María Pía Taranto y Jean Guy LeBlanc -investigadora y director del Centro de Referencia para Lactobacilos, respectivamente- revelan las características del primer yogur en llegar al mercado con una cepa probiótica que produce beneficios para el sistema inmune.
A solo dos cuadras de la Casa Histórica donde se proclamó la independencia argentina, en 1816, trabaja el equipo interdisciplinario del Centro de Referencia para Lactobacilos (Cerela) dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) que presentó el jueves pasado el primer yogur en llegar al mercado con una cepa probiótica que produce beneficios para el sistema inmune.
“Todas las líneas de investigación que realizamos son importantes porque aportan al conocimiento y, a corto o largo plazo, esperamos que sirvan para resolver problemas en la sociedad”, dijo a Télam el doctor en Bioquímica, Jean Guy LeBlanc, director del Cerela.
El investigador principal del Conicet, oriundo de Canadá, integra el Centro desde hace más de 20 años y echó raíces en Tucumán, a donde viajó para realizar una pasantía y terminó formando su familia y naturalizándose argentino.
“En Canadá, cuando buscaba artículos científicos para mis estudios de posgrado encontraba muchos que provenían de Cerela”, recordó al resaltar que en el mundo de los probióticos, la institución -compuesta por más de cien profesionales científicos y personal de apoyo- “es un referente nacional y mundial” y tiene entre sus objetivos la transferencia del conocimiento alcanzado al sector socioproductivo.
El instituto fue fundado hace 46 años a través de un convenio del que participaron el Conicet, la Fundación Miguel Lillo y la Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Fecic).
“Forma parte del ADN del Centro que muchas de las líneas de investigación finalmente puedan transformarse en productos que cuenten con sólidas bases científicas y acerquen soluciones a problemáticas concretas”, explicó a Télam la doctora en Bioquímica, investigadora principal del Conicet en Cerela, María Pía Taranto, nacida en Tucumán, quien comenzó a trabajar en el Centro en 1995.
“No hay muchos institutos nacionales que combinen una fuerte investigación básica con otra fuerte investigación aplicada”, agregó la también responsable técnica del proyecto que llevó casi 20 años de investigación y desarrolló una tecnología que consiste en la cepa probiótica “Lactobacillus rhamnosus CRL 1505“, la bacteria láctica que refuerza el sistema inmune para “prevenir o afrontar infecciones respiratorias e intestinales” y que, aplicada a un yogur, transformó el producto que se distribuye masivamente en un “alimento funcional” que llegará a la población de todo el país a través de un convenio realizado entre el Conicet y la empresa Danone.
“No vendimos la cepa, otorgamos una licencia para comercializarla, pero la tecnología sigue perteneciendo al Conicet y a sus investigadores, algo muy importante que nos permite seguir utilizándola en programas sociales”, aclaró LeBlanc.
La bacteria láctica presentada es la misma cepa que hace más de diez años, desde el Cerela, aplican dentro de los programas sociales “Yogurito escolar”, “BioSec”, “Chocolet” y “Bioqueso”, donde brindan, a través del Gobierno de la provincia de Tucumán, tres veces por semana, un yogur con los mismos beneficios que el comercial, pero de modo gratuito a 330 mil chicos que asisten a escuelas públicas y que, en algunos casos, se encuentran “en condiciones de vulnerabilidad y pobreza graves”, explicó el científico.
“Esperamos seguir reproduciendo pronto esto en otras provincias”, agregó.
Los principales problemas sociales que motivaron la investigación de esas bacterias lácticas fueron los casos de malnutrición infantil en un entorno que presentaba, además, cuadros de diarreas, parasitosis y problemas respiratorios recurrentes.
Las bacterias lácticas no solo están en la leche, forman parte de la microbiota intestinal, se encuentran en plantas, frutas; y se llaman así porque producen ácido láctico a partir de la fermentación de un carbohidrato, explicó Taranto.
En tanto, los probióticos “son microorganismos que tienen un efecto benéfico al ser incorporados al organismo”, definió la experta.
La licencia de esta bacteria láctica, aislada de leche de cabra en Tucumán, también “se exporta” -anunció LeBlanc- en el marco de un convenio entre el Conicet con una de las empresas productoras de probióticos más importantes en el mundo, Sacco, que permite su comercialización para ser incluida en diferentes alimentos y biofármacos.
Además, el Conicet también acordó en diciembre un convenio por otra cepa, L. casei CRL 431, seleccionada y estudiada en Cerela, con otra empresa líder mundial en producción y comercialización de fermentos probióticos, Christian Hansen. La cepa había estado en el mercado argentino como bioingrediente en la Leche Bío y esperan que vuelva al mercado nacional.
El equipo interdisciplinario de Cerela, compuesto por investigadores/as, personal de apoyo y becarios/as, especializados en distintas carreras científicas, desarrolla sus trabajos en diversos ejes, explicaron.
En salud humana destacaron el estudio de probióticos y alimentos “funcionales” como complementos de tratamientos de diferentes patologías como cáncer, Parkinson o Alzheimer, problemas gastrointestinales, respiratorios y metabólicos, entre otros.
Respecto a la “alimentación funcional”, Taranto señaló que “es lo ideal” porque es nutritiva y con efectos sobre el bienestar general del organismo.
Además, desarrollan cultivos de bacterias lácticas destinados a fermentar diferentes alimentos como yogures, quesos, vegetales, embutidos y bebidas; y estudian bacterias lácticas destinadas a mejorar las condiciones sanitarias y productivas en la industria ganadera y también evalúan cepas que puedan ser utilizadas para mascotas.
En ese aspecto, realizan un trabajo multidisciplinario bajo lineamientos de la Organización Mundial de la Salud, con el enfoque de “Una Salud”, que promueve el concepto de que la salud humana está estrechamente relacionada con la salubridad de los alimentos, los animales y el medio ambiente.
En la misma línea, el uso de las bacterias lácticas benéficas les permite a los productores “reducir el uso de antibióticos en la cadena de producción”, algo que “favorece a proteger el medioambiente y disminuir un problema cada vez más importante como es la resistencia a antibióticos”, dijo LeBlanc.
Los profesionales contaron que tienen todo el equipamiento necesario para realizar sus estudios y desarrollos tecnológicos en el Centro, y destacaron el laboratorio de alimentos y una planta de producción a escala piloto de Cerela.
“Nuestro país tiene un sistema científico público fortalecido con una política de Ciencia y Técnica que subsiste en el tiempo y que no existe en muchas partes del mundo”, valoró el director.
“En Cerela y Conicet hay una enorme capacidad científico tecnológica en función de la sociedad, algo que la pandemia visibilizó”, reforzó Taranto, y concluyó: “mientras el Estado siga considerando a los científicos e instituciones científicas como parte imprescindible para construir la soberanía tecnológica, el futuro lo percibo alentador”.
Fuente: Télam