientemente elegido por el gobernador provincial Juan Manzur como Juez de Instrucción de la II Nominación de la Capital.

Daniela Lezcano es psicóloga con especialidad en maltrato y abuso sexual infantil y perito forense.  Intervino en un caso paradigmático de Abuso Sexual Infantil en el juicio contra Alberto Juárez Villegas, ex ministro de Economía de Santiago del Estero y sobrino del ex gobernador Carlos Juárez, quien fue condenado en el año 2014 a seis años de prisión por abusar de su hija. La Nota conversó con Lezcano para profundizar en el debate sobre una realidad cotidiana que viven miles de niños y niñas en Argentina.

¿Cómo vivís el ejercicio de tu profesión en defensa de los niños y niñas víctima de abuso en la actualidad?

Desde el año 2015, soy la primera profesional condenada por blacklash. El blacklash es lo mismo que el SAP hacia las madres pero sobre las profesionales.

Es la respuesta violenta que tiene el lobby pedófilo y la justicia patriarcal. En mi tarea Judicial, como perito forense, los abogados que tienen vínculos con la dictadura, y son defensores de genocidas boicotean mi llegada a ciertos casos. En Tucumán hace poco paso esto, ellos tienen mucho poder. Tengo un consultorio en Tandil y CABA y soy perito.

Desde siempre elegí militar por los derechos de niños y niñas víctimas de abusos sexuales infantiles, y por cumplimiento de la convención de los derechos del niño. Y además milito por la promulgación de una ley de protección y amparo a los profesionales que trabajamos defendiendo a víctimas de abuso sexual infantil y de violencia machista.

“Nunca un niño puede mentir o reproducir algo que dijeron que repitiera, porque no sortearía la batería psicodiagnostica. Más del 97% de la totalidad de las denuncias de abuso sexual infantil son verdaderas.”

¿Es por eso que además de tu labor profesional participas activamente en campañas de concientización sobre abuso sexual infantil?

Sí. En la campaña Yo No Miento  trato de poner a disposición de las madres protectoras, y de todas las personas que intervienen, en un lenguaje que se pueda entender,  el nivel de fiabilidad que tienen tanto las técnicas psicodiagnósticas y psicotécnicas, como el testimonio del niño. Si la campaña se llama “Yo no miento” y a los niños les creemos, no le creemos porque sí, sino porque nunca un niño puede mentir o reproducir algo que dijeron que repitiera, porque no sortearía la batería psicodiagnostica. Más del 97% de la totalidad de las denuncias de abuso sexual infantil son verdaderas.

En Tucumán, mediante la nota publicada por Martín Dzienczarski, tomó estado público los abusos que un docente de la escuela perpetró contra él, y otro compañero. ¿Trabajaste en casos de abusos en el contexto escolar? ¿Tienen alguna particularidad?

La estadista sobre abuso sexual infantil en cuanto a consulta, tanto  psicológica particular como pericial,  es mucho mayor en el ámbito intrafamiliar. Pero sí, he tenido experiencias en casos escolares. La reacción es la misma. Generalmente se cuestiona a la víctima y a la familia.  Se tiende a proteger al docente o la docente involucrada.

Hace unos años trabaje sobre una denuncia en Santiago del Estero en una sala de jardín de 4 años. Eran alrededor de 20 niños.  Diferentes psicólogas fuimos viendo mediante entrevistas en pequeños grupitos la situación de niños y niñas que habían sufrido abuso. Los padres de estos niños habían decidido hacer la denuncia.

Las situaciones de abuso se daban en grupo en una sala de grupo. Por ello se tomó la cámara gessel en grupo en tres sesiones, para dar tiempo que vayan hablando y jugando. El relato de uno incentivaba a que otros cuenten, o también a que reaccionen de modo no verbal ante el relato de un niño, pero sí con fuertes mensajes corporales. Esto se presentó y como pasa siempre, todavía no tiene un fin. Los padres continúan apelando.

También en Santiago, hace ya 15 años, una nena refiere que el celador de la escuela habría abusado de ella. La madre le creyó, y conociendo la institución educativa religiosa, eligió no hacer la denuncia pero sí trabajar y acompañar con psicoterapia a su hija. Y que luego la niña comprenda por qué no se había hecho la denuncia. La niña lo resolvió muy bien. De todos modos también lo comentó en la escuela para que aparten al abusador.

Hoy en  día hay muchos casos.  Particularmente, dos casos tuvieron repercusión en los medios, en ambos son docentes de colegios religiosos en donde salieron absueltos. Uno de ellos es una denuncia por abuso sexual infantil y corrupción de menores en contexto escolar que tuvo sentencia desfavorable, es conocido como “el caso Gianelli” y sucedió en una escuela de Mar del Plata. Un grupo de cuarenta padres denunciaron a una maestra,  las pericias de cámara Gessel confirmaron las denuncias de los padres, el fiscal pidió 24 años de condena, pero sin embargo la docente fue absuelta, y procesaron a las psicólogas que intervinieron. Una ahí se da cuenta de para dónde va la justicia, la reacción  siempre es la misma desde el poder.

Lo nuevo y particular que surge de este caso, desde el poder judicial,  es la utilización de los gremios. La defensa de la maestra buscó persuadir y manipular a los gremios docentes para que apoyen a los docentes, el argumento fue el de que “hay que apoyar al docente denunciado en particular porque le puede pasar a cualquiera, porque cualquier inventa una denuncia”, cuando no es así, ahí tenemos que estar muy atentos.

¿Cómo crees que operan nuestros modos de estereotipados, patriarcales, de ver a hombres y mujeres al momento de poder denunciar abuso sexual infantil?

Hay un documental que se llama “Campo de batalla, cuerpo de mujer” que trata sobre las violaciones que sufrieron las mujeres durante la última dictadura cívico militar en nuestro país.  Tuve oportunidad de conocer a las mujeres que participaron en ese documental y  les pregunte que pasaba con esos compañeros que seguramente habían sido violados, me dijeron que no había testimonio de ellos, pero que si se sabía que ejercieron la misma violencia. Luego del Nunca Más, y del  Juicio a las Juntas, todavía costaba que muchas mujeres superen la vergüenza y puedan dar testimonio de esos abusos. Y que eso se intersecaba en el caso de los hombres. Por esto creo que desde la educación se debe hablar inculcar el respeto por el otro como otro, y sobre todo poner hincapié en la crianza de los varones. Porque muchas veces esa crianza depende de las mujeres, que venimos colonizadas, patriarcalizadas, y terminando criando a “un machito que no llore”. Si a ese “machito” le toca vivir una situación de abuso, es mucho más difícil que se llegue a denunciar situaciones de abuso. Cuando en la familia se los trata fuera de la creencia patriarcal, no hay diferencia entre varones y mujeres en la forma de procesar el trauma.  Y jamás hay duda sobre la orientación sexual.

Para que los niños, niñas y adolescentes no sean adultos que luego de veinte años cruzan a su abusador, tenemos que defender a las madres que les creen, educar fuera de la creencia patriarcal y defender a los profesionales que están llevando adelante los casos de abuso.


La violencia patriarcal toma distintas formas en la vida de las personas, el abuso sexual infantil es una de ellas. La complicidad estructural que existe para defender a pedófilos, atacar a profesionales y re victimizar a niños, niñas y adolescentes hunde sus raíces en lo más profundo de nuestra cultural. Para que, como dice Daniela, las víctimas de abuso no tengan que cruzarse 20 años después con sus abusadores, el primer paso es que, como sociedad, hablemos de este tema, que nos importe, y que confiemos en que los niños y las niñas no mienten.

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