La educación sentimental: acerca del ciclo “El afecto de la mirada” del Museo Nicolás Avellaneda

El 18 de mayo, en el marco del Día Internacional de los Museos, el Museo Histórico Nicolás Avellaneda inició un ciclo de arte en el que cada semana un especialista comparte las emociones o sentimientos que les despierta el encuentro con una pieza de la colección del museo. Paula Storni, reflexiona sobre la propuesta para seguir pensando en el arte en épocas de pandemia.

“La mirada es retícula intensa sobre una inconmensurable variedad de experiencias”[i]

“La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”

Alejandra Pizarnik

Por Paula Storni

Interesante y novedosa tarea: mirar las miradas de otros y poner a mis ojos a ensayar lo que allí veo/leo, lo que miro en los ojos de otros que ya vieron.

La mirada que (nos) habla

En estos días de encierro y lecturas, una amiga  me descubre el Ciclo “El afecto de la mirada”, espacio virtual  en el marco de un proyecto del Museo Histórico Nicolás Avellaneda. Recorro con mis ojos primero los objetos seleccionados; luego me adentro en las palabras de aquellos especialistas que han escrito acerca de lo que su mirada les dictó frente la presencia aparentemente muda de estos objetos que luego hablan desde sus palabras.

El ciclo comenzó en plena pandemia, en una fecha clave, el 18 de mayo, Día Internacional de los Museos. Demás está decir que al museo como a otras tantas instituciones, la urgencia de recrearse fue uno de los desafíos en el actual contexto. ¿Escuelas sin alumnos? ¿Cine, museos, teatros, sin públicos o espectadores? Pues bien, El afecto de la mirada”, busca el  acercamiento, el encuentro de los cuerpos con los objetos que habitan allí desde hace ya muchos tiempos. La cita se produce desde la acción de mirar, vigente también en la presencialidad del museo. Sin embargo, en esta experiencia aquél que mira y el objeto, se descubren sin ningún tipo de mediación informativa, guía de lectura y de mirada, rasgo tradicional que aún se conserva en muchas de estas instituciones. En este encuentro, decíamos, el diálogo se concreta entre el objeto y los ojos del que mira, solos, en silencio. El silencio se quiebra una vez que el observador pone en palabras aquello que el objeto le susurró en sus oídos. Y entonces, la palabra del que mira se convierte en puente de comunicación para otros que pueden mirar con ellos. Diálogo interminable.

Una urna, un mapa, una fotografía, un farol, un neceser. Las voces emergen de las miradas de estos y otros objetos y en los relatos se refieren las experiencias del mirar, la memoria, la historia, la vida.

El afecto de la mirada

No pretendo profundizar aquí acerca de cuál es la función de los museos en general y en este contexto en particular, debate por lo demás que ya viene realizándose hace tiempo y que afortunadamente ha producido grandes cambios en los modos de concebir estas instituciones, aunque, por supuesto, aún queda mucho por hacer. Me interesa sí reflexionar acerca de los supuestos que llevan a la gente a visitar un museo, atravesados estos por nuestras lógicas educativas occidentales, ilustradas, patriarcales si se quiere, en las que la razón, el saber erudito y la información juegan un papel central.

Solemos pensar que la experiencia de ir al museo debe dejar algún indicio de aprendizaje en estos términos antes señalados. ¿Qué significa pues, hacer entrar el afecto en la mirada de los objetos que son parte de un museo? Aquí la experiencia se transforma porque exige posicionarnos en una lógica diferente asociada a las vivencias subjetivas, el recuerdo personal, la sensibilidad propia. Considero que éste es uno de los rasgos más novedosos de este proyecto en cuanto instaura una modalidad diferente del mirar que históricamente se ha visto devaluada en nombre de la razón y el “verdadero” saber.

En El afecto de la mirada no se parte de una mirada instrumental para la valoración de los objetos y ésta solo aparece en la medida en que el objeto “active” esta variable en nuestra mirada. En un mundo en el que la imagen es uno de los sistemas más extendidos, en esta etapa “oculocéntrica” al decir de Dussel y Gutiérrez (2006, op.cit) quizás sea necesaria una nueva educación de la mirada que ponga el acento y estimule nuestra capacidad de con-movernos con aquello que miramos haciendo temblar toda la tradición de nuestra educación moderna. Creo que en esta línea trabaja esta iniciativa del Museo Histórico Nicolás Avellaneda que propone otro juego comunicativo entre imágenes, objetos y miradores/lectores, abriendo estos objetos hacia otros lugares, relatos, interpretaciones, significados, memorias, que implican también aprendizajes. En esas nuevas conexiones entre la mirada y aquello que se mira, se construyen, ineludiblemente, saberes.

Quizás en estas nuevas pedagogías de la mirada el anclaje principal esté en el oficio del curador, metáfora que puede ser leída desde la labor del cuidado y la selección de aquello que será exhibido en un museo, aunque sin lugar a dudas, ese cuidado en otro sentido puede pensarse también como un acercamiento a los públicos, visitantes, etc. como un modo de aproximación al y de apropiación del museo desde lo afectivo. En última instancia, desde lo sentimental.

Para ver la muestra ingresar a: https://www.facebook.com/pg/museohistoriconicolasavellaneda/photos/?tab=album&album_id=2122637797882016


[i] Dussel. Inés y Gutiérrez Daniela (comp) 2006: “Educar la mirada”. Políticas y pedagogías de la imagen. Manantial, Flacso, Bs. As, Argentina

Paula Storni es Licenciada en Letras, docente en la Carrera de Ciencias de la Comunicaión en la Universidad nacional de Tucumán.

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