Herramientas para Odiar

No podemos evitar que aquello que nos disgusta nos mueva a hacer o decir algo, pero sí podemos reflexionar sobre eso que estamos por decir o hacer. Una propuesta de Bruno Bazán para pensarnos en tiempos de redes sociales.

Hace unos días un medio periodístico local realizó una nota sobre un vídeo de youtube. El video lo realizó Martín Cirio, un youtuber que habla a través de un personaje que hace llamar “Lafaraona”, y expone en él un breve recorrido de tres cuadras por el microcentro de la provincia. En pocos minutos Cirio realiza varios comentarios poco felices sobre nuestra provincia, su formato es el de una parodia a los vídeos de guía turística, comentando de modo equívoco dos o tres cosas sobre el casco histórico de la provincia y luego esbozando características típicas de su personaje: una personalidad cínica, un poco torpe y también un poco clasista.

Cirio realizó ese vídeo en razón de su visita hace pocas semanas para hacer un show de stand up en un bar de la capital tucumana, un espectáculo en donde cuenta de modo cómico algunos trayectos de su vida personal, y repite los gags que día a día publica en sus redes sociales . Su humor, lejos de ser universal, supone mucha complicidad entre él y aquellas personas que siguen sus historias de instagram. Sacado de contexto, expuesto en un medio masivo y con una nota que se anuncia como “en pie de guerra”, cada palabra que emitió el youtuber incendió el ánimo de la mayoría de tucumanos que se toparon con esas imágenes.

El humor siempre nos mueve algo, nos guste o no, mucho más cuando no se despliega con los códigos con los que estamos acostumbrados. Recuerdo indignarme con los chistes homofóbicos que se deslizaban reiteradamente en un programa folclórico los fines de semana al mediodía por Canal 10. Recuerdo incluso indignarme en soledad, en medio de una parrillada que explotaba de risas, por clásicos lugares del humor que desde la impronta autóctona se desplegaban, siempre burlándose de los hombres femeninos, siempre mostrando un estereotipo falso de los homosexuales o contando cuentos con finales violentos hacía las suegras. 

No podemos evitar que aquello que nos disgusta nos mueva a hacer o decir algo, pero sí podemos reflexionar sobre eso que estamos por decir o hacer. Reflexionar sobre nuestra reacción podría ser una clave para pensarnos.

La respuesta tucumana hacía los comentario de Cirio se multiplicaron. La homofobia y la violencia explícita no se hicieron esperar. “No veo la hora que vuelvas!!! te cago a piñas trolo chupa pingo, flaco sidoso”. “Porteño hijo de mil puta, volve y te cagamos linchando gil culiao”, y cientos de comentarios similares emitidos por tucumanos y tucumanas de todas las edades se desplegaron por las redes sociales. A la violencia homofóbica  se sumó una vieja disputa entre el interior y el puerto, haciendo del vídeo una lanza más en esa histórica batalla entre los tucumanos y los porteños.

Respondimos con la pauta cultural que hace que construyamos nuestra identidad odiando a los otros, y en ese despliegue de odio mostramos quizá nuestras aristas más miserables. Fueron pocos los comentarios que hablaron sobre los diversos paisajes que tiene la provincia, los lugares de recreación o las bondades de nuestra gente, o sobre la movida artística y cultural que no descansa ni siquiera durante el verano.

Elegimos la defensa irrestricta de modo violento, y si no la elegimos, la avalamos al reproducir esos comentarios por todos lados. El enojo en las redes sociales parece abrir una puerta en donde descargamos nuestro odio, reaccionamos del peor modo a lo que con razón podríamos considerar una falta de respeto.

El vídeo de Martin Cirio no representa en sí ni un centímetro de Tucumán, ni a la voz de todos los porteños. Lamentablemente, los comentarios que circulan por la web estos días sí lo hacen. El orgullo por nuestra tierra y la identidad tucumana es una construcción constante que llevamos adelante como comunidad, tenemos muchas herramientas, desde los recursos naturales hasta nuestra inmensa producción artística y cultural. La homofobia, y todas las otras formas de violencia solamente nos sirven como excusa, como herramientas para odiar. 

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